La Calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Todo parece indicar que ahora que la línea 3 del Tren Ligero ya es foco de infección de covid… perdón, ahora que la línea 3 ya está en operación, a Enrique Alfaro se le olvidó el romance fugaz que vivió con Andrés Manuel López Obrador. La buena relación del mandatario jalisciense con el tabasqueño quedó tan sólo en un amor de verano, y ahora que ya el otoño pinta de marrón las hojas—aunque más bien haga la calor de mayo—, a Enrique Alfaro le pareció buena idea retomar su bravata berrinchuda de la alianza federalista.
La que termina ha sido una semana movida para el gobernador. El domingo, para ir calentando motores, salió con un video —recuerden que su anhelo es ser youtuber e influencer— para decirnos que los jaliscienses éramos muy malos por no detener los contagios y que merecíamos castigo… pero no todavía. Lo del domingo fue apenas un aviso, porque su nota principal la tenía montada para el día siguiente, cuando llenó un patio del Cabañas (recuerden que las medidas sanitarias no aplican para los eventos del gobernador ni para la Cervecería Chapultepec) para vociferar a los cuatro vientos que era necesario cerrar filas porque el gobierno federal era malo, muy malo, y no quería darle dinero a los jaliscienses. El maratón apenas comenzaba.
Un día después, López Obrador, el presidente —que primero era malo por mandar malosos a Jalisco a hacer destrozos; y luego bueno por acabar la línea 3; y luego malo otra vez por pichicatear el presupuesto— respondió que lo de Enrique Alfaro era una bravata electorera. Como el jalisciense ha aprendido todo en la vida menos a quedarse callado, ese mismo día arremetió en una entrevista banquetera para amenazar al presidente con sus mismas armas: anticipó que iba a preparar una consulta ciudadana. Para demostrar que iba muy en serio, ese mismo día en un acto público hizo una consulta a mano alzada —Enrique El Consultas Alfaro— preguntando si los asistentes querían más dinero para Jalisco. El resultado, más predecible que un fracaso del Atlas, fue que todos los asistentes, efectivamente, querían más dinero para Jalisco. (El amor-odio aspiracional que tiene Alfaro por López Obrador hace recordar aquella canción de Juan Gabriel: “Te pareces tanto a mí…”.).
El miércoles vino lo que todo mundo sabía que iba a pasar: se apretó el “botón de emergencia”, medida tan caprichosa como insuficiente basada en la evidencia científica de que el coronavirus, como vampiro, nomás trabaja de noche y los fines de semana. Para el anecdotario queda el momento en el que Alfaro interrumpió la exposición de su secretario de Salud nomás para decir que en Jalisco hacemos las cosas muy bien, no como el gobierno federal y todo ese blablablá. El punto es que se nos vienen quince días de semiencierro nocturno.
Como dos almas gemelas, López Obrador le volvió a dedicar otra mañanera (sin albur) a la alianza federalista, y los castigados fuimos nosotros: Alfaro cerró la semana con otro de sus soporíferos monólogos. Ese de plano ya no lo vi.
Lo que sí vi, y parece que Alfaro no, fue el contrainforme que presentaron las familias de las personas desaparecidas en Jalisco, que salieron a refutar la información que el martes había presentado el gobernador en ese tema tan doloroso. Y es que, para no variar, el informe de Enrique Alfaro tiene las cifras más maquilladas que drag en concurso. Y lo peor: las autoridades encabezadas por El Consultas siguen actuando con indolencia y falta de empatía para con los familiares de las y los desaparecidos, quienes han repetido hasta el cansancio que no se les toma en cuenta ni para las investigaciones ni para los informes ni para hacer leyes. (Ah, pero no fueran a jugar Chivas-Atlas porque hasta el estadio va el gobernador y se echa un penalito.)
Y mientras El Consultas Alfaro sigue soltándose el pelo y poniéndose más bravucón que nunca, los jaliscienses siguen haciendo su lucha por sobrevivir en un estado en donde si no te desaparece el crimen organizado lo hace la policía municipal, o la ministerial; donde los mismo puede uno terminar en el Semefo que en un baldío o en una fosa clandestina en plena zona metropolitana; en donde lo mismo le da a uno el dengue o la covid y al final, pase lo que pase, la culpa siempre va a ser de uno mismo.
Y nos va a regañar.