La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Hace muchos años —y de pronto llega una edad en la que la expresión muchos años significa muchos de verdad, y cada vez se incluyen más— me encontré con Víctor Esparza preparando un sketch. Dónde se iba a presentar el número y por qué no tiene importancia, sólo diré que pasó.
No sé de dónde salió el guion, supongo que fue idea de Víctor, que se trataba de un diálogo entre un rey, que quería llevarle serenata a su amada, y un músico, cuya tarea consistía en ponerle melodía a las palabras de su alteza. La tarea, en apariencia simple, se va complicando conforme avanza la serenata porque el rey tiene problemas de expresión y el juglar, de adaptación.
¿Qué hicimos Víctor y yo en el escenario? La verdad, no recuerdo. Seguramente el ridículo, pero eso nunca nos detuvo. La cosa es que, tiempo después, resonaron en mis oídos las palabras de aquel libreto. No recuerdo cómo, pero descubrí a los creadores detrás del sketch que habíamos escenificado con la mayor dignidad posible. Mi sorpresa fue enorme cuando me enteré que el numerito tenía título, “El rey enamorado”, y que era creación de uno de los grupos humorísticos más importantes de habla hispana: nada más y nada menos que Les Luthiers.
Recordé aquella anécdota y he decidido comenzar con ella la entrega de esta semana porque hace unos días vi en la noticias que la agrupación argentina acaba de iniciar en Sudamérica la que será su gira de despedida. Después de casi 60 años de trayectoria y luego de superar la muerte de tres de sus fundadores, los dos miembros sobrevivientes del grupo original han decidido parar y ponerle fin a una trayectoria cuyo legado puede contarse en carcajadas: durante el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, que tuvo lugar en Córdoba, Argentina, en 2019, el periodista español Álex Grijelmo estimó que, hasta esa fecha, Les Luthiers había provocado 4 mil 287 millones 548 mil 512 carcajadas gracias a los guiones y las interpretaciones de Marcos Mundstock, uno de los cerebros de la agrupación. Aunque millonaria, la cifra de Grijelmo se queda corta: sólo considera las carcajadas durante las presentaciones en vivo del grupo. A ellas habría que sumar las que provocaron sus discos y que sin duda aumentaron cuando llegaron YouTube y, más recientemente, Spotify.
Les Luthiers fue fundado en 1967 por Jorge Maronna, Daniel Rabinovich, Marcos Mundstock y Gerardo Masana. A ellos se sumarían unos años después Ernesto Acher, Carlos López Puccio y Carlos Núñez Cortés. Sin embargo, esa alineación no duró mucho: Masana murió en 1973. Luego Ernesto Acher se bajaría del barco, dejando al grupo con la que sería su alineación más longeva, a la que años después se sumarían algunos suplentes. Carlos Núñez renunció al grupo en 2017.
El nombre de la agrupación describe una de sus dos características principales: luthier es una palabra de origen francés que sirve para designar a aquella persona que construye, restaura o repara instrumentos musicales, principalmente de cuerda. Así, los músicos argentinos dedicaron gran parte de su trayectoria a la creación de lo que han denominado “instrumentos informales”, creados a partir de objetos tan cotidianos como latas, barriles, balones, asientos de inodoro e instrumentos tradicionales intervenidos, dando como resultado el violín de lata, el contraguitarrone da gamba, el bass-pipe a vara, la lira de asiento o lirodoro, el tubófono silicónico cromático entre muchos, muchos otros, ejecutados por sus creadores en vivo. El aspecto musical se complementa con un fino trabajo coral y vocal, además de una permanente experimentación con ritmos que lo mismo incluyen tangos que milongas, chacareras, candombes y hasta música de mariachi, cumbias y rap.
El otro distintivo de Les Luthiers es la genialidad de sus guiones. Calificado como “el humor inteligente”, el legado del grupo argentino se distingue por usar el lenguaje con maestría para crear rutinas que han resistido el paso del tiempo y que han surgido, en su mayoría, de la mente maestra de Marcos Mundstock —ese hombre de voz gruesa que fungía como presentador en los recitales—, pero no sólo: entre las colaboraciones más celebradas de la agrupación se cuenta la del escritor y dibujante argentino Roberto El Negro Fontanarrosa.
Los instrumentos, las voces y los guiones, sumados al desparpajo de los comediantes sobre el escenario, constituyen un combo al que es difícil resistirse. Basta buscar en YouTube materiales como “La epopeya de Edipo de Tebas, cantar bastante de gesta”, “El teorema de Thales”, “Chacarera del ácido lisérgico”, “Cantata de la planificación familiar”, “La gallina dijo ‘Eureka’” o los “Consejos para padres” para ponerse de buenas.
He llegado hasta aquí sin nombrar todavía al integrante más importante de Les Luthiers, la piedra sobre la que se levanta todo su trabajo y sin quien la obra de los argentinos seguramente jamás habría alcanzado el éxito: Johann Sebastian Mastropiero, prolífico compositor y autor de prácticamente todas las piezas del grupo sudamericano. En los recitales de Les Luthiers era común escuchar a Marcos Mundstock leer fragmentos de la vida de Mastropiero que habían inspirado o desencadenado la creación de tal o cual pieza. Por ejemplo, gracias a ellos sabemos que «Johann Sebastian Mastropiero dedicó su Divertimento matemático opus 48, El teorema de Thales, a la condesa Short Shot, con quien viviera un apasionado romance varias veces, en una carta en la que le dice: ‘Condesa, nuestro amor se rige por el teorema de Tales: cuando estamos horizontales y paralelos, las transversales de la pasión nos atraviesan y nuestros fragmentos correspondientes resultan maravillosamente proporcionales”». Johann Sebastian Mastropiero es, quizá, la más genial de las invenciones de Les Luthiers a lo largo de su historia.
La muerte, que había tocado al grupo en sus primeros años cobrando la vida de Gerardo Masana, regresó un par de veces más: en 2015 se llevó a Daniel Rabinovich y en 2020 haría lo propio con Marcos Mundstock. Las muertes, las salidas y el paso de los años llevaron a Carlos López Puccio y a Jorge Maronna a crear Más tropiezos de Mastropiero, que es el último espectáculo del grupo.
Aunque es un lugar común sobadísimo, no está de más decir que la despedida de Les Luthiers de los escenarios representa el final de una época. Sin embargo, se puede decir que ya no habrá Mas… tropiero, lo cierto es que su legado perdurará y seguirá haciendo reír a más generaciones. Así será, hasta que los años se nos vuelvan demasiados. Y aun entonces ahí estarán para siempre Johann Sebastian Mastropiero y el conjunto de instrumentos informales Les Luthiers.