La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Me agobia la temporada navideña. Y no sé qué es exactamente lo que me agobia más: la cantidad de cosas que hay que hacer so pretexto del final de año; el bombardeo que invita… no, mejor dicho, que exige que uno compre y compre y compre cosas; esa impostada buena vibra con la que algunas personas tratan de disimular lo que son en realidad; el placebo que representa el final del año y su esperanza, siempre utópica, de que el que viene “sí es el bueno”, aunque ya por ahí de febrero ya vaya uno comprobando que no va a ser y que se va a tener que remar contracorriente… otra vez.
En fin, todo esto es apenas una pequeña muestra del catálogo de cosas y momentos que, más que con ilusión, hacen que pase estos días con arrebatos neuróticos dignos tratamiento psiquiátrico.
Ahora bien, que no se me mal interprete. Claro que hay momentos buenos: cuando logro asomarme por entre las rendijas de las cosas que me agobian, hay otras muchas que me hinchan el corazón y, por supuesto, me ilusionan: ahora mismo, por ejemplo, tengo en el umbral un par de cumpleaños que me recuerdan que la vida es una celebración no por la cantidad de cosas que la publicidad insiste en que debemos comprar, sino por la cantidad de abrazos y sonrisas que podemos dar y recibir de las personas que están en nuestras vidas. Y así con los encuentros que van ocurriendo so pretexto de, o enmarcados por, estos días.
Una de las cosas que también me gustan son los recuentos que hacen las personas y que no pueden ser recopilados por ninguna aplicación —¿ya vieron que prácticamente todas las aplicaciones quieren recordarnos cómo gastamos el tiempo en ellas?: además del tan esperado resumen de Spotify, en mi caso el bombardeo de este año ha incluido un recuento de la aplicación que uso para registrar mis salidas a correr, otro de Uber y hasta Duolingo.
Pero decía que no me refiero a esos recuentos, sino a los que hacen las personas así, nada más, por el gusto de reflexionar sobre cómo ha sido su año y compartirlo. Como todo en el mundo de las redes sociodigitales, la práctica tiene sus detractores: personas que no se cansan de repetirle a los cuatro vientos que no les importa nada lo que las otras personas quieran compartir. Siendo estrictos, a mí tampoco me importa, pero disfruto mucho leerlos: creo que son pequeñas ventanas para conocer un poco más a las otras personas y, además, para re-conocernos a nosotros mismos a través de ellas.
No se preocupen, querides e hipotéticos lectores: no me estoy curando en salud y no les voy recetar un recuento de mi año. No aquí, al menos. Aquí lo único que quiero es invitarles a echar un ojo atrás y repasar lo que nos ha pasado. Echar ese vistazo permite, creo, reencontrarnos con nosotros mismos y poner en perspectiva los cambios que hemos experimentado, buenos y malos; las cosas que hemos recibido y que nos han enriquecido; las cosas que hemos soltado o, incluso, que hemos perdido y que todavía no sabemos si han sido para bien o para mal. Compartirlo, en una charla con alguien, en una reunión con amigos, en un post en alguna red social, abre la posibilidad de encontrarse con la otra y con el otro. En un modelo económico y una cultura que alimentan y fomentan el individualismo, compartir nuestras experiencias y reflexiones con otras personas permite, me parece, generar vínculos que nos permitan comenzar a pensarnos en comunidad. Seguramente estoy pecando de iluso e ingenuo, pero creo que intercambiar un ejercicio tan simple como nuestro balance del año que termina puede hacernos ligeramente más empáticos. O no sé, quizá en el fondo en realidad sólo soy un chismoso que quiere que le cuenten cosas. Como sea: a mí sí me gusta leer sus recuentos y balances del año: déjense venir.
Esta es la última colaboración de este año. La próxima vez que se reabra esta calle, ya habremos llegado al primer cuarto de siglo —¡no mamar, ya va un cuarto del siglo XXI!—. Mientras el día del regreso llega, vamos a poner un coqueto anuncio que dice C E R R A D O y nos vamos a ir a ver cómo agoniza el año. Salud para todes y buenas fiestas.