La poesía de los pueblos originarios encarna la memoria y residencia histórica de sus miembros. También, vista como un manifiesto, representa un hito de lucha contra la violencia actual en todas sus formas, la cual ha sido perpetuada desde los tiempos de la conquista europea y cuyas prácticas siguen reproduciéndose por los “modernos” Estados nacionales en América Latina.
Estas y otras reflexiones estuvieron presentes en la mesa “Dar voz a la vida en medio de la violencia: literatura y cine” del Congreso Internacional: procesos de transición entre violencia y paz en América Latina, organizado por el Laboratorio de conocimiento Visiones de Paz: transiciones entre paz y la paz en América Latina, del Centro Maria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales (CALAS).
En el último día de discusiones académicas y políticas, se abordó a profundidad el trabajo del poeta Jaime Luis Huenún, quien estudia y analiza la poesía de poetas de los pueblos originarios, así como, su vínculo con la realidad política y cultural en el contexto latinoamericano.
En este mismo diálogo se contó con la intervención y las reflexiones Enrique Rodríguez-Moura (Alemania/España), Victtoria Borsò (Alemania), Ileana Rodríguez (Estados Unidos) y Jaime Ginzburg (Brasil), como investigadoras e investigadores del Laboratorio Visiones de Paz.
Por Samantha Anaya / @Sam_An16
El poeta mapuche-hulliche, Jaime Luis Huenún, presentó en la mesa de diálogo “Dar voz a la vida en medio de la violencia: literatura y cine”, algunos de sus hallazgos sobre el análisis que realiza al trabajo de poetas pertenecientes a pueblos originarios y la representación de la lucha, resistencia y esperanza que rodea su cosmovisión.
El también profesor de literatura en la Universidad Alberto Hurtado señaló que gran parte de los poetas de pueblos originarios se autoperciben como vencidos del régimen “democrático” en América Latina, a pesar de no haber participado en una guerra. La razón de “autopercibirse” de esta manera nace en un contexto en el que les discrimina, debido a las actitudes sustentadas principalmente por los Estados.
El poeta remarcó que la poesía indígena en América Latina tiene una memoria larga, incluso, en tiempos anteriores al proceso de conquista. El devenir de la poesía indígena no ha abandonado su expresión estética ancestral en casi cinco siglos. En los últimos años, se ha visto reflejada y expandida a través de los libros, como medio de difusión más efectivo:
“La poesía originaria le otorga presencia al cordón umbilical en el que conviven con una historia en común, marcada por derrotas, tragedias, breves victorias y resistencias creadoras”.
Como parte de su cosmovisión, compartió Huenún, las y los poetas de pueblos originarios conciben al lenguaje como “no sólo privativo de la vivencia humana, sin también de todos los elementos que forman el universo; la vida se concentra y acumula en todo ser, en toda expresión del mundo y del trasmundo”.
Más importante aún, el académico subrayó que la poesía indígena no es sólo lo que la sociedad eurocentrista pueda percibir como “seductores objetos exóticos”. La poesía recoge y construye escenarios donde predomina el pensamiento mítico, la palabra analógica y sus profundos sentidos luminosos, así como, las facetas más bárbaras y contingentes de la realidad política e histórica impuesta por los Estados nacionales latinoamericanos, sentenció Huenún.
La manera de ver en la poesía una forma de resistir contra las cotidianas muestras de violencia, atiende a un contexto en el que, en lo que va del año, han sido asesinados en Chile 12 líderes indígenas. Un contexto donde 19 migrantes guatemaltecos fueron baleados y calcinados en Tamaulipas, y donde 37 comuneros fueron ejecutados por el régimen restaurador en Bolivia:
“Ante la cultura dominante, que oficializa la identificación impuesta, se levanta la voz entre los edificios urbanos, para viajar a la historia y develar su horror, en medio de una religión que los ve como esclavos, y una clase domínate que los olvida para luego criminalizarlos”.
Aunado a todo ello, actualmente la sociedad vive en una época atravesada por la tecnología, donde toda “la humanidad camina dispersa hacia un tiempo final”; un tiempo que no parece propicio para la expiación de la poesía. Sin embargo, el académico apuntó que en medio de la pandemia, entre las secuelas de catástrofes, muertes y crisis ambientales la poesía, como forma de denuncia, es un reflejo de quienes intentan conservar casi extinta naturaleza y su equilibrio:
“En el mundo hay alrededor de 370 millones de indígenas en más de 90 países, lo que constituye el 5% de la población mundial. Sin embargo, ellas y ellos protegen el 80% de la biodiversidad que aún le queda al planeta. Las y los indígenas aún protegen un pequeño pedazo del mundo, recibiendo a cambio escasa o nula protección. Lo que en verdad reciben es todo contrario: el Estado y las corporaciones económicas tachan esa labor desesperada de la defensa y resguardo de los ecosistemas, y la ven como una conducta primitiva y retrógrada”.
En cuanto a la necesidad de crear poesía, aún hoy en día, Huenún consideró que la razón principal es porque esta posibilita “seguir atendiendo al sentido que tiene la poesía indígena aquí y ahora”, para “mantener en secreto la creación de imágenes vivas que permitan remover y superar los escombros y crear mapas del pasado hacia el futuro”.
Para finalizar su participación, el académico afirmó que las democracias latinoamericanas son engañosas y su objetivo es despojar de sus derechos a muchos grupos vulnerables, para en su lugar dejar una verborragia teñida de “progresismo pop”, que hegemoniza a los medios y a la escritura pública, donde la poesía quede lejos de la esfera pública y social, reguardada solo en la memoria de lectores fantasmas.
La poesía como un manifiesto del exterminio
Siguiendo al poeta, Enrique Rodríguez-Moura, doctor en filología románica e hispánica, añadió que la literatura es un “vehículo para entender y construir la realidad última del país” en la que se encuentra inmersa.
En cuanto a la violencia sistémica que se ha venido perpetuando desde la época de la invasión europea en lo que hoy es América Latina, el doctor manifestó que desde entonces se han justificado los actos barbaros de violaciones hacia los pueblos originarios, “siempre en nombre de las ley”.
Aun en medio de las democracias latinoamericanas, las clases privilegiadas, económica y socialmente, han exigido un pueblo homogéneo, en donde se ha eliminado progresivamente a las comunidades que “no daban señales de adaptarse al ‘moderno’ estilo de vida que se persigue”, sentenció Rodríguez-Moura.
A su vez, dentro de esta actitud de homogeneizar y arrasar con las “diferencias” que no son compatibles con el “orden social”, la línea divisora entre la ideología política de izquierda y derecha es echada un lado, pues ambas posturas “coinciden en algo: el desconocimiento de la comunidad indígena, por lo que se vuelven invisibles y no pueden recuperar sus territorios”.
La comunidad desde la amistad afectiva
Por su parte, Victtoria Borsò, catedrática de filología española, francesa e italiana y estudiosa de temas como biopolítica, prácticas ecológicas, literatura y culturas latinoamericanas, expuso que para dar voz a la vida es necesario iniciar por crear políticas basadas en el concepto de amistad.
También añadió que el crear comunidad basada en una amistad afectiva debe ser la línea de partida para, desde ahí, fundar la política de la paz y las democracias modernas.
“La amistad que relaciona a todos los seres, y los concentra en la pluralidad de los ecos” afirmó.
Para la investigadora, la comunidad desde la amistad es la solución idónea para combatir las acciones de violencia. Dichas actitudes violentas son lo que hace que se requiera un Estado al que se le relega la seguridad de todo el pueblo, lo que termina en desigualdad y en violencia estructural, basada en los propios intereses del Estado para conseguir conservando sus intereses.
“La amistad afectiva tiene que ser la base de la comunidad, para resolver y crear la paz. Esto genera que se tenga disposición para escuchar a pesar de los condritos que puedan presentarse”.
Resistencia contra la violencia étnica
La siguiente intervención estuvo a cargo de la profesora en humanidades, Ileana Rodríguez, Profesora Emérita en Humanidades de la Ohio State University, cuyos temas de investigación son política, género y sexualidad.
La investigadora expresó que la actitud de violencia étnica por parte de los gobiernos en América Latina está sustentada en sistemas coloniales europeos arraigados, los cuales victimizan a “los cuerpos marcados como punto de exterminio, y también contra los que no se perciben como tal (es decir, la población criolla)”.
En cuanto a la poesía como arte en resistencia, Rodríguez matizó que la poesía se sustenta en la vivencia y en la evidencia, por lo que deja un mapa de huellas del pasado hacia el futuro.
Resistir en un contexto eurocéntrico
Para concluir esta mesa de diálogo, Jaime Ginzburg, titular de literatura brasileña en la Universidad de Sao Paulo e investigador del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico en Brasil, compartió que, para expandir el territorio en el que se discute y difunde la poesía indígena, es necesario que las lenguas originarias convivan y se reciten junto al castellano y el portugués, ya que, “al estar los pueblos originarios inmersos en una cultura hegemónica eurocéntrica”, la manera más efectiva para que sus voces sean escuchadas por las instituciones occidentales en América Latina es “manteniendo una alianza con el castellano y el portugués”.
Sin embargo, esta idea no intenta desarraigar a los pueblos originarios de sus propias lenguas y cultura, pues “el lenguaje occidental no tiene ideas compatibles con sus formas de concebir la vida”, puesto que, “en una sociedad como la nuestra (sumamente individualista) hay que conceder un espacio para la colectividad”.
Mientras, por parte de la población mestiza, la estigmatización hacia las y los indígenas, por no hablar una lengua europea, lleva a caer en la intolerancia, lo que genera violencia que, en nombre de la justicia y mantenimiento del orden social, lleva a la vulneración y daño hacia los pueblos originarios.
“La violencia externa e interna perturba su universo, y mucha veces el resto de nosotros somos participes de ello. Por eso es que insisto en que el lenguaje indígena no es suficiente para explicar todas las acciones de violencia cometidas por los colonizadores. Hay necesidad de mezclar el lenguaje indígena con el castellano o del portugués”.