Desde Mujeres
“Las feministas no nacen: se hacen y una no se vuelve defensora sólo por tener el privilegio de haber nacido mujer, sino que como en cualquier posicionamiento político, lo hace por elección y por acción”, Bell Hooks.
Por Denisse Medina Ortega, Co Fundadora de En Clave de Paz / @DesdeMujeres
Los feminismos son movimientos éticos y políticos, que de diferentes formas buscan visibilizar la desigualdad y la marginación generadas por las diferencias de género. Bell Hooks, en su libro El Feminismo es para todo el mundo, lo explica como: “un movimiento para acabar con el sexismo, la explotación sexista y la opresión”. En ese sentido, comenta que hay pensamientos y acciones que perpetuán un sistema social que jerarquiza lo masculino sobre lo femenino, creando consecuencias negativas en diferentes ámbitos: personales, privados, colectivos y globales.
Es común encontrar en redes sociales o consignas de marchas, la idea de que el feminismo busca el simple reconocimiento de las mujeres y las niñas como personas. Aunque esta enunciación parece sencilla, lo que busca es desmontar una idea socialmente anclada, la cual analiza Michael Foucault sobre un modelo de sociedad victoriana. En la Historia de la Sexualidad establece cómo las pulsiones determinan un tipo de moral, con ello se determina una relación de las mujeres en los espacios domésticos y los hombres en los espacios públicos. Éste es el modelo de familia occidental, donde el sexo se entiende como una compilación de discursos vinculados al poder y a la aceptación social.
Estos modelos discursivos perpetuán la desigualdad y la opresión, adhiriéndose en la cultura como un “deber ser”, por ello, tenemos un montón de creencias fundadas en prejuicios y estereotipos, muchos de ellos lacerantes, discriminadores y violentos.
Frente a ese escenario, los feminismos en palabras de Marcela Lagarde son:
“una cultura crítica, que conforma un horizonte histórico moderno ilustrado, expresa la crítica al orden patriarcal, a la condición de género de las mujeres y de los hombres, a la desigualdad y la injusticia de género”.
Las personas que se asumen feministas desde este punto crítico-analítico construyen desde la congruencia en todos los espacios la defensa de la igualdad, los derechos y la libertad. Es quizá, uno de los movimientos sociales más longevos, con una tradición de pensamiento de más de tres siglos.
Pero, en términos reales, ¿por qué incomoda tanto? Me parece que las personas que se asumen feministas buscan deconstruir, es decir, reacomodar esas estructuras sociales, transformando el status quo. Los feminismos son recordatorios y llamamientos sobre las formas en que nos relacionamos, amamos, educamos, definiendo prioridades y aprendizajes. Los feminismos son procesos de trascendencia global, siempre vivos que trastocan lo personal y colectivo; van más allá de esa idea absurda de la guerra de mujeres contra los hombres o la idea de que todas las mujeres son feministas.
Los movimientos feministas tienen una semilla rebelde que cuestiona los privilegios, que al desplazarlos incomoda. Particularmente a esas estructuras ideológicas conservadoras que buscan perpetuar los grandes lastres de la humanidad como: el machismo, la misoginia, el sexismo, el clasismo, la homo-lesbo-transfobia, el racismo, la xenofonia y la intolerancia religiosa.
Los feminismos molestan porque cuestionan las estructuras sociales y buscan cambiar los papeles que históricamente se han dado a las mujeres. Los feminismos no son fundamentalismos que buscan guillotinar a una persona o un hombre, al contrario, es un proceso para que en colectivo hagamos un ejercicio performativo de las identidades y la construcción de realidades más pacíficas y de bienestar.
Los feminismos generan narrativas y acciones poderosas que acuerpan necesidades de mujeres, comunidades con una visión del cómo se construye un mundo más incluyente. Trastoca esa visión del poder como la capacidad de hacer para cimentar realidades que permitan a las personas vivir con igualdad, derechos, felicidad y dignidad sin importar sus diferencias.
La incomodidad permite moverte de condición y posición. De acuerdo a datos de ONU Mujeres, 7 de cada 10 mujeres ha vivido un episodio de violencia a lo largo de su vida, más de 640 millones de mujeres de 15 años han vivido un tipo de violencia por parte de sus parejas. Pero, también, vemos escenarios donde 200 millones de niñas y mujeres en 31 países han vivido mutilación genital. La violencia contra las mujeres y niñas es una violación generalizada de los derechos humanos, pero, aun cuando se nombra en los discursos políticos la violencia lastima la vida de muchas mujeres.
Claro que no es grato hacer notar estos contextos dónde mujeres y niñas son protagonistas de historias que merman y menoscaban sus derechos, limitando su capacidad de vivir con plenitud. Por ello, los feminismos en plural porque son procesos amplios que se van construyendo y que cada vez son más contestatarios y rebeldes. Los feminismos llegaron para quedarse en la historia de la humanidad.
La realidad es que asumirnos feministas no nos da un supremacía ética o moral sobre lo que se considera correcto o no. Considero particularmente que es un llamado diario y cotidiano para que las acciones pequeñas y las grandes cimenten un cambio en nuestras vidas.
Recién leí el libro: El Feminismo me jodió la vida (y después me salvó), una propuesta de mujeres escritoras con mucha belleza y honestidad brutal, que afirma:
“El patriarcado es el que nos jode la vida y el feminismo el que nos regala una mejor (…) es que esta vida, por ser mejor, no es más sencilla. Llegar al feminismo resulta incómodo, doloroso y es que, sí, nos jode la vida, esa vida que vivíamos con una venda en los ojos que, no nos evite el dolor, pero nos impide ver qué es lo que lo que lo causa”.
Coincido plenamente, el feminismo me salvo la vida, me ha hecho una mujer más libre, amar de formas maravillosas, mis amigas son espacio de respiro. Ser feminista no es una tarea sencilla, jamás. Por ello aprendo, admiro a mis colegas en todos los espacios.