La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Aunque de vez en cuando es necesario parar un poco, lo cierto es que la vida no se
detiene. Y mientras este espacio estaba de receso las cosas siguieron pasando y las preguntas, acumulándose. Así pues, antes de volver a tomar el ritmo vuelvo a pensar en letra alta algunas cosas que pasaron durante estas dos semanas para ver si alguien hace eco. O no.
Hoy se cumplen dos semanas de que Enrique Alfaro hiciera pública su decisión de no participar en la búsqueda de la candidatura presidencial de Movimiento Ciudadano en 2024. El anuncio tuvo, no podía ser de otro modo, el sello de la casa: la culpa de su decisión fue de un tercero, en este caso, la dirigencia del partido naranja. En el videomensaje, el gobernador influencer acusó al partido del que no forma parte sino sólo cuando le conviene de pactar con los otros partidos y que él así no juega.
En ese sentido, Alfaro se mantuvo en la misma línea que marcó en 2018, cuando no permitió que, al menos en Jalisco, Movimiento Ciudadano fuera en alianza como hizo en las elecciones federales. En aquella ocasión Alfaro dijo no y la dirigencia se cuadró porque la victoria estaba más que en el bolsillo.
Sin embargo, el tiempo pasa y el ejercicio del poder desgasta. Por más que intentó vender otra cosa, lo cierto es que la figura del gobernador no hizo más que ir en picada desde el momento en que asumió como Ejecutivo estatal. En cinco años no hubo una sola encuesta que le diera una mínima oportunidad y la única en la que salió bien, unos días antes del anuncio, era tan ridícula que ni él la creyó. Negado para cualquier forma de autocrítica, y rodeado de un séquito de zalameros que sólo le dan por su lado, hizo lo que mejor sabe: descargó sobre la dirigencia nacional —sobre Dante Delgado, pues— la responsabilidad de su decisión.
Días después Movimiento Ciudadano anunció una tercia de posibles candidatos: Patricia Mercado, Luis Donaldo Colosio y Samuel García. En este rincón creemos que lo único cierto es que Enrique Alfaro quiso que lo ungieran como candidato de unidad y se rehusó a competir contra los otros tres por una sencilla razón: no tenía la más mínima posibilidad debido a la pesadilla en que tiene sumido al estado.
Descartado para la contienda nacional, parece que mejor va enfocarse en designar a su sucesor en Jalisco, tarea que tampoco le va a resultar grata. Hay de dos sopas: Clemente Castañeda o Pablo Lemus. Por un lado, Clemente Castañeda se había mostrado fiel a los designios de Alfaro, pero tiene en su contra que en realidad nunca lo vio como candidato presidencial. Unos días antes del mentado anuncio, se puso a echarle flores a Xóchitl Gálvez dejando de lado la todavía vigente aspiración de su amigo.
Por otro lado, Pablo Lemus es el menos alfarista de los movimienaranjenses y, se ha dicho, es el que menos convence a Alfaro. Pero es el que tiene autopista para ganar la gubernatura porque, al igual que ocurre en el ámbito federal, la oposición en Jalisco está más que desdibujada. Hoy mismo Movimiento Ciudadano podría postular un bolardo, para seguir haciendo negocio, y ganaría con amplia mayoría. Pero, almenos eso creo, ninguna de las dos opciones pinta bien para Enrique Alfaro. Ya se verá.
Pocos días después del majestuoso anuncio —“¿Coincidencia?”, me pregunto; “En política no hay coincidencias”, dicen que dijo Roosvelt—, ocurrió un hecho que ha despertado suspicacias por todos lados. Me refiero, ya lo saben, al atentado con explosivos que tuvo lugar en Tlajomulco. La versión oficial dice que un colectivo de madres buscadoras recibió una llamada anónima sobre una supuesta fosa clandestina y allá fueron la fiscalía y la policía para caer en lo que, todo apunta, era una trampa.
La cosa es que el hecho es atípico por todas partes: porque ningún colectivo ha dicho “nosotras recibimos la llamada”, porque ni la fiscalía y ni la policía atienden esos llamados tan rápido (si así lo hicieran, no existirían los colectivos de búsqueda, creo), porque hasta donde sé ningún colectivo acompañó a las autoridades y, sobre todo, porque nadie en su sano juicio va a hacer una búsqueda de esa naturaleza al anochecer.
El atentado sirvió para que Enrique Alfaro saliera a anunciar que se suspendían las búsquedas a partir de reportes anónimos, medida que fue rechazada por los colectivos de búsqueda. Y es que estos llamados han venido a contrarrestar la lentitud y la ineficacia de las autoridades para realizar las tareas de localización de personas desaparecidas. Cuestionado sobre el rechazo de la medida por parte de colectivos y organizaciones de la sociedad civil, Enrique Alfaro confrontó a los medios —no podía saberse— diciéndoles que toda la atención estaba puesta en resolver el ataque del que a lo mejor “no se habían enterado”. La pregunta sigue flotando en el aire: ¿a quién le conviene que se deje de buscar a las y los desaparecidos?
En el ámbito nacional la cosa también ha estado más o menos movida. Desde la muerte de Porfirio Muñoz Ledo, el camaleón que de pronto fue ascendido a constructor de la democracia mexicana, hasta el ascenso de Xóchitl Gálvez en el escenario electoral —Guadalupe Loaeza ya hasta la comparó con la virgen de Guadalupe—, un ascenso que se ha visto impulsado, vaya cosa, por Andrés Manuel López Obrador, cuya campaña en contra de la panista me hace recordar la campaña que desde la presidencia empujó Vicente Fox en contra el tabasqueño en los tiempos del desafuero.
Y bueno, dos semanas son mucho tiempo para una vida que no se detiene. Sirva este pequeño corte para volver a tomar vuelo. Y como dicen que dijo el muralista: andamios.