En Pie de Paz
Por Laura Iveth López Marín /@laura_ilm **
¿Qué es el amor? ¿Quién nos enseña a amar? ¿Quién es el ser amado, ese objeto de deseo? Hace unos meses les compartí algunas reflexiones generales sobre el amor y sus vínculos con algunos tipos de violencias sociales, hoy continuaremos meditando sobre el tema, íntimamente ligado a la violencia en México.
En México se cometen terribles crímenes en nombre del amor. La mayoría de los feminicidios en nuestro país son perpetrados por parejas o exparejas. Los reportes de violencia intrafamiliar componen las estadísticas más altas en las llamadas de emergencia.
Empecemos definiendo el amor. De acuerdo con la antropóloga Helen Fisher, quien ha dedicado su carrera profesional a analizar la neurobiología del amor, nos dice que existen tres sistemas cerebrales relacionados con el amor que interactúan entre sí: el impulso sexual, el amor romántico y el cariño o apego tras una larga relación.
En 1998, cuando publicó su investigación realizada en la Universidad de Rutgers, en New Jersey, Estados Unidos, afirmó que “el amor romántico no es una emoción, sino que es un impulso, una necesidad fisiológica del ser humano”. Según la antropóloga los mecanismos que se activan en el enamoramiento son iguales en hombres y mujeres:
“en hombres hemos encontrado más actividad en parte del lóbulo superior, asociado con la integración de los estímulos visuales, mientras que en las mujeres las áreas que entran en juego se relacionan con la memoria y los recuerdos”.
Pero ¿qué hay de las diferencias culturales? Nosotras las mujeres mexicanas hemos relacionado el amor romántico con el sufrimiento; desde jóvenes se nos dice que los hombres que nos tratan mal o nos agreden son aquellos que se sienten atraídos a nosotras. Hemos aprendido a creer que el amor es sufrir, y como recompensa a ese sufrimiento recibiremos ese amor apasionado de telenovela.
La escritora Coral Herrera, experta en teoría de género y masculinidades señala que el amor romántico es la herramienta más potente para controlar y someter a las mujeres. Esto se acentúa en aquellos países donde las mujeres ejercen cada vez más, y con mayor libertad, sus derechos. La forma de control se da a través del amor de pareja, así, nuestros modelos de relaciones románticas se convierten en un mecanismo cultural de violencia machista para limitar la libertad.
Se nos imparten tareas sociales justificadas en nuestras “cualidades”. Por ejemplo, las mujeres somos reconocidas como mejores cuidadoras, entonces la educación e los hijos y las labores del hogar son asignadas a las mujeres, claro, sumadas a una carga laboral regular. De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México alrededor de 6 de cada 10 mujeres han sido responsables del trabajo doméstico y de cuidados durante el confinamiento, frente a 4 de cada 10 hombres.
Según Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Argentina, las mujeres realizan tres horas diarias de trabajo remunerado y 4.4 horas de labores de cuidados no remuneradas, mientras que los hombres suman 5.4 y 1.4 horas, respectivamente. En Argentina, añadió, “se triplica, son seis horas de trabajo de cuidado de las mujeres por dos de los varones”.
Mona Chollet en su libro Brujas explica cómo las mujeres hemos asumido la postura de amar a través del servir y cuidar. Desempeñamos el papel de consejeras y acompañamos a los hombres en sus éxitos profesionales, nos dedicamos a los hombres e hijos. Contamos con muchos ejemplos en la historia de hombres que pasaron a la historia dejando en la oscuridad a sus compañeras, las que estuvieron con ellos en la construcción de sus triunfos, mujeres como Camille Claudel, asistente de Auguste Rodan y a quien ahora se le atribuye parte importante de su obra escultórica, o Zelda Fitzgerald, quien escribió junto a su pareja sin poder obtener el crédito de su talento.
Los hombres también sufren por amor
Diferencias culturales: la mayoría de los hombres son educados para ser fuertes, duros y protectores. Su responsabilidad principal es proveer a su familia de recursos económicos, lo que los lleva a competir todo el tiempo por el éxito laboral.
En su libro Hombre que ya no hace sufrir por amor, Coral Herrera señala que los hombres deben de “ganar todas las batallas, reprimirse, mutilar sus emociones, demostrar constantemente su virilidad”. Ser un hombre en México es complicado, requiere energía para competir constantemente con otros hombres, la lucha de poderes es permanente, tienen que demostrar su fuerza y virilidad en todas sus acciones, la debilidad no les es permitida socialmente. Por los que sus emociones de miedo y tristeza se tienen que esconder en los más profundo. Frente a otros hombres y frente a las mujeres tienen que ser fuertes, los mejores.
Todos queremos ser amados
Mujeres y hombres hemos puesto en un pedestal el amor romántico. El amor no correspondido nos lleva a las depresiones más profundas y a los hoyos más negros. Mitificamos el amor y lo ponemos como centro de nuestras vidas.
Todos queremos ser amados. El miedo a la soledad nos lleva a confundir la compañía con amor, el miedo nos lleva a quedarnos con parejas que no son las adecuadas para nosotros, que nos lastiman.
Rosa Montero en su libro Pasiones nos cuenta auténticas tragedias de vida confundidas en amor de pareja, en el libro nos comparte historias terribles, llenas de sufrimiento disfrazado de amor romántico. Entre los relatos encontramos la historia de Elizabeth Taylor y Richard Burton, describiendo a la actriz como:
“una mujer triunfadora y lista que hallaba placer en someterse sumisamente a un hombre inteligente y frágil; y él, conocedor de su propia debilidad, hallaba placer en someter a una mujer poderosa. Esta vieja fórmula de pareja que siempre ha funcionado”.
La realidad actual es que el amor de pareja implica adquirir herramientas para comunicarnos, escucharnos y resolver los conflictos a través del diálogo, para después pactar acuerdos que puedan ser cumplidos juntos.
Propongo entonces que empecemos primero por el amor propio, por querernos mejor, por enseñarnos a conocernos mejor, a revisar nuestras emociones para trabajar nuestra autoestima que después será nuestra principal herramienta para caminar juntos en la construcción de relaciones igualitarias, donde no existan medias naranjas sino seres completos que se acompañen.
Me quedo con la definición que Maturana nos ofrece sobre el amor, considerándolo la emoción fundamental que hace posible nuestra evolución como seres humanos. La define de la siguiente forma:
“cuando hablo de amor no hablo de un sentimiento, ni hablo de bondad o sugiriendo generosidad. Cuando hablo de amor hablo de un fenómeno biológico, hablo de la emoción que especifica el dominio de acciones en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación mutua, y yo sostengo que tal operación constituye los fenómenos sociales”.
** Laura Iveth López Marín (@laura_ilm) es Directora de CorpoCreativo A. C., Maestra en Gestión y Desarrollo Cultural por la Universidad de Guadalajara y tiene un Posgrado en Cultura de Paz y Cohesión Social por la Universidad de Barcelona.
Bibliografía:
– “Mujeres que ya no sufren por amor: Transformando el mito romántico”, de Coral Herrera Gómez. Los libros de la catarata. España, 2018.
– “El amor romántico es impulso fisiológico más que emoción”, Helen Fischer. Universidad de Rutgers, en New Jersey (Estados Unidos).
– “Brujas”, de Mona Chollet. Ediciones B. España, 2020.
– “Mujeres que ya no sufren por amor: Transformando el mito romántico”, de Coral Herrera Gómez. Los libros de la catarata, 2018.
– “Pasiones”, Rosa Montero. Editorial Alfaguara, 1999.