El 2 de octubre de 1968 es considerada una fecha de luto nacional. Aquella noche fueron asesinados estudiantes y civiles que eran parte de un movimiento que buscaba justicia y democracia. El movimiento no residìa únicamente en el centro del país, cada vez se expandía a través del territorio nacional, pero al llegar a Jalisco se topó con una resistencia que invisibilizaría la lucha de los estudiantes y, a la vez, también dejaría oculta la alianza entre el Estado y la Universidad de Guadalajara.
Este reportaje tiene como propósito contar cómo se vivió el Movimiento Estudiantil del 68 en Jalisco y entender el proceso de lucha y resistencia que dieron en esos años los estudiantes de la Universidad de Guadalajara. Para facilitar la relación de los hechos se presentarán tres etapas del movimiento: la primera, que abarca todo lo acontecido antes del 2 de octubre; la segunda, hará un recuento del 2 de octubre y la semana posterior y; la tercera, hablará de lo que vino después de ésta fecha.
Por Abi López/@abivalerial
Uno de los personajes principales en este movimiento en Guadalajara fue la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG). Ésta nació en 1949 bajo la directriz de la Dirección Federal de Seguridad, una dependencia política para el espionaje del Estado Federal. La FEG funcionaba como un órgano de espionaje y de control dentro de las preparatorias y facultades para rendir cuentas al Estado. Una de sus características era que no permitía candidatos ni estudiantes opositores, y quienes se atrevían a enfrentarlos eran secuestrados y/o torturados.
En 1966, Gustavo Díaz Ordaz, a dos años de haber sido nombrado presidente electo, se reunió con el Consejo General Universitario (CGU). En esta reunión se dialogó con estudiantes de la FEG con el propósito de mantener alianza con el presidente y esclarecer el futuro tanto de la Universidad de Guadalajara como el resto de las universidades públicas. La UdeG había dejado en claro que sus intenciones se basaban en mantener una relación estrecha con el Estado, pero principalmente, con el Licenciado Díaz Ordaz.
Mientras que la FEG seguía articulandose con el gobierno, tanto federal como estatal, en distintas facultades se formaban grupos de estudiantes independientes que buscaban nuevas formas de democratizar la universidad. Realizaban actividades culturales e, incluso, formaron sus propios periódicos estudiantiles.
Durante las vacaciones de verano de 1968, Carlos Sepúlveda, estudiante de la Facultad de Contaduría, y sus compañeros comenzaron a darle seguimiento a la información periodística que se distribuía en la ciudad. Algunos leían periódicos mientras que otros escuchaban la radio. Estaban interesados en saber si se publicaba información respecto al movimiento estudiantil que recién comenzaba a hacerse visible en la Ciudad de México, pero nunca dieron con dicha información. Los medios de la Guadalajara del 68: “estaban interesados en seguir contando con la publicidad oficial, es decir, con presupuesto, y por esto no se publicaba información que alterara a los ciudadanos”, explica.
El 1 y 2 de agosto, Gustavo Díaz Ordaz visitó, nuevamente, la ciudad de Guadalajara con el propósito de su gira presidencial. El 26 de julio se realizó la primera marcha estudiantil en el Distrito Federal y unos días después, el 30 de julio, en una escuela preparatoria el ejército lanzó un bazucazo a la puerta principal, esto provocó la muerte de estudiantes y otros más resultaron heridos. El presidente Díaz Ordaz aprovechó su gira en la Escuela de Agronomía para explicar a los presentes que no esperaba un comportamiento similar de los estudiantes de la UdeG, así que invitó al presidente de la FEG de aquellos años, Enrique Alfaro Anguiano (padre de Enrique Alfaro, gobernador electo en Jalisco), a difundir el mensaje entre sus compañeros y a seguir sirviendo a México.
Carlos menciona que después de los dos hechos en la capital, “una comisión del Consejo Nacional de Huelga (CNH) fue mandada para Guadalajara; llegaron a las oficinas de la FEG para pedir ayuda y explicar lo que estaba pasando, pero los oficiales de la FEG los amenazaron, los golpearon y los llevaron a las afueras de la ciudad bajo la advertencia de que si regresaban “los iban a matar”. Con este hecho, la CNH vio a los jaliscienses como seres ajenos al movimiento estudiantil y ya no regresaron buscando ayuda.
El Movimiento Estudiantil fue calificado por el Estado como una conspiración comunista. Al saber de los miembros del CNH en la ciudad de Guadalajara, los oficiales de la FEG cumplieron con su promesa de ser aliados del Estado. Después de este acontecimiento la FEG nombró a Carlos Morales García, un exiliado de Guatemala por asesinato, a ser el líder policial. Así fue que comenzaron a vigilar los centros universitarios día y noche, y el recién construido edificio de la FEG (ahora futuro planetario de la ciudad) se convirtió en una especie de prisión y campo de tortura para los estudiantes opositores. Ahí se realizaban patrullajes nocturnos para mantener en control toda la red universitaria. Los estudiantes opositores que no se vieron detenidos por estos sucesos comenzaron a pintar las paredes, hacer y pegar carteles que demostraban su inconformidad con todo lo que estaba sucediendo.
“El 27 de agosto tuve la oportunidad de participar en la marcha, allá en el Distrito Federal, me fui en tren, me acompañó mi hermano. Mi primo estudiaba allá y él nos llevó a la marcha. Había muchísima gente. Simbolizaba la unión nacional, sobre todo porque participaban las mujeres, participaban las mamás de los estudiantes presos. La creatividad en el movimiento era impresionante y yo me traje miles de volantes”, contó Carlos, y siguió: “El 2 de septiembre era el regreso a clases y ese día yo me puse a repartir todos los volantes. Un amigo me dijo ‘Sepúlveda, ¿no te da miedo hacer eso? Luego van a venir Los Gorilas (grupo de porros de la FEG)’, pero yo le dije ‘¿por qué voy a tener miedo?, si yo estoy repartiendo información para que la gente se informe de lo que está pasando, que no vivamos a oscuras, yo me sentía muy seguro’ y seguí repartiendo todos los que me traje de la marcha”.
El ambiente comenzaba a ser más violento de lo normal pues en esas primeras semanas de clases, la FEG hacia grajeadas a cualquiera que se les atravesaba en su camino. Las grajeadas eran una especie de novatadas, pero con un nivel de violencia mucho más alto; Bertha Gutiérrez (Tita) comenta que los de la FEG bañaban en chapopote a los estudiantes, los llenaban de plumas y los rapaban. A pesar de no estar directamente relacionada con el movimiento de los estudiantes independientes de la UdeG, siempre se mantuvo solidaria y hasta 1970 comenzó su participación directa con el movimiento estudiantil en la ciudad.
Poco después del regreso a clases, se realizó la Marcha Silenciosa del 13 de septiembre de 1968 en la que participaron aproximadamente 600 mil personas. En Guadalajara, los medios seguían callando y los estudiantes, por la opresión por parte de la FEG, también.
La fecha del genocidio estaba próxima y la FEG seguía dominando cada espacio universitario. Los grupos de resistencia estudiantil recién comenzaban a consolidarse en las distintas facultades (Química, Filosofía y Letras, Leyes, Economía, Contaduría y Artes), aunque aún no tenían la organización y fuerza suficiente para rebelarse contra los Gorilas.
Las armas y la fuerza bruta de los Gorilas terminaron aplastando los intentos de rebelión, incluso, desde antes del inicio del movimiento.
Carlos Sepúlveda recuerda que la presión y hostigamiento de la FEG no permitió que el movimiento estudiantil del 68 creciera en Jalisco (Foto: Abi López).
Aproximadamente a las 6:10 de la tarde comenzó la masacre del 2 de octubre. Carlos escuchó la noticia en el radio. Ahí se hablaba de un franco tiroteo en contra los policías de parte de los estudiantes que estaban en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco; entre 15 y 25 personas murieron ahí. Tita, por su parte, leyó a la mañana siguiente en un periódico una pequeña nota que hablaba de un enfrentamiento entre estudiantes y autoridades: “Las personas creían que el mismo 3 de octubre el pueblo se levantaría en armas, pero eso no fue lo que sucedió”, precisó.
Los juegos Olímpicos estaban a la vuelta de la esquina, eran las “Olimpiadas de la Paz”. El gobierno estatal y federal querían mantener la imagen de un México consolidado y en paz, aunque lo recién ocurrido contradecía por completo aquella imagen. Tita se había enterado que una periodista italiana de apellido Fallaci, había asistido al mitin del 2 de octubre. La periodista vivió a sangre propia aquel atentado contra los estudiantes. A los días siguientes un comunicado llegó a Italia, donde decía que en México asesinaban a los estudiantes. Sin embargo, esto no fue impedimento para realizar las Olimpiadas.
En Guadalajara, los estudiantes que poco después se convertirían en la Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER) en conjunto con la Juventud Comunista organizaron un paro de tres días. El primer día de paro hubo una asamblea, Carlos comenta que “el presidente estudiantil llegó con sus ‘guaruras’ y detuvieron todo, comenzaron a golpear y sacarlos del lugar. A las compañeras las agarraron y las bañaron de una manera brutal”.
Tita cuenta que su amigo Víctor, de la facultad de Economía, se encontraba en una asamblea en donde ahora es el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI) cuando llegaron Los Gorilas. Intentó huir pero, finalmente, lo atraparon, lo maniataron y lo condujeron hasta la barranca; allí, lo amenazaron de muerte. Con el resto de las asambleas pasó lo mismo, las armas y la fuerza bruta de los Gorilas de la FEG hacían caer cualquier intento de rebelión. La FEG seguía controlando la UdeG tanto interna como externamente.
Los recorridos nocturnos y la vigilancia con las guardias armadas seguían y se habían intensificado después del 2 de octubre. Los estudiantes a pesar de las amenazas, el miedo y toda la violencia que se vivía en las facultades y preparatorias de la UdeG, resistieron y siguieron manteniendo la lucha contra la FEG para conseguir una universidad libre y democrática.
Tita creía que tras la masacre de Tlatelolco, los estudiantes en Jalisco iban a reaccionar con mucha rabia e indignación; sin embargo, también aquí tenían a sus propios opresores (Foto: Abi López).
A partir del 2 de octubre del 68 hasta 1970, las redes estudiantiles independientes en Jalisco comenzaron a forjarse. Los estudiantes estaban hartos del dominio de la FEG sobre cualquier aspecto estudiantil. Juan Manuel Rodríguez Moreno, conocido como “Clark”, se convirtió en un dirigente en la Facultad de Administración. Comenzó a organizar juntas con los estudiantes opositores de FEG. Las juntas se realizaban en una casa que él administraba, se nombró como la casa del estudiante. Además de punto de reunión, la casa servía para dar hospedaje y alimento a los estudiantes foráneos. Poco a poco, la casa comenzó a ser un espacio de organización, donde se organizaba, se analizaba y se debatía lo que sucedía en la Universidad de Guadalajara.
“Hacia una universidad libre” fue el nombre que se le asignó al proyecto que organizaron los estudiantes de la FESO. La estructura de esta nueva federación fue resultado del movimiento del 68. Se siguió trabajando en conjunto y la federación continuó creciendo hasta que el 23 de septiembre de 1970 se consolidó el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER).
El 22 de septiembre hubo una junta previa del FER para armar el operativo para tomar la Casa del Estudiante:
“Los integrantes de la FEG se habían apropiado de ella y no sólo eso, sino que los vecinos y a los comercios estaban amenazados, les tenían que pagar o preparar comidas y los estudiantes que vivían ahí lo hacían sometidos a las normas de la FEG. Así que la madrugada del 23 septiembre de 1970, los estudiantes del FER tomaron la Casa del Estudiante. Al día siguiente, salió una nota: ‘Estudiantes antagónicos de la FEG toman la Casa del Estudiante’ y con esto nació una nueva etapa del movimiento”, explica Carlos.
A los seis días de consolidarse la FER, el 29 de septiembre, comenzaron a difundir un pliego petitorio de cuatro puntos en mítines en las facultades. El primero pedía la renuncia del rector José Ignacio Maciel Salcedo; el segundo, castigo a los responsables de los actos delictivos dirigidos por la FEG; el tercero, luchar por la democracia en la UdeG y; el cuarto pedía impulsar una educación crítica al servicio de la ciencia y la sociedad. Los medios de comunicación no publicaron nada al respecto al pliego, pues los estudiantes independientes seguían calificados como los antagonistas de la ciudad. La propaganda del movimiento era una de las tareas de Tita, quien siempre enfatizó que lo que se realizaba era consecuencia de todo el movimiento del 68.
La noche del 29 de septiembre, mientras algunos seguían en los mítines en el Politécnico, otros se quedaron haciendo guardia en la recién tomada Casa del Estudiante:
“El ejército llegó con sus máquinas y de un golpe tumbaron el edificio” pronuncia Carlos, también llegaron los de la FEG y ahí fue donde tomaron a los primeros presos políticos.
Tanto en el D.F como en Guadalajara, los presos políticos eran aquellos estudiantes que pertenecían al movimiento, por eso en el pliego petitorio del movimiento estudiantil, se establecía que dieran libertad a los presos políticos, a los estudiantes. Tita, que tenía un par de amigos en la guardia de aquella noche, cuenta que el presidente de la FEG salió herido por una bala. Los amigos de Tita, miembros del FER, lo ayudaron y lo llevaron a un hospital. Díaz Ordaz mandó un helicóptero por él y le dieron atención médica en el Distrito Federal, pero al mes de este acontecimiento falleció.
Carlos dice que:
“después del 29 de septiembre hubo un paro, fue realizado para manifestar nuestro rechazo hacia el compartimiento del Estado. La UdeG, lo que hizo fue que comenzó a borrar gente de las listas, aproximadamente fuimos 300 estudiantes que fuimos borrados, a los que ya nos tenían ubicados. Llegamos a clase y le preguntamos al profesor por nuestra asistencia, pero nos dijo que no aparecíamos”.
La lucha seguía, los estudiantes seguían siendo arrestados y otros asesinados, como el caso de Arnulfo Prado Rosas, un joven que participó en el movimiento en Guadalajara. Fue asesinado a balazos, sus amigos se encontraban devastados. Tita fue su novia en aquellos años; la noticia dolió, aunque siguió luchando en su nombre y en el nombre del resto de los compañeros que fueron asesinados en este proceso de lucha por la democratización.
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Ahora, a 51 años del inicio de este movimiento, la estructura de la UdeG sigue siendo casi la misma que aquellos años, Carlos opina que la única diferencia que hay es que ahora la violencia no es tan visible. Tanto Tita como Carlos ven el movimiento del 68 como un parteaguas histórico. El movimiento sigue estando en la memoria, porque no solo fue un movimiento de un grupo de resistencia sino que también participaron otros, como la Liga Comunista 23 de septiembre, las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP) y la Unión del Pueblo. Iniciaron una alianza con grupos de diferentes estados, pero “el pueblo no estaba preparado para lo que venía. Un grupo puede determinarse, avanzar y avanzar, pero quedarse solo, la gente no los seguirá y eso nos pasó”, afirma Tita.
“Aunque no les pudimos ganar, nosotros hicimos todo lo que estuvo en nuestras posibilidades” afirma Carlos. El movimiento simbolizó y simboliza una contribución al proceso de luchas por la democracia y para romper con el estado autoritario y represivo que se tenía aquellos años.
A 51 años de la masacre de Tlatelolco; el país y Jalisco atraviesan un proceso de transición; en ambos escenarios -federal y estatal-; sin embargo, aún siguen sin resolverse la desaparición de 43 estudiantes y miles de personas más; el asesinato de miles de mujeres; la grave crisis forense y la enorme impunidad; no obstante, dice Tita, “aún hay esperanza, de que el pueblo actúe y exija lo que le corresponde”.
La lucha y el movimiento del 68 nos recuerda que debe haber unión y resistencia, nos recuerda que no debemos dejar que las instituciones sigan abusando del poder y, lo más importante, nos recuerda que no hay que olvidar porque “la lucha contra el poder simboliza la lucha contra el olvido”; y no hay que olvidar que uno de los artífices de la matanza de Tlatelolco, Marcelino García Barragán, aún continúa en la rotonda de los jaliscienses ilustres sin que allí se señale su evidente participación en los hechos, ya que éste -en 1968- fue en la administración de Gustavo Díaz Ordaz, el Secretario de la Defensa Nacional.
Interesante narrativa de lo acontecido con el movimiento estudiantil revolucionario de Guadalajara, Jalisco,