Pesimismo Esperanzador
Por Jorge Rocha, académico del ITESO / @JorgeRochaQ
El proceso de renovación de cuatro consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE), ya comenzó. Las personas que dejarán sus cargos son: Lorenzo Córdova, actual presidente, Adriana Favela, Roberto Ruiz y Ciro Murayama. La convocatoria está abierta y el 23 de febrero cierran las solicitudes. Hay que recordar que el Consejo General del INE está integrado por once personas, entre ellos su presidente, que están en el cargo durante nueve años a partir de su elección.
Luego de varias salidas en falso, hace unos días el pleno de la Cámara de Diputados aprobó el proceso de elección de estos cargos, donde palabras más, palabras menos, se elegirán cuatro quintetas de posibles consejeras y consejeros electorales. Dos de las quintetas estarán integradas por hombres, una por mujeres y la quinteta para presidente del INE será mixta. El pleno de la Cámara deberá votar las propuestas y llegar a un acuerdo de dos terceras partes de la legislatura. En el caso de que no se logré una aprobación con estas mayorías, la Suprema Corte de Justicia de la Nación hará un sorteo con las quintetas para designar a las y los nuevos cuatro consejeros generales del INE, que comenzarán su periodo a partir del 5 de abril de 2023. Es decir, si no hay acuerdo, hay tómbola, ya que la decisión no se puede postergar.
A la par de este asunto, el Senado comenzará a discutir el llamado Plan “B” de las reformas electorales, que implica una reducción presupuestaria muy sustantiva al INE (más de 3 mil millones de pesos anuales) y a los organismos electorales locales. Si se aprueba esta reforma se ponen en riesgo más del 80% del servicio civil de carrera de este instituto, ya que ya no sería necesaria su labor; y a decir de los propios órganos electorales, se pone en duda la viabilidad de las elecciones futuras, sobre todo en lo que respecta a la autonomía y la certeza de los resultados. El cambio más sustancial a mi modo de ver, radica en que la estructura del INE sólo se pondría en marcha en el periodo de elecciones y la expedición de credenciales de elector la harían oficinas administrativas.
Efectivamente en la propuesta del llamando Plan “B” hay luces, sombras, alertas y cuestionamientos al modelo de elecciones que tenemos, que efectivamente tiene un alto costo fruto de la desconfianza histórica, También es cierto que hay un expertise desarrollado a lo largo de los años que ayuda a dar certeza a los resultados y todo esto atravesado por una disputa política protagonizada por el todavía presidente del INE, Lorenzo Córdova y el presidente Andrés Manuel López Obrador. Un asunto clave para el país, donde los consensos son fundamentales, lo que tenemos es un proceso muy profundo de polarización, donde cada parte quiere llevar “agua a su molino”, dejando de lado la necesaria revisión de nuestro modelo de elecciones, que incluye caducos procesos de comunicación política.
Lo más preocupante, es que la gran oportunidad de revisar el régimen político se perdió y ahora estamos atrapados en un debate de sordos, donde muy probablemente las mayorías se van a imponer. Todo se ha centrado en narrativas reduccionistas que por un lado plantean que “el INE no se toca” y por otro lado que “el INE es una burocracia innecesaria y cara”. Por supuesto que estas posiciones irreductibles nos llevan a la imposibilidad de acuerdos y sobre todo para hacer una profunda reflexión sobre la democracia que México necesita, que muy probablemente no es la democracia que estos grupos opuestos dicen defender. Una de las virtudes de la democracia es que genera la plataforma para impulsar debates en libertad para llegar acuerdos en lo fundamental y permitir la diversidad de expresiones políticas. Hoy en México los actores políticos (todos) no colaboran para que esto suceda.
Habrá que estar atentos al derrotero de ambos asuntos, ya que las repercusiones pueden ser funestas y por lo tanto pueden ahondar la crisis política y de representación que ahora ya tenemos y experimentamos.
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