“El ser niño no es ser menos adulto, la niñez no es una etapa de preparación para la vida adulta. La infancia y la adolescencia son formas de ser persona y que tienen igual valor que cualquier otra etapa de la vida.”
(Cillero, Brullol,1999).
Por Sara Márquez y Karina Casillas / Integrantes de Maroma: Observatorio de la Niñez y Juventud
El adultocentrismo ha colocado a la niñez en un espacio relegado en la vida social. Es decir, por mucho tiempo no se dedicó un lugar preciso para las niñas y niños. Un ejemplo de ello es que no se estudiaba con amplitud su desarrollo físico, su comportamiento o sus capacidades cognitivas, ni se interesaba en eso.
Hasta hace algunas décadas no existía distinción alguna en el trato de las niñas, niños o adolescentes, incluso, la sociedad y las familias aceptaban y aceleraban su tránsito a la adultez.
Lo anterior se evidencia en la normalización del matrimonio temprano, es decir, cuando las niñas y adolescentes son obligadas a casarse en edades tempranas. Asumiendo con ello un sin fin de responsabilidades no aptas para su edad.
Desde el trabajo en oficios, la vida sexual activa, el embarazo temprano, la maternidad no deseada y los cuidados del hogar. Otro ejemplo, es la incorporación de los niños a actividades laborales, tales como el campo, la ganadería, o algunos oficios familiares que tenían que replicar a cortas edades.
Podemos decir, que poco a poco el estudio de la infancia, o el estudio del desarrollo humano ha tenido mucho avance los últimos años, y se ha dedicado en estudiar de manera integral estas distintas etapas de la vida.
Hemos respondido a bastantes preguntas, sobre: ¿cómo es que aprendemos?, ¿cómo interactuamos?, ¿Qué pensamos cuando niños?, ¿Que los hace diferentes? ¿Cómo relacionarnos con ellos? ¿Cómo le digo tal cosa? ¿Qué pasa en su cuerpo, su cerebro, su mente, su espíritu? ¿Cómo hago para que tengan un óptimo desarrollo?
Cuando hablamos de la educación occidental, mencionamos los conceptos, enseñar, instruir, corregir, impulsar, demostrar, y últimamente la palabra “competencia”. Pero muy poco de escuchar, analizar, re-habitar, observar. Detenernos a analizar qué es lo que necesitan.
Si buscamos el significado de la palabra “deconstrucción” encontramos:
“deshacer analíticamente los elementos que constituyen una estructura conceptual”.
Pensemos pues en lo primero, deshacer analíticamente el primer concepto: “el estudiante”, enfocándonos en un estudiante de primeros grados, preescolar, primaria, secundaria, pero ¿cómo deshacemos este sistema social, que no nos habla del estudiante como un individuo independiente (cada cabeza es un mundo), sino como una máquina de “copy and paste, en donde la productividad, la competencia y el concepto del “éxito neoliberalista” dirigen el aprendizaje?
Tenemos incluso los ejemplos de las escuelas que imparten, no sólo las materias básicas, si no también materias de religión. Lo analítico pasa entonces a segundo término, las decisiones del individuo, sus gustos y disgusto por los temas quedan a un lado, formando así adultos preocupados por ser asalariados y competentes en una sola cosa, como primer objetivo en la vida. Generando baja autoestima y enfermedades como estrés, ansiedad y depresión.
En la actualidad se ofrecen pedagogía más libres, cómo es Montessori, Waldorf, Pikler, Reggio Emilia, enfoques de disciplina positiva, crianza con apego, movimiento libre, que nos muestran el interés por el proceso de desarrollo de la niñez y juventud.
El respeto y el vínculo con sus necesidades, la escucha y el reconocimiento cómo individuos capaces, rompiendo con las estructuras clásicas de educación pública o no estructuradas en el aprendizaje, donde uno habla y los demás solo escuchan, y repiten o memorizan.
Aunque hasta ahora, no son alcanzables para cualquier sector o clase social, gracias a sus altos costos, o pocos planteles, en donde sólo entra cierta parte de la población. Estas pedagogías podrían ser replicadas de manera sencilla tan solo con empatía y escucha activa.
La deconstrucción es un proceso, largo y a veces confrontante que nos obliga a deshacernos de los patrones impuestos, pero es algo que nos concierne a todos y todas, y que con pequeñas acciones que podemos hacer todos los días, tales como tomar en cuenta sus decisiones, escuchar lo que están diciendo, entender su proceso y su nivel de desarrollo, atender sus necesidades no sólo físicas, también emocionales y espirituales, brindarles y garantizarles todos los derechos humanos que como niños, niñas y adolescentes merecen.
En la actualidad, las herramientas en línea nos permiten ampliar las posibilidades y conocer sobre estas pedagogías. Es tarea de todos defender el discurso de que los niños y jóvenes son individuos con necesidades y pensamientos de valor igual, ejercer el respeto en la crianza, para tirar las estructuras, para que estas nuevas pedagogía no se monopolice, ni se contradigan desde el capital y la visión patriarcal y clasista.