El mandato de belleza

Desde Mujeres

Por Lidia Vázquez Montes / @DesdeMujeres

Yo tenía ocho años cuando mi hermana llego a casa recién nacida. Por fin una niña, después de dos varones, así que disfrutaba mucho ayudar a mi mamá en los cuidados de la pequeña.

En una ocasión recuerdo que mamá estaba vistiéndola después del baño y la volteó boca abajo, pude notar una mancha amoratada que comenzaba a media espalda y terminaba a mitad del glúteo. Con la curiosidad característica de los niños le pregunté a mamá qué era esa mancha y me respondió que era un lunar, que algunos recién nacidos los tienen y que a veces se desvanecen o desaparecen por completo.

Me quedé mirando el lunar y de manera espontánea le dije: – “pobre de ella, le va a dar vergüenza con su esposo” … Inmediatamente me di cuenta que había dicho algo inapropiado, porque, cómo es que yo sabía que los esposos se pueden mirar desnudos.  Me miró entonces y me pregunto por qué decía aquello, solo se me ocurrió decir que era por su ombligo que estaba chistoso, no me preguntó más.

Cuando comencé por este agridulce camino del feminismo y la deconstrucción, fue que me cuestioné cómo es que a los ocho años yo ya tenia sembrada en mi mente la semilla de la aprobación masculina, de tal forma que ya me preocupara que mi hermana no respondiera al mandato de belleza y por lo tanto pudiera ser rechazada por los hombres. No fue muy difícil llegar a la conclusión de que fue en mi entorno familiar y mi circulo social más cercano; llámese escuela, iglesia, comunidad, etc., donde ya se me instruía para dedicar mi vida al servicio y complacencia de otros.

Y es que, para dar un poco de contexto, la anécdota que compartí, sucedió allá por 1989, donde las redes sociales no figuraban en la vida cotidiana como actualmente lo hacen, y donde mi papá, hombre religioso y panista certificado, descalificaba a la televisión por su falta de valores y sano entretenimiento, por lo que estaba prohibida en casa.

Por lo tanto, tras hacer un análisis me doy cuenta que crecí recibiendo mensajes sobre mi apariencia, ya sea positivos o negativos, y que dependían de qué tanto respondía a los cánones de belleza y a los mandatos de género.

Esta presión a la que estamos sometidas las mujeres para responder a la expectativa patriarcal nos marca desde muy pequeñas, por supuesto sin darnos cuenta, y lo arrastramos como una pesada cadena a lo largo de nuestra vida, haciéndonos sentir físicamente insuficientes, volcándonos entonces a conseguir entrar en los estereotipos que se nos imponen para ser dignas de ser vistas, aceptadas, amadas.

Sinceramente y con amargura les puedo compartir que dudo que alguna vez me sienta libre de esta violencia estética a la que estamos expuestas las mujeres todos los días, por todas partes en todos lados.

Aunque me revelo a la imposición de ser percibida como objeto y no como sujeta, hay situaciones que salen de mi control y me golpean con una bofetada de realidad social abrumadora.

No quiere decir esto que me doy por vencida y que no trabaje todos los días también para ser menos vulnerable a todos estos bombardeos, pero la verdad es que no es fácil, creo que por cualquier etapa que estes viviendo ya sea adolescencia, juventud o como en mi caso, madurez, resulta complicado tener el escudo puesto todo el tiempo y no bajar la guardia de vez en cuando.

Y no quiero sonar abatida, al contrario, creo firmemente que debemos reconocer las violencias que nos atraviesan en la vida personal para que éstas puedan ser visibilizadas y problematizadas para que de manera conjunta con la sociedad desarrollemos propuestas, alternativas, debates, trabajos e incluso leyes que en conjunto nos sigan brindando herramientas que nos ayuden a avanzar en el camino interminable del amor propio.

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Plataforma intergeneracional de visibilización, acompañamiento y capacitación para mujeres científicas sociales. Para conocer más visita: https://desdemujeres.mx

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