Cuando un menor de edad desaparece, no debería de importar ni su edad, género o la situación en la cual se encontraba al momento de ser desaparecida o desaparecido. Sin embargo, para las autoridades en Jalisco parece ser todo lo contrario.
En los boletines de prensa que la Fiscalía suele compartir para informar sobre la localización de una o un menor, suelen destacar que estas desapariciones ocurrieron de manera “voluntaria” producto de los supuestos conflictos personales y/o familiares que generaron la ausencia de la o el menor, lo que minimiza y estigmatiza la crisis de desaparición de infantes y adolescentes, obviando, además, la vinculación de este delito con otros crímenes, como la trata de personas.
“Un niño no se va por sí solo”, es lo que tiene bien claro Estela, madre de Christian Alexander, pero también es lo que repiten el resto de las madres, quienes sólo reciben cuestionamientos de funcionarios que hacen énfasis en su relación personal o en la educación que les daban a sus hijas e hijos.
Desde mayo de 2011 hasta el 26 de junio de 2021, la Fiscalía General ha emitido 101 boletines de prensa donde informan sobre la localización con vida de igual número de niñas, niños y adolescentes.
En esta comunicación oficial se asegura, sin ofrecer pruebas, que la mayoría de estas y estos menores se ausentan por voluntad propia y retornan a sus hogares de la misma manera; por tanto, como un mantra que pretende excusarlos de su responsabilidad, simplemente recomiendan: “padres deben hacer un mejor trabajo cuidando a sus hijos e hijas”.
De esta manera, la desaparición de las y los menores de 18 años es minimizada, pues registran sus casos exitosos bajo los criterios de “se fueron con una amiga”, “pretendía escapar con el novio o la novia” o “se fue porque la ponían a hacer el quehacer”.
Mediante una solicitud de transparencia, Alerta Amber señala que de enero de 2019 a diciembre de 2020, en el estado, fueron localizados 648 menores de edad. Sin embargo, el Registro Nacional contempla un total de 2 mil 120 localizaciones (2 mil 069 con vida y 51 sin ella).
La diferencia, incluso en esta información que publicitan como un éxito, es de mil 472 casos. Sin embargo, no existe ningún tipo de informe que explique a la ciudadanía qué hay detrás de estas desapariciones y bajo qué condiciones se localizaron a las y los menores. O si, por ejemplo, hay diferencias entre las desapariciones de infantes, adolescentes y jóvenes, o qué ocurre en cuanto al sexo de las y los menores, y las probables dinámicas delictivas que puedan explicar su supuesta “ausencia voluntaria”.
Organizaciones que trabajan para la erradicación de la trata de personas como Back Home o Fin de la Esclavitud han señalado en reiteradas ocasiones que, si esta información no se ofrece (resguardando obviamente la identidad de las personas), se limitan las acciones que la sociedad puede hacer para cuidar a las y los menores de edad, algo que la Fiscalía coloca en sus boletines como una obligación de las madres y padres, pero que también es su obligación porque el Estado debe realizar acciones tanto para prevenir la comisión de este delito, como para investigarlo de manera integral.
¿Qué es lo pasa entonces? Pasa que al no aplicarse los protocolos de acción e investigación de manera adecuada, la mayoría de los casos se investigan de manera individual y sin un análisis de contexto que identifique modus operandis, patrones, relaciones territoriales, grupos del crimen organizado y/o incidencias delictivas que complejizan la investigación de estos hechos como vinculados y no asilados.
Tampoco se emplean criterios etáreos diferenciados. Conforme a las indagatorias realizadas, la edad de la menor desaparecida o el menor desaparecido es un factor determinante para que las autoridades, en verdad, investiguen el caso. Mientras mayores sean, menor es el avance en la investigación, esto porque se tiende a criminalizar a la adolescencia y la juventud.
Esto es algo en lo que concuerdan los testimonios de Estela, María y Aracely, pues la investigación de sus hijos e hija, a pesar de ser menores de edad, se investiga más bajo una lógica adultocentrista que pretende responsabilizarles de su propia desaparición: