Héctor Domínguez narra desde su experiencia lo difícil que fue resistir en el campo, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Pero, asegura, las cosas están cambiando
Texto: Kau Sirenio Pioquinto /Pie de Página
Fotos: Alexis de la Cruz
SANTA CRUZ COYOTEPEC, PUEBLA.- Los ventarrones zarandean las milpas en el Ejido de Coyotepec, mientras que Héctor Domínguez camina entre los surcos de las cañuelas para levantar las mazorcas que se cayeron por los azotes del viento mañanero. El campesino habla de su cosecha y del precio de garantía que el gobierno federal dispuso para recuperar el campo mexicano.
Para Domínguez no es la primera vez que consigue sembrar 50 hectáreas, lo ha hecho años atrás; sólo que ahora podrá hacerse de una pequeña fortuna cuando venda alrededor de cien toneladas de maíz.
Desde que terminó la secundaria en Ciudad Serdán se dedicó de lleno a la agricultura y ganadería en menor medida. Héctor solo dejó de cultivar su tierra de 2001 a 2003 cuando emigró a Los Ángeles, California. En 1998 no logró levantar su cosecha a causa de una fuerte helada que lo dejó sin maíz y sin mercado.
“Con el tratado de libre comercio nos dejaron morir solos, lo peor de todo esto es que el abandono al campo duró 25 años», señala.
«En 1994 fue la última vez que vendimos nuestro maíz a precio de garantía. A partir de ahí se acabó la producción de maíz y el gobierno empezó a importar maíz del extranjero, mientras los campesinos mexicanos nos quedamos mirando lo que pasaba” explica Héctor.
¿Dónde vender? ¿Cómo competir?
Los agricultores del valle de Serdán que se ubica al pie del volcán Citlaltepetl (Pico de Orizaba) vendían su maíz a cincuenta centavos; y cuando mucho a un peso, si es bien les iba.
“Desde que quitaron el precio de garantía, todos los campesinos sufrimos lo mismo: falta de mercado seguro dónde vender la producción. Además, los intermediarios hacían su agosto y nosotros sin poder recuperar la inversión”.
Quemado por el sol y el frío, Héctor habla del campo como un experto, no porque haya cursado un grado universitario, sino por la experiencia que adquirió desde niño en los surcos de las milpas donde trabajaba con su papá.
Cuenta los vaivenes de la siembra de maíz y el cuidado de borregos; luego, tras una pausa, el señor Domínguez narra lo que pasaba en el campo antes de que el libre mercado dejara en el abandono a los campesinos.
El subsidio al campo mexicano era a través de lo que era Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo). Ahí los campesinos vendían su maíz a precio que tasaba el gobierno federal, éste después lo vendía en las zonas donde no había producción de maíz o materia prima como el café, frijol, arroz, azúcar. Pero con la entrada en vigor el tratado de libre comercio de América del Norte, todo se vino abajo.
“Aquí en Coyotepec incrementó la migración a Estados Unidos; es triste recordarlo, porque vimos cómo todo se desmoronaba. El campo dejó de producir, la ganadería ya no fue una alternativa. Por si fuera poco, en 1997 dejó de pasar el tren de pasajeros. Para mí fue muy triste, porque también tuve que dejar el campo y a mis dos hijos para migrar con mi esposa a California en 2001”, recuerda.
Sin detenerse entre las cañuelas, Domínguez agrega:
“Para salvar el campo crearon el Procampo, pero no sirvió de nada porque entregaron el apoyo a los ejidatarios que tienen derecho parcelario, y los que no lo tenemos nos quedamos con los brazos cruzados. Lo cierto es que muy pocos ejidatarios trabajan su tierra, la mayoría lo trabajan a media o lo rentan; y nosotros que sí lo trabajamos, ¿cómo le hacíamos? Si ya no teníamos el subsidio, que era a través del precio de garantía, nos quedamos en quiebra total”.
Después de lo difícil que fue para él sobrevivir durante 25 años que el campo no le dio para resistir, vino el descanso.
“En diciembre de 2019 volvimos a respirar, porque de nuevo tenemos el subsidio, pero ahora es a través del programa Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex) que nos compra el maíz”.
Dice que la nueva estrategia del gobierno federal ayudará a los campesinos a vivir dignamente en la agricultura; y ya no será necesario migrar a Estados Unidos.
“Yo me fui por extrema necesidad, pero ahora ya no lo volvería hacer, porque tengo mi siembra y la garantía de que me lo van a pagar a un precio justo; esto garantiza que acá voy a sembrar con más ganas, en lo que dura esta administración porque después quien sabe cómo nos va”.
Lo único que cuestiona el campesino es la cantidad de maíz que un productor puede vender:
“Solo podemos vender 20 toneladas y que esté registrado con cinco hectáreas, lo ideal sería que nos incrementaran de cinco a diez hectáreas para que podamos vender bien la producción, pero esto aún no se hace”.
De los empresarios, el campesino habla sin tapujo:
“Ahora los empresarios se quejan porque no reciben apoyo, yo les digo que se aguanten como nosotros lo hicimos durante 25 años, nosotros si nos quedamos sin dinero y comida y tuvimos que emigrar para resistir, ellos apenas llevan tres años, que no se compara con los 25 años de neoliberalismo”.
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Este texto se publicó originalmente en Pie de Página:
https://piedepagina.mx/abandonaron-el-campo-mexicano-por-25-anos/