Las azules o la inserción a la modernidad

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El ojo en la nube

Por Adrián González-Camargo / @adriangonzalezcamargo (IG)

Advertencia: contiene ‘spoilers’ de la trama.

Fue el 28 de diciembre de 1929 cuando los periódicos de la Ciudad de México anunciaron que se creaba un primer cuerpo policial integrado solamente por mujeres. En 1929, vivían alrededor de 17 millones de personas en el país y alrededor de 1.4 millones en la Ciudad de México, llamada entonces Distrito Federal. Habían 24 mil coches circulando y los límites de la ciudad eran, a saber, la Villa al norte, al sur Río Churubusco, al este la colonia Doctores y la oeste Tacubaya. Y la Guía Roji o el ‘Google maps’ de ese entonces, acababa de nacer. 

Los titulares y comentarios que se hacían en los periódicos, según resume la investigación de Fabiola Bailón Vásquez, El cuerpo de policía femenil: imágenes y representaciones, ciudad de México 1930, nos ayudan a comprender cómo se rechazó el cuerpo policial y cómo la machista sociedad hacía burla y emitía rechazos de los espacios hasta entonces masculinos, y en especial de la figura que se había consolidado como el emblema de esa masculinidad resguardante y vigilante del poder estatal, que era la policía. La minorización de la capacidad de las mujeres policías era una constante, con frases que aparecían en el periódico como este pie de foto de algunas de las primeras aspirantes a policías:

«…como se ve, más de una de ellas podría dar un gustazo a cualquiera que le dijera: “acompáñeme”, aun cuando este imperativo, tuviese ciertas modulaciones enérgicas, por venir de toda una autoridad.» 

Mucho habría cambiado la urbanidad del Distrito Federal desde este primer intento de integración y cambio en 1930 para el año 1971, fecha en la que está contextualizada dramáticamente la nueva serie mexicana de Apple TV+, Las azules. Además de los índices delictivos, que evidentemente habrían crecido, la sociedad tenía una movilidad que tal vez la serie no alcanza a vislumbrar. Los camiones, los trolebuses eran muy utilizados, además del recién naciente metro, que se inauguró en septiembre de 1969, pero también tranvías (que estaban en declive), así como taxis compartidos como los famosos cocodrilos. Sin embargo, a diferencia de las tragedias sociales que envolvían a las primeras azules en 1930,  en 1971 habría sucedido el infame ‘halconazo’, la segunda gran represión a estudiantes por parte del estado mexicano después del 2 de octubre de 1968. 

La modernidad de la serie, pues, utiliza su punto de partida en un hecho de 1930 pero lo traslada a 1971, obviando la modernidad que México desarrolló durante las décadas de los 1940 en adelante, es decir, el crecimiento poblacional, tecnológico, de nuevas movilizaciones; así, la creación de un ente ‘maligno’, el asesino serial, que constituye una nueva forma de adversario al cual la sociedad debe enfrentarse y por, tanto, el segmento de la población que se incorporaba no sólo a nuevas o crecientes industrias, es decir las mujeres mexicanas, ahora es un representamen de la bondad y la justicia, dentro de una organización -la policía- que, cabe aclarar, no tenía la reputación que tienen hoy en día. 

Valente Quintana, quien era jefe de la policía mexicana en 1930, quiso innovar y adaptarse a policías del mundo, presuntamente a partir de su participación en un par de congresos internacionales. Es decir, que la necesidad de la creación de las mujeres policías no fue por encontrar un mayor equilibrio y un sentido equitativo, sino que respondió a una necesidad de inclusión al primer mundo.

En la serie Las azules, la necesidad en el argumento es distinta: limpiar la imagen de la policía desde una aparente iniciativa del presidente Luis Echeverría Álvarez, quien por lo menos en la primera temporada, es solamente una figura de poder a quien recurren en último extremo pero que conforme avanza la temporada va cediendo las decisiones sobre el nuevo cuerpo policial en su esposa, la tapatía María Esther Zuno Arce, quien emerge como la (también aparente) mente maestra detrás del cuerpo policial. 

No sabemos si habrá en la segunda temporada un mayor énfasis en su personaje, pues si bien no fue ella quien creó el primer cuerpo policial, si tuvo (para su momento) algunos giros interesantes en tanto que figura de primera dama, como no ser llamada como tal y solo “compañera”, además de promover programas enfocados en la educación de las mujeres y accesos básicos como la salud materna. 

El cierre de la serie (aviso de spoiler) congrega ficticiamente el casi anónimo primer escuadrón policial de mujeres, ficcionalizado y traído a los años 70, con un personaje lúgubre e increíblemente atrayente para la historia del crimen en México. Gregorio Cárdenas, alias El Goyo, nació en 1915 y asesinó a 4 mujeres en 1942. Fue encarcelado en Lecumberri pero trasladado al hospital psiquiátrico La Castañeda, de donde se escapó. Fue reaprehendido y trasladado de nuevo a Lecumberri, donde estudió derecho mientras estaba encarcelado, se casó y tuvo 4 hijos. En 1976, 34 años después de los asesinatos que cometió, fue perdonado por Luis Echeverría. 

El anacronismo, que bien entra en juego porque la verdad histórica no es lo importante para la verosimilitud de la serie, pone frente a frente a dos nombres reconocidos en la actuación mexicana pero con cierto desequilibrio de talento. María, interpretada por la irregular Bárbara Mori, se enfrenta al sorprendente Bruno Bichir, que interpreta al Goyo Cárdenas, renombrado como Goyo Cadenas. El resto del elenco se encuentra bastante sólido, con unas fantásticas Ximena Sariñana y Natalia Téllez, una sobreactuada Amorita Rasgado, un cumplidor Miguel Rodarte y un excepcional Horacio García Rojas. 

Sin embargo, utilizando el viejo adagio de ‘todo vale mientras que los espectadores lo acepten’, la nueva serie de Apple TV+ para México ha tenido una interesante primera entrega, con muy pocos desaciertos y una gran cantidad de logros; si bien la carga ideológica se disipa para que la historia se centre en el thriller, ya hemos encontrado en otros momentos de la historia cinematográfica y audiovisual mexicana que es justamente gracias a los géneros que se recupera la audiencia, y esperemos que este ejemplo contribuya a que veamos más historias de nuestra sociedad y tal vez menos historias de superpoderes que jamás existirán y que jamás van a cambiar el orden de las cosas.

Para mejor referencia, de donde se han obtenido muchos datos de esta entrega, se sugiere revisar: El cuerpo de policía femenil: imágenes y representaciones, ciudad de México 1930 de Fabiola Bailón Vázquez, publicado en la revista Secuencia: https://secuencia.mora.edu.mx/index.php/Secuencia/article/view/1750

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