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Por Patricia Ramírez/Causa Natura Media
Una herida que no puede desinfectarse porque el agua sólo llega en pipas. Un río contaminado por los años de actividad de un proyecto minero. Una colonia sin abastecimiento junto a una torre comercial que jamás tuvo pérdidas. Desde México hasta Argentina, el acceso al agua cada vez tiene más obstáculos.
Pero cuando el agua escasea, las principales encargadas de buscar soluciones son las mujeres. La lucha por los recursos hídricos la lideran las defensoras a pesar de que, de acuerdo con el Global Witness, son más vulnerables a violencias como amenazas, acoso, hostigamiento y estigmatización.
Aunque la minería, la explotación forestal y la agroindustria son los sectores más agresivos para defensores ambientales, la lucha por el agua no se queda atrás. En toda América Latina, las mujeres tienen tanto peligros como logros por contar.
Colombia, contra el desabasto y la invisibilización
Era la noche del 31 de marzo de 2017. Una lluvia tempestuosa en la ciudad de Mocoa, capital de Putumayo, se prolongó hasta desbordar los ríos y convertirse en una avalancha. Agua y tierra arrasaron con 17 barrios, de los cuales cinco quedaron totalmente destruidos. El resultado, según cifras oficiales, fue 330 personas muertas, 400 heridas y cientos de damnificadas.
Las mujeres se encargaron de los traslados a los refugios. Posteriormente participaron para conseguir comida y cuidar de niños, niñas y enfermos. Un trabajo silencioso que habían realizado toda la vida, pero que se volvió visible con la llamada “tragedia de Mocoa”.
“Se empezó a hablar de cómo el cambio climático y las afecciones ambientales también repercuten e incrementan la carga sobre las mujeres que históricamente han estado en el rol de cuidadoras. Muchas comunidades no tienen acceso al agua, entonces son las mujeres las que lavan la ropa, las que cocinan y las que ven cómo cargar el agua desde zonas muy distantes. Una sobrecarga laboral que es invisibilizada”, cuenta Laura Juliana Silva Castillo, integrante del colectivo La Inconformidad.
La organización de las pobladoras de Mocoa se convirtió en las Guardianas del Agua, una red de más de 100 mujeres de 13 municipios de Putumayo. La iniciativa es impulsada por la asociación “Tejedoras de Vida” y el objetivo es la defensa del agua ante el desabasto.
Mientras las lluvias son parte de la región, el agua potable que debería llegar por la red hidráulica no es suficiente. A siete años de aquella avalancha, aún no se logra la reconstrucción del acueducto que brinde servicio permanentemente, a pesar de que se invirtieron 25 mil millones de pesos colombianos desde 2018, de acuerdo con la Defensoría del Pueblo de Colombia.
“Los dineros fueron invertidos en la misma captación de fuente hídrica del río Mulato, el cual se encuentra en una zona de frecuentes deslizamientos de material que causa, en época invernal, serios daños a la infraestructura construida”, señaló el organismo.
Como medidas comunitarias se han realizado viaductos comunitarios, pero siguen sin ser suficientes para mejorar la gestión.
“No hay el suficiente suministro de agua para hacer actividades diarias y, además, a la larga también han afectado mucho en la salud de las personas. Por ejemplo, hay problemas con los hongos, los sarpullidos, las enfermedades estomacales, en las mujeres se han presentado mucho las infecciones vaginales, entonces ha sido muy complicado”, cuenta Silva.
Las Guardianas del Agua se han capacitado en defensa ambiental, participación social, incidencia y formulación de proyectos. También realizan jornadas para limpieza de ríos, reforestación y concientización. Actualmente, impulsan un plan de acción a tres años que va desde fortalecerse como organización hasta plantear alternativas para mejorar la gestión del agua. Incluso, esperan participar en encuentros internacionales como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (COP16) que este año se realizará en Colombia.
Laura Silva considera que tener espacios para ser visibles ha sido un avance importante. Como defensoras del agua han enfrentado las trabas para acercarse a dialogar con autoridades. A esto se suma un ambiente de riesgo para su seguridad al existir persecuciones a líderes ambientales y la presencia de grupos armados.
“A veces por parte del Estado no se toma en serio el rol de la mujer en el cuidado del agua y también hay mucha estigmatización. Cuando hacemos alguna gestión, nos han dicho que ‘ya viene a molestar’, ‘ ya viene a pedir algo’, entonces es complicado porque no se brindan las soluciones o las garantías para poder desarrollar un papel de incidencia de una mejor manera”, afirma la guardiana del agua.
Sin embargo, también han habido victorias que les mantienen firmes. La principal es ver los cambios de hábitos en el manejo del agua y la apertura de las comunidades a las que pertenecen para exigir mejores condiciones de vida.
Guardianas del Agua en Mocoa. Foto: Alianza de Mujeres Tejedoras de Vida.
Argentina, contra el extractivismo
Al oeste de Argentina, en la provincia de Mendoza, la historia está marcada por la escasez del agua. Sus habitantes crecen sabiendo que el recurso es poco, que tiene que administrarse y que es posible que no dure para siempre. Una problemática atribuida a su clima árido y de pocas lluvias, pero que durante los últimos 20 años ha recibido la presión de un gigante: la minería.
Las primeras resistencias a los proyectos mineros ocurrieron en 2003, en la ciudad de San Carlos. La oposición surgió ante la inquietud por los impactos documentados de la actividad como el consumo del agua y la contaminación de sustancias tóxicas como cianuro, ácido sulfúrico, plomo, arsénico, entre otras.
El problema es que en medio de la crisis económica que enfrenta el país, los proyectos de minería y fracking (para la extracción de hidrocarburos) se ofrecen como una alternativa.
“(Las mineras) se presentan como actos sociales importantes y por ende van generando rupturas en los territorios. La gente es consciente de la importancia del agua, pero también necesita trabajo y necesita comer”, explica María Marengo, historiadora e integrante de la Asamblea Maipucina por el Agua.
La Asamblea Maipucina es parte de las Asambleas Mendocinas por el Agua Pura (AMPAP), un espacio que desde 2007 agrupa a diversos frentes que trabajan en la defensa del agua. En conjunto impulsaron y han defendido la Ley 7722 para prohibir el uso de sustancias tóxicas en la actividad minera.
Sus integrantes, en su mayoría mujeres, definen a la AMPAP como “la asamblea de asambleas” sin fines partidistas o institucionales. Uno de sus momentos de mayor convocatoria fue en 2019, cuando se realizó una de las marchas más grandes de Mendoza, con una asistencia estimada de 50 mil personas, para exigir que se vetaran las modificaciones planteadas a la Ley 7722 que buscaba habilitar el uso de sustancias tóxicas.
Esto a pesar de que instituciones médicas como la Sociedad Argentina de Pediatría han informado que elementos como el mercurio o el plomo pueden generar enfermedades cardiovasculares y/o respiratorias. Además de reconocer las afectaciones a los ecosistemas.
“Vas por la defensa de la vida, de tu territorio, de tu lugar, del modo de vida que vos querés tener. Planteamos que Mendoza ya eligió su modo de producción que no es la megaminería, no es el extractivismo. Planteamos otros modelos de vida que queremos transitar”, destaca Elsa Díaz, defensora ambiental e integrante de la AMPAP.
Sin embargo, ante la defensa existe la amenaza. Las integrantes de la AMPAP han vivido criminalización, detenciones arbitrarias durante las protestas, extorsión y pérdida de empleos o espacios para incidir.
“Tenemos un trabajo territorial en las comunidades y en un primer momento sí podíamos asistir a las escuelas y hacer charlas porque muchas de nosotras somos docentes, pero en los últimos años se nos han cerrado las puertas en las escuelas. Hay ciertas estrategias que hizo el gobierno para que no pudiéramos difundir información mientras ellos hacían toda la discusión en los grandes medios”, explica Karina Castañar, integrante de la Asamblea Tupungato por el Agua Pura.
Sin embargo, la labor no se detiene. Para las mujeres de la AMPAP, su lucha es parte de un eslabón más grande por la defensa del agua.
“Somos muy manijas también esa es la realidad. Lo hacemos porque creemos en lo que hacemos y también sabemos que construimos una memoria del agua, una lucha socioambiental que la van a transitar las demás personas… y eso no nos lo van a arrebatar jamás”, concluye Elsa Díaz.
Manifestación por la Ley 7722. Foto: Mendoza Renovable
México, contra los megaproyectos y la captación política
En Ecatepec, el segundo municipio más poblado de México, hay colonias hasta con 30 años sin acceso al agua. El abastecimiento se mantiene con pipas que llegan sólo para quienes pueden pagarlas. El resto de la población se mantiene recolectando desde otras zonas o captando la lluvia.
En junio del año pasado, Elsa Arroyo y un grupo de vecinas que residen en Ecatepec se reunieron para tomar Avenida Central, una de las vialidades principales en el municipio que conecta con la Ciudad de México. El bloqueo se mantuvo durante 22 horas hasta que llegó la policía a desalojarlas.
Al día siguiente, el rostro de Elsa apareció en varios grupos de noticias de Facebook acusándola de ser extorsionadora y restando importancia al problema del agua. También llegaron amenazas y mensajes violentos que la llevaron a presentar una denuncia ante la Policía Cibernética. Pero incluso frente al miedo, las ecatepenses formaron el Comité de Defensoras del Agua, respaldadas por la asociación Mujeres, Democracia y Ciudadanía (Mudeci).
“Nuestro lema es ‘Agua por la red para Ecatepec’ porque la gente ya no quiere pipas, lo que quiere es agua que nos llegue directamente de la llave”, explica Elsa.
Actualmente, se encuentran en proceso de organización para tener reuniones con autoridades y otras actividades de incidencia que les permitan conseguir soluciones. Las principales demandas son detener la captación política y la privatización, ya que las defensoras afirman que existe agua -y se ha visto a las pipas recolectar de los pozos-, pero no hay una distribución.
“Cuando nosotras hablamos sobre la captura política del agua nos referimos a que hay actores involucrados que condicionan la distribución del agua. Si eres de su grupo político harán todo lo posible por hacerte llegar agua y te pedirán al final que votes por él. Y cuando hablamos de privatización es porque es más rentable vender las pipas a que el agua te llegue a través de la red (hidráulica)”, señala Arroyo.
En el centro de México, las mujeres de Ecatepec no son las únicas que se movilizan por el abastecimiento equitativo del agua. Unos kilómetros al sur, en la capital del país, en las alcaldías de Coyoacán, Tlalpan y Xochimilco también existen grupos de defensa.
“Donde yo habito siempre ha sido una constante que no hay agua. Es algo cotidiano desde que yo era pequeña y eso no me hacía consciente de las formas de discriminación en la distribución del agua hasta que me acerqué a mujeres defensoras del territorio”, recuerda Natalia.
El involucramiento de Natalia derivó en ser una de las fundadoras de la Cooperativa de Mujeres Acción Comunitaria en la que trabaja con colonias populares y pueblos originarios. Una de sus líneas de acción es el análisis de las concesiones de agua que se otorgan a megaproyectos inmobiliarios en la Ciudad de México, como la torre Mítikah que ocasionó el desplazamiento del pueblo de Xoco o la ampliación del Estadio Azteca.
A finales del año pasado, las movilizaciones en el sur de la Ciudad de México, donde participó Natalia, lograron frenar los proyectos de Plan General de Desarrollo (PGD) y Programa General de Ordenamiento Territorial (PGOT) del Congreso, con los que se proponía utilizar suelo de conservación para construcciones.
Actualmente existe la duda de lo que pudiera ocurrir en este año electoral. “Nos sentimos en una especie de ganancia a la imposición de un programa jurídico de papel, pero si en una incertidumbre de qué pasará ahora, si nos van a seguir desarrollando estos megaproyectos o no”, dice Lara.
Sin embargo, tanto Natalia como Elsa consideran que no hay que bajar la guardia. La defensa que realizan las mujeres resulta de urgencia ante el desabasto y las medidas que tomen las autoridades para remediarlas.
“El agua es indispensable para las actividades que realizan las mujeres, por eso desde siempre hemos estado vinculadas a la gestión en nuestras comunidades y así seguirá siendo”, afirma Elsa.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Causa Natura.