Con siete meses de existencia, familiares de personas desaparecidas en la ribera de Chapala se han agrupado para exigir búsqueda inmediata y aparición con vida de sus seres queridos.
Reconocen el riesgo que implica alzar la voz en una región donde las desapariciones ocurren con lujo de violencia y al amparo de las autoridades; sin embargo, no están dispuestas ni a callar ni a quedarse quietas.
Esta es la historia de la agrupación “Guerreras Unidas por Chapala”.
Por Dalia Souza / @DaliaSouza y Darwin Franco /@DarwinFranco
A ellas no sólo las une el amor sino también la impotencia y el coraje que les da el ver que para las autoridades municipales en la ribera de Chapala: sus seres queridos desaparecidos son invisibles.
Cansadas de esperar una respuesta y ante el incremento de las desapariciones en municipios como: Chapala, Jocotepec y Poncitlán; un grupo de mujeres crearon, en diciembre de 2019, el colectivo: Guerreras Unidas por Chapala, el cual tiene como principal objetivo buscar y encontrar a sus seres queridos.
El colectivo comenzó a formarse tras la iniciativa de Silvia Celis, quien busca a su esposo Martín Mendoza Real y a su hijo, José Martín Mendoza Celis, quienes fueron desaparecidos el 23 de diciembre de 2019 en Chapala, Jalisco.
Su angustia y desesperación al no encontrarlos, la llevó a contactarse con otros colectivos del país, pues quería saber qué se debería de hacer para comenzar a buscarlos y qué le debía de exigir a las autoridades encargadas de su búsqueda.
Al primer grupo que contactó fue a Guerreras en busca de nuestros tesoros, Nayarit, después comenzó a platicar con las madres del colectivo Por Amor A Ellxs de Guadalajara.
Las charlas con sus integrantes, el intercambio de mensajes vía Facebook y WhatApp; así como la serie de recomendaciones que le fueron dadas, le permitió a Silvia contactar a otras familias que, como ella, también vieron desaparecer a su familia sin que las autoridades movieran un sólo dedo para impedirlo.
“A la primera persona que contacté por Facebook fue a Estefany… vi que ella estaba como yo, con su hijo y esposo desaparecido; después ella me ayudó a contactar a más mujeres… luego llegó Maura, después Lourdes, y así cada una de las que ahora conforman el colectivo. Todas nos juntamos en diciembre del año pasado cuando nuestras desapariciones eran recientes; así que veníamos a la presidencia municipal de Chapala para pedir que se hiciera algo, para pedir que los buscaran en alguna casa de seguridad o en los sitios donde creíamos que podrían estar nuestros seres queridos… nos prometieron que lo harían, pero nos dejaron solas”, señaló Silvia.
Sus primeras denuncias y frustraciones las comenzaron a compartir en sus perfiles de Facebook, lo cual permitió que más personas las contactarán para contarles, lamentablemente, sobre la desaparición de sus familiares.
Con más integrantes también llegó el miedo, el hostigamiento y las amenazas porque estaban siendo las primeras en dar visibilidad a las desapariciones en la región; por ello, los primeros meses de búsquedas fueron “en la clandestinidad”, aseguró Silvia.
Sin embargo, la reciente desaparición de Griselda, Adán y Wenceslao, ofreció al grupo una oportunidad única para realizar, junto con las familias de estos jóvenes ya localizados, la primera marcha por las y los desaparecidos de la ribera de Chapala.
Región, donde a decir de Guerreras Unidas por Chapala, existen de diciembre de 2019 a la fecha más de 30 desaparecidos, aunque de acuerdo a la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas de la Fiscalía del Estado de Jalisco, con sede en El Salto, en sus registros sólo tienen 20 denuncias presentadas.
Sin embargo, muchas de las denuncias no están contabilizadas en esa Unidad que se creó en enero de 2020, ya que varias querellas se interpusieron en la Fiscalía Especializada en Desaparición de Personas, ubicada en Guadalajara, y es fecha que entre ambas instancias de la misma dependencia: no logran compaginar sus registros.
Por lo pronto, el desfase puede corroborarse tan sólo con las más de 30 integrantes del colectivo, las cuales presentaron sus denuncias por la desapariciones de sus seres queridos ocurridas entre diciembre de 2019 y mayo de 2020.
“Nosotras hemos pedido que se hagan las búsquedas, que realicen cateos y que se abran las fosas porque sabemos que las hay y no las han querido abrir… ahora nos dicen que es por el tema del COVID, pero ya desde antes había fosas y no hicieron nada… lo único queremos es que si hacen algo que nos digan y nos avisen; sin embargo, creemos que todo esto es político por eso no quieren hacer nada”, expresó Silvia.
Aunque también aseguran que se hace muy poco porque son las propias policías (estatal y municipal), las que participan en las desapariciones, tal y como pasó con Luis Eduardo Pérez Solís, hijo de Josefina Solís, a quien se llevaron junto con Héctor Manuel Trujillo, el 23 de noviembre de 2019:
“Mi hijo me marcó para decirme que lo habían detenido los policías estatales y que lo tenían en Ixtlahuacán, pero de ahí ya no se supo más nada. Han sido siete meses de angustia y de infierno porque no sé dónde está mi hijo. Yo no busco culpas ni culpables, sólo busco a mi hijo vivo o como sea que esté, pero aquí el presidente municipal no tiene esa angustia, ojalá que nunca se le lleven a ningún familiar porque, entonces sí, va a sentir lo que sentimos y comenzará a realizar algo”.
Para las integrantes de Guerreras Unidas por Chapala, las características de las desapariciones en la región están vinculadas con la actuación impune de hombres armados que se llevan a las personas de sus propias casas o de la vía pública; lo cual hacen porque las autoridades no sólo dejan que esto pase sino que lo justifican señalando que “si eso les pasó a sus familiares es porque seguro en algo andaban”.
“Pero esto no es así, nuestros familiares son personas trabajadoras que se ganan la vida de manera honesta; así que no es justo que unos cabrones se los lleven… Nosotras los queremos vivos, queremos que nos los regresen porque ha pasado mucho tiempo ya desde que se los llevaron; así que no es justo que nos los criminalicen. Con mis familiares lo que pasó es que se los llevaron cuando mi hijo acompañó a su papá a realizar un presupuesto; la vida es realmente injusta con los nuestros porque no sólo padecen una desaparición sino también tienen que aguantar que los traten como si fueran unos delincuentes”, concluyó Silvia.
Silvia Solís, integrante de Guerreras Unidas por Chapala.
Desaparecer en la ribera de Chapala
La ribera de Chapala está conformada del lado de Jalisco por los municipios de Chapala, Poncitlán, Ocotlán, Jamay, Jocotepec, Tuxcueca y Tizapán el Alto, y del lado de Michoacán por Cojumatlán de Régules, Venustiano Carranza y Briseñas.
Pese al potencial turístico que les brinda el albergar al lago más grande de México, la región está, desde hace años, acechada por la delincuencia y el crimen organizado.
Conforme al Registro Nacional de Personas Desaparecidas (RNPED), cuya última actualización ocurrió en abril de 2018, en los municipios de la ribera de Chapala se habían registrado, entre 2010 y 2017, 117 desapariciones (95 en el estado de Jalisco y 22 en Michoacán).
Desglosando la incidencia de este delito por municipio en Ocotlán ocurrieron 45 desapariciones; Chapala (15); Tizapán El Alto (15), Jocotepec (13), Poncitlán (12) y Tuxcueca (5); del lado de Michoacán en Venustiano Carranza ocurrieron 13 desapariciones; Briseñas (5) y Cojumatlán de Régules (4).
Aunque formalmente, Ixtlahuacán de los Membrillos no forma parte de la ribera de Chapala por su cercanía también padece los estragos de la violencia y abuso policial, este fue el municipio donde ocurrió la detención arbitraria y ejecución extrajudicial de Giovanni López, el pasado 4 de mayo.
En este municipio, conforme al RNPED, se han denunciado 17 desapariciones entre 2012 y 2017; sin embargo, las integrantes de Guerreras Unidas por Chapala saben de familias que también allá tienen desaparecidos, pero tienen miedo de hacerlo público.
Uno de los hechos violentos que más se recuerdan en el municipio ocurrió el 9 de mayo de 2012 cuando se localizó un vehículo con los cuerpos de 15 jóvenes a los que se les desapareció sólo para mandar un mensaje a un grupo rival de la delincuencia organizada. Muchos de estos jóvenes, posteriormente se supo, vivían en Chapala, Jocotepec e Ixtlahuacán de los Membrillos.
Ese mismo año también se denunció la desaparición de Álvaro Corona Piceno, ex director de la Policía Municipal, a quien lo desaparecieron el 3 de agosto cuando viajó a Ixtlahuacán para cerrar la venta de unos terrenos.
El ex comandante renunció a su puesto por no estar de acuerdo con la manera en que desde la Presidencia Municipal, encabezada en ese entonces por Carlos Méndez Gutiérrez, se querían realizar las labores de seguridad. El jefe directo de Álvaro era Eduardo Cervantes Aguilar, quien fungía como Secretario General del Ayuntamiento y con el que tuvo mayores diferencias.
Hoy Cervantes Aguilar es el presidente municipal de Ixtlahuacán de los Membrillos. La familia Corona Piceno señaló públicamente, el 29 de noviembre de 2016, que en la desaparición de Álvaro estaba involucrado Cervantes Aguilar, pero es poco lo que se ha investigado al respecto.
En este proceso de búsqueda, la familia Corona Piceno no sólo perdió a Álvaro, sino también a Gerardo, a quien asesinaron el 19 de abril de 2017. La familia asegura que esto pasó como una represalia a sus denuncias y búsqueda.
Producto de la no actualización del registro nacional de personas desaparecidas y por el no desglose del número de desapariciones por municipios en el Sistema de Información de Víctimas de Desaparición (SISOVID) en Jalisco; no se tiene información específica sobre el número de personas desaparecidas en la región en 2018 y 2019.
Sin embargo, la Comisión Nacional de Búsqueda de la Secretaría de Gobernación -a través de una solicitud de transparencia- señaló que en Chapala, uno de los municipios más relevantes de la ribera, en 2018 se denunciaron 16 desapariciones y en 2019, fueron 15 las personas a las que se les catalogó como desaparecidas.
En lo que va del 2020, conforme a la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas de la Fiscalía, con sede en El Salto, se tienen 20 denuncias.
Esto significa que desde enero de 2011 al 31 de mayo de 2020, se han presentado oficialmente: 66 denuncias por desaparición en Chapala.
En el mismo periodo de tiempo, conforme a la Comisión Nacional de Búsqueda, se localizaron a 17 personas que habían sido reportadas como desaparecidas; 15 de ellas con vida y, lamentablemente, dos sin ella.
El 15 de junio de este año, se localizaron a ocho personas más que también habían sido reportadas como desaparecidas, entre ellas se encontraban Griselda, Adán y Wenceslao.
Pese a la estadística oficial, el recuento que tiene Guerreras Unidas por Chapala indica que las desapariciones en la región son mayores a las reconocidas por las autoridades, pues el colectivo está integrado por más de 30 personas y todas ellas tienen denuncias ante la Fiscalía, pero no todas han sido reportadas a la estadística oficial que lleva el recuento de las desapariciones en la región, al menos, no en 2019 y 2020.
“Lo único que queremos es recuperarlos, vivos o muertos, sólo queremos que nos los regresen”
A continuación algunas de estas historias de búsqueda y denuncia de varias de las integrantes de Guerreras Unidas por Chapala.
Francisco Carrizal González
Francisco Carrizal González fue desaparecido el 18 de enero de 2020, dice su madre, la señora Zenorina. A él se lo llevaron también, pero cuando se encontraba dentro de su casa junto con su familia; eran cerca de las 8:30 p.m. recuerda su mamá, entraron tres sujetos mientras otro los esperaba afuera. A Francisco se lo llevaron y a su familia la dejaron atemorizada, tirada en el piso y con un dolor que jamás imaginaron sentir, el de una vida incompleta a la que le falta una de sus partes, “una vida que no es vida”, dice la señora Zenorina:
“Estamos como todas las madres, muy preocupadas, ahora sí que no tenemos vida ya”.
Ella no quiere culpables, ¿qué diferencia haría?, se pregunta. Tampoco acusa a nadie porque asegura que es muy poca la información que tiene sobre por qué se llevaron a su hijo; sin embargo, de lo que sí está segura es del actuar que tendrían que tener quiénes deben ayudarle a buscarlo, las autoridades:
“No estamos demandando a nadie, ni estamos acusando a nadie porque no sabemos nada, pero sí que nos escuchen las autoridades para que nuestros hijos regresen. A él se lo llevaron de mi casa a las 8:30 de la noche, entraron tres sujetos y se lo llevaron, a nosotros nos aventaron al suelo mientras otro los esperaba afuera. Se dio parte a la policía y pues fui también a la Fiscalía, levanté denuncia pero no hemos encontrado respuesta de ninguna parte”.
Francisco tiene 35 años y trabaja de albañil. Su madre, al igual que la madre de Brayan, sólo pide que se lo regresen, como sea, pero que se lo regresen; que las autoridades y quienes se lo llevaron se conduelan de su dolor y de esta ausencia que no desean a nadie:
“Yo sólo quiero pedir a las autoridades que por favor se conduelan de todo el dolor de las mamás y que piensen que en algún momento, Dios no lo quiera, pueden tener un problema igual. Yo no se los deseo a nadie, ni a mi peor enemigo le deseo algo así. Simplemente que se pongan a pensar que de este mundo nadie escapamos a la justicia divina, que por favor nos regresen a nuestros familiares en el estado que estén, por favor, queremos saber de ellos”.
La casa de Francisco está ubicada en el Barrio de Santa María, a un costado de la casa del presidente municipal; pero nadie hizo nada.
Humberto Barajas Centeno
“Desde que se lo llevaron no hemos sabido nada, tampoco hemos tenido ningún tipo de apoyo de las autoridades… No podemos confiar en nadie porque consideramos que todos están coludidos. En Fiscalía es lo mismo, pues sólo nos traen a vueltas y vueltas y nada. Lo que yo quiero es que me regresen a mi hijo porque sin él se te acaba todo, se te destroza el alma”.
Marco Antonio Santos
“A mí las autoridades no me han dicho nada… haga de cuenta de que los tragó la tierra. Aquí las autoridades no nos hacen caso porque sus policías están involucrados… No es que uno los juzgue, pero hemos visto lo que ha pasado, a mi hijo junto con otros cuatro personas fueron detenidos por policías municipales, pero no los llevaron a ningún lado, los desaparecieron. Esto me ha dejado con un sabor muy amargo entre los labios”.
José Enrique Jiménez Amezcua Mendoza
A José Enrique Jiménez Amezcua Mendoza “lo levantaron”; también se lo llevaron cuando estaba dentro de su casa. Su madre, la señora María Guadalupe, había ido a un mandado y cuando volvió, sólo pudo observar que afuera de su hogar había un automóvil gris con un hombre que le estaba impidiendo el paso:
“Me dijo uno “no, no pase” y yo le dije “por qué no, es mi casa”. Me lo estaban golpeando enfrente de mis nietos y de una hija mía, me lo golpearon muy feo” relata la señora María Guadalupe quien recuerda que no “aguantó” y tuvo que huir en busca de ayuda.
Poco después llegó el padre de José Enrique, él intentó sacarlo de ahí, pero las personas que lo habían golpeado le dijeron que tendrían que llevárselo pues “le iban a dar trabajo”. Le pidieron incluso, que fuera él mismo quien les ayudara a subirlo al automóvil que aguardaba afuera, que después regresaría.
En medio de amenazas, José, malherido e incapaz siquiera de moverse, fue cargado por su padre hasta el vehículo, quien no se cansó de pedir que se los llevaran juntos; la única respuesta que obtuvieron fue “ahorita lo vamos a devolver”, pero ya han pasado cinco meses desde aquel 3 de enero de 2020:
“Al ratito llegó su papá de mi hijo y a él lo hicieron que lo sacara para afuera que “porque le iban a dar trabajo” y su papá lo bajó como pudo porque mi hijo no podía caminar por los golpes. Y dijo su papá, “yo voy y lo llevo a donde está el carro” y lo amenazaban a mi hijo con pistola y todo, le dijeron “ahorita lo vamos a devolver”, entonces, lo que hizo su papá fue dejarlo y se lo llevaron pero ya no lo regresaron desde el 3 de enero de 2020”.
José tiene 33 años, los cumplió el 7 de enero, cuatro días después de haber sido desaparecido.
José Alfonso Tavarez Guzmán
“A mi hijo y a su papá, los privaron de su libertad fuera de la casa, venían regresando de un trabajo cuando unos hombres se los llevaron. Primero pensamos en algo bajito: los detuvieron o tuvieron un accidente, pero los desaparecieron. Aquí no pudimos denunciar porque no había nadie en el ministerio público, así que fuimos hasta Guadalajara, allá se denunció por separado porque mi hijo era menor de edad cuando se lo llevaron. Nosotras lo único que pedimos es ser escuchadas y que se atienda nuestras demandas”.
Estéfany Hernández, madre de José Alfonso Tavarez Guzmán (18 años), quien fue desaparecidos el 17 de diciembre en Chapala.
Alfonso Tavarez Contreras
“Lo que nosotras pedimos es la búsqueda porque hasta ahora no han encontrado nada, ni una ropa, nada; por eso pedimos que investiguen realmente porque no es posible que no se sepa nada si ya pasaron casi siete meses desde que se llevaron a mi sobrino y hermano de su casa en la colonia Riveras del Pilar. Nosotros queremos que realmente, los busquen”.
Juan Pablo Romero Ríos
Edith busca a su esposo, Juan Pablo Romero Ríos, fue desaparecido el día 7 de diciembre de 2019, aproximadamente a las 9:30 p.m. “Lo levantaron” asegura, un grupo de tres personas armadas cuando se encontraba en el taller donde trabajaba, a exactamente una cuadra de su casa. Juan Pablo había ido a dejar una herramienta, pero ya no regresó:
“A mí me avisan hasta el día siguiente, aproximadamente a la 1:00 de la tarde me preguntan que si yo tengo alguna razón de él, porque ellos sabían que se lo habían llevado. Cuando a mí me avisan yo empiezo a buscarlo, desgraciadamente a mi me confirman hasta las 8:30 de la noche que efectivamente se lo habían llevado”.
Aunque Edith está segura que muchas personas fueron testigos; no obstante, como le sucedió a otras de sus compañeras, nadie quiere hablar, nadie quiere ni quiso ofrecerle alguna información que le permita estar más cerca del paradero de su esposo:
“Pregunté a mucha gente que vio, pero nadie quiere hablar, lo único que me decían era que no sabían nada y que no habían visto nada”.
Tras confirmar su desaparición, relata Edith, fue a presentar su denuncia ante la Delegación Regional de la Fiscalía del Estado de Jalisco en El Salto, ahí se pasó todo el día para que al final, las autoridades demoraran casi tres semanas en acudir a realizar la búsqueda de su marido:
“Fui a levantar la denuncia y me pasé todo el lunes levantando la denuncia en El Salto, desgraciadamente todo esto es muy tardado, al final tardaron casi tres semanas en venir a checar el lugar donde se lo habían llevado”.
Ante la inacción de las autoridades y luego de que una amiga cercana, quien también tiene a un ser querido desaparecido, le invitara a formar parte del colectivo Guerreras Unidas por Chapala, pudo confirmar que el quehacer del Estado en sus tres niveles de gobierno carece de voluntad política para buscar a las y los desaparecidos de este país. Muestra de ello, asegura, es la carpeta de investigación de su esposo, quien a cuatro meses de haber sido presentada no tiene avances:
“Aproximadamente hace un mes me vengo enterando que no habían hecho nada, que lo único que decían es que habían ido al taller y que estaba cerrado, cuando siempre hay mucha gente en el taller, pero nadie me da información”.
Juan Pablo trabaja haciendo instalaciones de gas, como mecánico y como albañil, así que él decía que era “un mil chambas”. Hace apenas unas semanas cumplió 36 años, lamentablemente lejos de casa y de los suyos.
A seis meses de su desaparición, Edith sólo espera encontrarlo como Dios quiera:
“Ya independientemente, ya son seis meses Dios quiera que lo encuentre con vida, pero si no, que me lo regresen ya como sea, que lo regresen, queremos encontrarlo”.
En su búsqueda, Edith ha sido perseguida y vigilada; sin embargo, está segura que, no se cansará de buscarlo hasta encontrarlo, por ella, por sus hijos y por la familia de Juan Pablo, quienes se encuentran enfrentando por segunda ocasión la desaparición de uno de sus seres queridos:
“A mí me estuvieron vigilando un mes después de que se llevaron a mi marido para saber qué era lo que estábamos haciendo. Hace nueve años pasó lo mismo, es la segunda persona de la familia que se llevan, la vez pasada recibieron amenazas, pero esta vez no hemos parado”.
Francisco Oswaldo Rodríguez González
Martha busca a su compañero de vida, Francisco Oswaldo Rodríguez González, quien fue desaparecido el 16 de diciembre del 2019 luego de acudir a entregar un celular:
“Él trabajaba arreglando teléfonos celulares, ese día a las 9:00 de la noche me dijo que iba a entregar un teléfono, desde entonces no sé nada de él”, señala.
A seis meses de su desaparición, Martha no ha recibido “ninguna información por ningún lado”, por ello, sólo pide que “lo regresen vivo o muerto, pero que me lo regresen”.
Brayan Gabriel Ángel García
La señora Ana María, busca a su hijo Brayan Gabriel Ángel García, un joven de 16 años que fue desaparecido a escasos 30 metros de la puerta de su casa, el 21 de agosto de 2019.
“Ya van a ser 10 meses” señala su madre, y parece que no importa cuántas veces llame a fiscalía, pues siempre la respuesta es y ha sido la misma “no hay nada”. Aun cuando se trata de la desaparición de un menor de edad, ni las autoridades en el estado, ni las municipales fueron o han sido capaces de activar el mecanismo de búsqueda inmediata Alerta Amber; su rostro, el rostro de Brayan, no ha aparecido en ninguna red social oficial y tampoco se llevaron a cabo búsquedas u operativos para encontrarlo.
A la par de la omisión de las autoridades, advierte la señora Ana, la insensibilidad de éstas y de algunos sectores de la sociedad, han vuelto más doloroso su caminar durante estos 10 meses en la búsqueda de Brayan. Y es que, ella está segura que, no existe una razón con validez suficiente que permita atribuir a las y los desaparecidos, así como a sus familias, el crimen del que son víctimas y con el que luchan todos los días.
La gente dice “a lo mejor se llevaron a sus hijos porque andaban haciendo algo malo”; pero “¿por qué siempre tienen que creer que andan haciendo algo malo para llevárselos?” se cuestiona la mamá de Brayan:
“Yo tenía entendido que a mi hijo se lo llevaron por un amigo que le puso una trampa o algo así, por qué la gente siempre va a tener malos comentarios, cuando mi hijo es un muchacho que le gusta el deporte, entrenaba niños porque le gusta el futbol, el box, cuando no hacía una, hacía la otra, pero puras actividades deportivas”.
Brayan tiene 16 años y en sus planes está estudiar la secundaria abierta; disfruta de los deportes, particularmente del futbol, a decir de su mamá, puede pasar todo el día entre cancha y cancha si lo invitan a jugar. Además, entrena a un grupo de niños a quienes les enseña todo sobre este juego:
“Él es un chico que le gustaba el deporte, porque ahorita no estaba estudiando porque planeaba terminar su secundaria abierta, pero cuando él no estaba haciendo nada en casa se iba a trabajar con mi esposo; es decir, no era como que iba a andar en la calle haciendo vagancias, porque tenía su equipo de futbol de niños que entrenaba. Los domingos se la podía pasar en el campo todo el día, si una persona lo invitaba se podía ir todo el día, por qué, porque era una cosa que le gusta”
Lo único que quiere esta madre buscadora es que le regresen a su hijo, vivo o muerto, dice, lo único que quiere es encontrarlo, que se lo traigan de regreso.
Frente a las puertas que ha visto cerrar una y otra vez en la búsqueda de su amor desaparecido, de su Brayan, el dolor ha sido algo inevitable, pero que ha aprendido a continuar con la encomienda de verlo regresar:
“Los comentarios que a veces la gente te hace son hirientes, pero es peor cuando vienes a buscar ayuda y no te la dan, te cierran las puertas, quieres hablar con la policía que supuestamente está para ayudarte, pero no lo hace, al contrario, muchas de las veces te tienes que aguantar el dolor que estamos pasando, desde la angustia de no saber qué está pasando con ellos, si los están obligando a hacer algo que no quieren, pero sobre todo, la angustia de no saber si viven o no”
Hay personas que vieron cuando se llevaron a Brayan, pero el miedo que rodea a esta ciudad, a esta región, a este estado, ha impedido que alguien ofrezca información sobre su paradero o sobre quienes se lo llevaron.