Cuando pensamos en la pobreza, generalmente estamos acostumbrados a imaginarla o relacionarla con estereotipos que nos muestran a un grupo de personas y cosas en específico; incluso, a asumirla desde los prejuicios y los estigmas que históricamente han rodeado a las personas que viven por debajo de las condiciones de vida digna y bienestar.
La realidad es completamente diferente.
Por Christian Cantero/@ChristianChMalv y Mariana Parra / @MarianaParra.Ma1
Foto portada: Christian Cantero/@ChristianChMalv
De acuerdo con el Informe de Pobreza y Evaluación 2020 (Jalisco) del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL):
“Una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una de las seis carencias sociales (rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación) y su ingreso está por debajo de la línea de pobreza por ingresos”.
Lo que significa que una persona en Jalisco puede enfrentar la suma de diversas precariedades o, incluso, experimentar la ausencia de una sola y vivir en condiciones de desigualdad respecto a otra que sí tiene subsanadas sus necesidades básicas, servicios o acceso a determinadas condiciones de desarrollo social, personal y bienestar.
De acuerdo con los resultados de la medición de la pobreza 2018, cerca del 29% de la población de la entidad vivía en situación de pobreza, es decir, 2 millones 337 mil personas, aproximadamente; cerca de 2 millones 93 mil personas estaban en situación de pobreza moderada, mientras que, más de 244 mil personas estaban en situación de pobreza extrema.
Este contexto es necesario antes de conocer las historias y retratos de José Ángel, Erasmo, Carlos y Nicolás; sus rostros representan alguna o varias de las carencias sociales que conforman la vida de la población pobre del estado de Jalisco.
José Ángel:
“La vida sobre una línea blanca de tránsito”
José Ángel, es un hombre joven con discapacidad motriz que, hasta hace un par de años, trabajaba como afilador yendo de su chamba a su casa y de un lugar a otro, mientras disfrutaba de “vivir tranquilo”.
Además de ser afilador, se dedicaba a reparar artefactos, lo que le permitía reunir dinero para comer y “llevar el día a día”. Según recuerda, una oferta de trabajo en una construcción de tres pisos lo llevó a sufrir un accidente casi fatal: cayó de más de 9 metros de altura sobre sus pies. Dice que aún puede recordar cómo sus huesos y sus talones se destruían al tocar el suelo.
Después de aquel evento que casi le arrebata la vida, no ha conseguido recuperar la movilidad de sus extremidades inferiores, pues, al no contar con un seguro
Pies hinchados y entumecidos sobre la lata de pintuta blanca que sirve para pintar las líneas del asfalto.
José Ángel sobre el asfalto pintando las líneas blancas que ayudan a tener un mejor tránsito.
José Ángel sentado sobre su silla de ruedas entre el ir y venir de los autos sobre la calle Bandera.
Erasmo:
“Tengo que hacerlo porque si no, no sobrevivo”.
Erasmo es un señor de 63 años que vive en situación de calle. Por las tardes, recorre la ciudad de Guadalajara con su “diablo”, que jala mientras busca prendas y objetos que la gente le dona para revenderlos. Al final del día, se encamina rumbo a la Calzada Independencia para dormir sobre alguna de sus banquetas.
A los 10 años perdió a sus padres, esto lo orilló a irse al “gabacho” para trabajar. Juntó dinero y regresó a su ciudad, sin embargo, después de un tiempo se percató de que no era suficiente para vivir. Trabajó de fletero y ahora, en ocasiones, chambea como cargador de mercancía en bodegas. Sus ganancias al día van de 60 a 150 pesos, por lo que asegura que: “no es fácil salir de la pobreza”.
Erasmo se gana el alimento de cada día entre bolsas, bufandas y cobijas que carga en su carrito y vende en espacios abiertos. Sin embargo, narra que, dadas las condiciones de “informalidad” en las que desempeña su trabajo, el Ayuntamiento de Guadalajara “le ha quitado sus cosas más de una vez”.
Y, si bien, relata que ha intentado recuperarlas, explica que pagar una multa le resulta mucho más caro que volver a empezar a recolectar nuevamente mercancía para vender:
Carlos:
“Una vida honrada montada en su mototaxi”.
Carlos es un joven de 21 años que maneja un mototaxi, él se describe como “contento y trabajador”. Cree que hasta el momento su trabajo es “uno bueno”, pues considera que a diferencia de un empleo de oficina o “de una empresa” sólo le preocupa no poder contar con un seguro médico y una jubilación.
Quizá, otra de sus preocupaciones hasta ahora, dice, son los prejuicios que rodean a quienes conducen este transporte:
“Siempre he creído que cuando nos ven manejando un mototaxi, creen que somos malandros, que somos irresponsables, que cuando nos ocurre un accidente es porque nos lo merecemos, pero, la verdad es que yo trabajo de forma honrada, así me gano mis pesos, el pan de la mesa”.
De acuerdo con el Informe de Pobreza y Evaluación 2020, Jalisco del CONEVAL, un indicador de la pobreza es: la carencia de un seguro social. Jalisco, por ejemplo, se encuentra en el número 20 de las 32 entidades del país con más ciudadanos y ciudadanas enfrentando esta carencia.
Al mismo tiempo, el Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2018 (IEPDS), reconoce que, para poder ejercer el derecho a la seguridad social de manera efectiva, es necesario mejorar la disponibilidad, accesibilidad y calidad de los mecanismos de seguridad social no contributivos, de manera que el acceso a este derecho no se vea condicionado por la formalidad laboral, el nivel salarial y las prestaciones.
Nicolás:
“Ya para que se la lleve se la dejo a 100 pesitos”.
Nicolas, es un vendedor ambulante que “vive al día” con las ganancias de las plantas de su cosecha.
Con su carrito de madera en mano recorre los alrededores del barrio de Santa Tere en Guadalajara, En este traslada manzanos, parras (planta de la uva) y flores de cempasúchil que espera vender al final del día. Sin embargo, su recorrido va más allá del Área Metropolitana del estado, puesto que, migra a diferentes estados de la República junto a sus compañeros para generar un mayor ingreso.
Con 13 años de edad, Nicolas suspendió sus estudios en la secundaria y tomó la decisión de dedicarse al campo como el resto de la familia en Orizaba, Veracruz, su lugar de origen. Más adelante, comenzó a vender por su cuenta las plantas de su cosecha dependiendo de la temporada.
Nicolás junto a su grupo han expandido la venta y siembra de sus plantas para ampliar sus oportunidades en lugares como Veracruz, Michoacán, Jalisco, Morelos, entre otros estados del país. Aun así, como vendedores ambulantes y, por ende, informales, se ven afectados por la falta de permisos para el comercio de su cosecha en las calles.
Comenta que, si no es el ayuntamiento de la ciudad quienes los “levantan”, son las personas de las plazas en los pueblos quienes les cobran comisión por vender en “su territorio”.
Con el inicio de la contingencia sanitaria por COVID-19 la situación se puso crítica, dice:
“intercambiamos de nuestra cosecha por despensas con ciertas personas” agregó a la plática el señor Nicolas, ya que durante los primeros tres meses no se podía estar en la calle con “tanta facilidad”.
A pesar de las largas temporadas de venta en diversos estados del país, cada año Nicolás y sus compañeros de trabajo regresan a reunirse en su lugar de origen en Orizaba, Veracruz.
Según los datos del CONEVAL, hasta el 2018 el 72.6% de la población en Jalisco estaba en situación de pobreza o de vulnerabilidad por carencias o ingresos, sólo 2 millones 252 mil personas en el estado tienen subsanadas sus necesidades básicas de forma amplia y digna.