Sentipensares
Por Denisse Quintana /@DenisseQ00
Como cada año, el marco de días rumbo al 8 de marzo y después de este son días para detenernos y ver lo que hemos avanzado tanto como movimiento, como comunidad política y como sujetas individuales en nuestro andar de desarrollo disruptivo; pero también son fechas que nos recuerdan que hay una gran chamba pendiente de nuestra parte, del movimiento, pero también de las personas con responsabilidad directa.
Es común que los feminismos y la política tradicional sean como agua y aceite. No espero menos de prácticas que históricamente han sido construidas por hombres y solamente para hombres, quienes hasta hace poco mantenían el monopolio de lo público, mientras que las mujeres estábamos condenadas a lo privado, donde no nos vieran, donde no hiciéramos “mucho escándalo”.
La política y la vida pública es difícil, nadie lo niega, y hasta se nos advierte cuando decidimos incidir, me atrevería a decir que de una manera más constante a las mujeres. “La política es la lucha por el poder”, e inmediatamente la imagen de dos perros peleándose por un hueso aparece en mi mente.
Históricamente hemos sido testigas de hombres trajeados arriba de un estrado, frente a cámaras, en el centro de las mesas, en las sillas grandes e imponentes. Y también hemos visto cómo se hace política a “la antigua” (pero bien presente en la actualidad). Política competitiva, política narcisista, política que no se puede equivocar, política de “si no estás conmigo, estás contra mí”, política violenta, política inhumana, política patriarcal.
Con esto no hablo de que únicamente los hombres reproducen estas prácticas, sino todo lo contrario, la política patriarcal ha perdurado porque muchas veces es la única manera que se entiende la misma, o sea, que una no va sin la otra. Lo que sí, es que atribuyo la estructura de la misma a un sistema que la construyó y que la sigue perpetuando.
Muchas veces me pongo a pensar qué pasaría si nuestros representantes gobernaran desde una política humana, sensible y empática. Donde se reconoce el error humano, donde se trabaja con él, se pide perdón, y se tiene bien presente para no volverlo a repetir. Donde se pueda aceptar el trabajo en equipo, la crítica, y que no se tiene la capacidad de hacer todo. Una política sin egos de machitos, pues. El abandonar las prácticas de la política patriarcal es difícil, un proceso de aprendizaje y también de olvidos intencionales. No es una decisión que se toma un día y listo. Es un compromiso diario donde nos cuestionamos las acciones de todos los días, nuestra forma de relacionarnos y también de actuar ante las situaciones que se nos presentan. Me atrevo a decir que es un camino que nunca termina, pues estamos en constante aprendizaje de algo nuevo en todo momento. Un compromiso que, evidentemente, pocos representantes han decidido hacer.
Un claro ejemplo son las lamentables acciones que la actual administración del Gobierno Federal (esta vez usaré este único ejemplo, pero tengo mucha tela de donde cortar), han dirigido al movimiento feminista y a sus exigencias. No es novedad que nos tachen de locas, de exageradas y de intensas, lo vivimos en casa, en nuestros círculos cercanos, y claro que en la propia vida pública. Es el mismo ego de machito el que habla cuando se tiene la audacia de calificar un movimiento social de “politiquería”, así como atreverse a sugerir que las exigencias para pedir que no nos maten son estrategias organizadas por un grupo de hombres sentados en un sótano del poder, con el único objetivo de golpetear al gobierno en turno.
¿De verdad nuestros representantes y sus simpatizantes se creen tan importantes como para creer que miles de mujeres marchamos con el único objetivo de desprestigiar su proyecto político? Respuesta rápida: sí. Y eso es el gran problema.
Que el presidente de mi país minimice la lucha constante de las mujeres y lo califique como politiquería me recuerda al novio gaslightero1 que nos repite que estamos locas cuando le pedimos que cambie una actitud que nos lastima. Pero les dejo un pequeño recordatorio: no estamos locas, aproximadamente 10 mujeres cada día son asesinadas en México2, todos los días nos despertamos con un cartel nuevo de una mujer desaparecida, con una denuncia sobre abuso sexual, o una noticia del cuerpo de una mujer encontrado en las mismas calles que pisamos para ir a la escuela.
La política patriarcal es política añeja y política que está destinada al fracaso, por el simple hecho de que está impulsada por el ego y no por el amor. El preferir poner vallas de hierro inmensas en los monumentos antes de aceptar que tal vez, solo tal vez algo se está haciendo mal desde el gobierno, es una muestra perfecta de todo lo que se haría antes de aceptar parar y autocuestionarse.
Para un presidente que se formó en los movimientos sociales, parece que le incomoda mucho cuando las que los impulsan son las mujeres.
Aún así, tengo esperanza. Tengo esperanza en las mujeres que salieron por todas las que no pudimos, tengo esperanza en las mujeres que desde la docencia educan en una nueva forma de ver al mundo, tengo esperanza en las mujeres que desde los partidos políticos, las organizaciones de la sociedad civil y las colectivas empujan todos los días las agendas que nos mantienen en la vida pública, así como tengo esperanza en las mujeres jóvenes que ya no permiten que se les minimice o se les violente.
Tengo esperanza en que nuevas formas de hacer política son posibles, de la mano de nuestros vínculos, nuestras redes de apoyo y nuestros círculos cercanos que aprenden y desaprenden con nosotras, porque de este lado de la historia sí estamos abiertas a la autocrítica y al reconocimiento de nuestros errores.
**
1Gaslighting: Proceso intencional para hacer pensar a una persona que está perdiendo la cordura mediante la negación, la mentira, el uso de falsa información y la descalificación de los sentimientos y percepciones de la persona. (Secretaría de Igualdad Sustantiva, Glosario de la Igualdad. 2020).
2Xantomila, J (2020). ONU: Feminicidios en México crecieron diariamente de 7 a 10 en tres años. La Jornada.