Escribiéndonos Resistimos
Por Red de Maestras Feministas /@maestrasfemgdl
Llevo todo este inicio de ciclo escolar preguntándome, ¿realmente la docencia es para mí? En verdad estoy agotada de este trabajo de 24/7 que tengo que hacer y aparentar.
He estado viendo en TikTok estadounidense el hartazgo y cómo los docentes han dejado sus grupos a medio ciclo escolar; he estado envuelta en las discusiones de cómo nada nos ha preparado como docentes para hacerle frente a un grupo que no podemos “salvar”, a un grupo donde más del 60% del alumnado tiene un retraso académico, una necesidad educativa especial o una neurodivergencia, o un contexto multiproblemático.
Me encantaría decir que estoy inventando estas cifras y estos problemas, pero sólo estoy haciendo un aproximado. Personalmente, en un salón de trece alumnxs a nivel preparatoria, nueve de entran en estas distintas categorías:
¿cómo tengo que trabajar con un grupo donde la mayoría de este alumnado no está preparado para el nivel o, peor aún, tiene condiciones mal tratadas, mal diagnosticadas, y me piden que los trate “a todOs por igual”?
Y dejemos un momento de lado a lxs alumnxs, ¿cómo puedo trabajar en un ambiente donde mis jefes directos me regañan “por dejar trabajos”? ¿Cómo puedo enseñar responsabilidad o consecuencias lógicas cuando me piden que “no les diga nada” cuando llevan dos meses sin entregarme trabajos? ¿Cómo voy a trabajar en un ambiente donde les importa más que “esté bien vestida” (lo que quiera significar eso) que llegar a tiempo a mis clases?
Cuando me sentía cansada de la docencia me acordaba de mis grupos buenos, o de lxs alumnxs que lo estaban haciendo bien, ¿qué pasa si ya no tengo de esos grupos ni de esxs alumnxs? ¿Qué pasa si tengo a mis alumnxs haciéndome berrinche por hacerles SU EXAMEN? ¿O qué voy a hacer si mis alumnxs me están llorando por pedirles silencio para poder dar mi clase?
Siempre he considerado que ser docente es un trabajo muy demandante, y que estar enfrente de un grupo de personas conlleva demasiados retos que no siempre son valorados con el sueldo o el reconocimiento de lxs jefes, de lxs alumnxs o madres y padres de familia. Pero estamos en una época donde no existe ni reconocimiento ni un salario justo, ni las condiciones sociales para poder ser maestrx.
Hace un mes una noticia me hizo replantearme todo esto de ser maestra, ¿cómo es posible que el distrito escolar de la Escuela Primaria Richneck en Virginia, EUA, dijera que ser herida por arma de fuego es parte del riesgo de trabajo? ¿Por qué debo vivir con miedo de ver las noticias y saber que otrx maestrx fue atacado por unx alumnx y ver el video o imágenes del suceso?
Estoy cansada de ser maestra, y todo lo que conlleva. Estoy harta de tener que justificar todo comportamiento no deseado por la pandemia y la “mala crianza” de los padres y madres. Y me sorprende más que muchas de mis compañeras opinen lo mismo, o que también se estén planteando dejar esta profesión, porque, seamos sinceras: la mayoría de las maestras tiene un segundo o tercer trabajo para poder sobrevivir y, muchas veces, deja más que dar clases.
Desde mi trinchera, yo sé que me quejo mucho: sí soy una persona quejumbrosa, o mal dirían que “no aguanto nada”, pero ¿por qué debería estar aguantando que me traten mal o faltas de respeto? ¿Por qué todas mis jornadas escolares termino agotada y quejándome de mis alumnxs? ¿Cuál es el sentido de estar sufriendo todos los días por estar en un trabajo donde no veo ningún avance de mis alumnxs? ¿Cuál es la razón de estar llorando de frustración al salir de un trabajo por el cual tenía mucha ilusión de niña? ¿Por qué debo ver cómo mis alumnxs reprueban un examen del cual les di un repaso MUY parecido y con las respuestas correctas?
Todos los días me estoy planteando dejar la docencia, buscar algo “más sencillo” y donde no tenga que estar llorando porque ningún esfuerzo mío está dando resultado. Estoy pensando seriamente en dejar esta profesión que me llena tanto y disfrutaba tanto por todo el trabajo extra que está involucrado, y que no le veo fin. Ser maestra se volvió un martirio en lugar de ser algo que disfruto y me hace feliz.
Creo que, al final, y por más que me duela y no me guste admitirlo, la solución ante esto es dejar la docencia.
No eres la única, en todos los sitios los maestros nos sentimos igual, es necesario buscar lo que realmente nos haga felices.
No eres la única, soy de Ecuador y te aseguro que yo y muchos de mis compañeros estamos igual que tú.
Llevo 12 años en la docencia. Quiero dejar la docencia. Tengo miedo que me juzguen y me digan que si no me gusta para que me metí. Que si no tengo vocación. Etc,etc,etc.