Manos Libres
Por Francisco Macías Medina/ @pacommedina /@FranciscoMacias
A propósito del informe sobre seguridad de Enrique Alfaro, recordaba la dinámica del eco en medio de la montaña: si guardas silencio no tienes ningún reflejo, si lo haces de forma baja puede ser imperceptible, pero si no identificas tu propia voz el reflejo pudiera confundirte. Depende de lo que grites y el volumen será la respuesta que encuentres.
Al leer las distintas notas que resumieron los datos del evento en las que se resaltaba el lenguaje y las formas de dirigirse a quienes no están de acuerdo con la información y la manera en que se dirige tan importante tema, me propuse hacer una pausa para observar mejor, incluso, para intentar comprender las emociones y necesidades de un gobernante y su equipo al intentar cerrar su periodo de administración.
Observo un esfuerzo de intentar explicar lo que significa esta responsabilidad, sus riesgos y la frustración por no ser reconocido pese al esfuerzo. Llama la atención porque una de las principales inversiones y acciones de la administración estatal ha sido la de mantener una imagen y una narrativa. Los signos propios del discurso son las de un gobierno que no se siente entendido ni escuchado.
Los adjetivos a los críticos: periodistas, medios de comunicación y actores políticos, que, sin duda, en el caso de los primeros son un ataque a la libertad de expresión y de prensa; muestran la ausencia de una adecuada reflexión para poder abrir al debate el tema, lo cual deja muy mal parados a los grises mecanismos de participación y a los propios invitados al informe porque se trata de una forma arcaica y sólo de lenguaje duro de poder de comunicar un tema tan importante.
Durante el discurso, en varios momentos se dirigió a diversos actores con importantes funciones de Estado como “amigos” a los que agradecía el esfuerzo, como una especie de forma simbólica que comprueba “una vez más”, que los ejercicios de gobierno en la actualidad funcionan más bien por reglas personales que por estándares legales –constitucionales, de derechos humanos, de rendición de cuentas- u otros referentes, hasta podía advertirse un tono que bien podía confundirse con un grupo de personas en pleno sacrificio. De nuevo la necesidad de reconocimiento.
Por eso la línea divisoria entre buenos y malos, entre los “delincuentes” que aparecen en la presentación con los ojos cubiertos, para de nueva cuenta ser sentenciados por un actor y la plaza pública; no obstante, que las reglas hablan de límites, dignidad humana, entre otras cosas. Esto es una lucha y como tal, son ellos contra nosotros.
En esa distancia, los rostros nos impiden ver riesgos sociales, contextos, causas, incluso, omisiones del mismo Estado que permitieron, facilitaron directa o indirectamente las ofensas. No hay cabida para un sentido restaurativo, ya que la visión de la prisión es asistencial, donde por supuesto la figura de las mujeres que se dedican a acompañar los liderazgos aparecen para comprobar dicha visión arcaica pero carente de poder para las ellas. Las reconoce, pero en una línea de una rara política pública por “parentesco”.
La prisión en el informe además es para tener certificaciones, aunque no se pueda mantener el gobierno y la transparencia en la prisión, también es para evitar la llamada reincidencia como si la pena en si misma pudiera permitir un cambio en las personas, no un mecanismo de reinserción con perspectiva de derechos humanos.
Los números de reuniones, carpetas, personas en prisión, disminución de delitos comprueban que sí existe un trabajo en determinada dirección, que hay resultados en tasas y porcentajes, pero que es necesario clarificarlo y discutirlo más con la evidencia respectiva para que pueda hablarse del buen ejemplo de Jalisco. Tenemos que evolucionar la era de la estadística para añadirle ejemplos, rostros, vidas, operaciones y datos, simplemente porque el control de los números permite y evita al mismo tiempo.
No debe dudarse de las multimillonarias inversiones porque las cámaras, chalecos, motocicletas, armas, entre otros implementos existen; sin embargo, son medios en los que tendría que comprobarse si realmente suman a los fines, la evidencia y el resultado, además de relacionarlo con la eficiencia y eficacia en su funcionamiento. El claro ejemplo es la inoperancia del C5 para eventos de delito de alto impacto, hay mucho que explicar de la atomización en el sistema.
La división realizada entre delitos de “seguridad pública que se atiende con policías y patrullas y otros”, adquiere otra dimensión, ya que es una nueva división de competencias en materia de seguridad, que si bien centra las acciones evita cuestionamientos de todas las dinámicas delictivas de alto impacto que administran otras dinámicas delictivas. Los números presentados por el narcomenudeo refleja la selectividad y debilidad.
No basta limitarse al pobre discurso de las competencias de los niveles de gobierno, cuando la omisión es una constante en lugares como Teocaltiche, donde la seguridad es administrada por actores con poder delictivo total.
La división propuesta, resalta los delitos contra el patrimonio, pero evita un análisis de una línea relacionada con la integridad, vida y seguridad de las personas. Hay un énfasis en los que afectan a la iniciativa privada, en ellos no hay adjetivos, sino palabras de colaboración y de agradecimiento y confianza. Lo expresado refleja la prioridad de una agenda de seguridad netamente empresarial, pero muy poco conectada con el día a día de personas. Se requiere de nuevo la evidencia para entender las prioridades en las acciones.
Fue sorprenderte ver a un Fiscal con voz dentro de un ejercicio republicano, ya que ha sido uno de los actores más renuentes a rendir cuentas. Su espacio fue para convencer y autoconvencerse, para decretar que están de un solo lado, para mirar los derechos humanos como quejas y recomendaciones, más no como garantes. También para anunciar una vergonzosa “coordinación” con la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, que en el momento actual es un contrasentido.
Fue sincero al reconocer que “son la parte dura”, el mismo gobernador los colocó como ejemplo de sacrificio. Habló como si fuera un vice gobernador, habló de tú a funcionarios y comisarios, así como a sus directivos, mostró que es una institución en donde no sólo existe una inversión millonaria sino que cuenta con el suficiente poder para hablar, al grado de enviar mensajes contra los amiguismos y advertir de la inexistencia de treguas, aunque omitió a los destinatarios del mensaje ¿se incluirían ellos mismos?.
Diez minutos para hablar de desapariciones. Lo más importante era intentar hacer otra división: los desaparecidos que tienen que ver con un delito (minoría) y los que no, por lo tanto, no pueden ser víctimas. Así por decreto, sin contexto, sin apertura a un escrutinio independiente o con un estándar internacional. La ruta del discurso es hablar de disminución y de asuntos personales, no de la macro criminalidad que domina y se lleva vidas de personas o de la participación de los agentes de autoridad. Eso no puede explicarse con una gráfica o un rostro con cinta en ojos y boca.
Las fosas son un promedio y para ellos indicador de transparencia -otro eufemismo- pero el centro que aceleraría el taponamiento de impunidad sólo con 70 % de avance.
La fórmula: más personal, perfiles, instalaciones, unidades, modelos y un centro de atención. Ningún apoyo de cooperación internacional informado, curioso.
Habla de protocolos de búsqueda y de número de ellas, enfatiza en la gestión, pero poco en la participación de las familias de los desaparecidos. Agradece a funcionarias, pero no a las que son el centro de la acción explicada.
Sobre las violencias en contra de las mujeres, con muchas acciones, sin impacto en la dinámica creciente violencia, sin precisar las importantes acciones de prevención. Lo importante es la aplicación de protocolos, lo invertido en una fiscalía que no rinde cuentas tampoco en este tema y lo hecho por los municipios. Claro, las cientos de órdenes de protección.
Los informes como en la dinámica de eco pueden tratarse sólo de mensajes auto referenciales que digan mucho, pero que requieren de más voces, evidencia, ejercicio de debate de altura democrático y de instituciones cuyo poder tenga verdaderos contrapesos.
El ejercicio de eco es unipersonal, la seguridad ciudadana debe de ser un ejercicio plural.
Se ha hecho mucho, pero falta mucho por abrir y aprender.