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Cuerpos expuestos, saqueos y ausencia de servicios, es Jesús María, el pueblo donde detuvieron a Ovidio Guzmán
Por: América Armenta
La punta del cerro La Campana de fondo y tantos casquillos que parecieran una alfombra dan la bienvenida al pueblo en el que la gente se dijo secuestrada por el Gobierno, en donde cuentan muertos y heridos que las autoridades no contaron, es el saldo que dejó la detención de Ovidio Guzmán López, en el amanecer del jueves 5 de enero en Jesús María.
La población pide por Nora, que apenas tiene 28 años y recibió un impacto de bala en el pié, el Ejército no le permitió ir a Culiacán a buscar asistencia médica. Lo mismo pasó con Luis, que enfrente de su padre recibió un impacto cuando un elemento de seguridad le apuntó directo, así como dos personas más que recibieron “balas perdidas”, adultos mayores.
El rostro más crudo de Jesús María es evidente en dos cuerpos que, pese a que el enfrentamiento inició a las 4:00 horas del 5 de enero, a las 18:30 horas del día 6 seguían expuestos en un camino que va de la comunidad hacia Culiacán, sobre un montón de basura. Fueron asesinados en otro lugar y trasladados, pues no había sangre en el sitio, con chaleco antibalas y orificios en su piel de tamaño tal que solo armas especiales pudieron hacer. Los cuerpos ya se habían empezaron a hinchar.
“Traigan una sábana para que los cubran”, pidió una de las vecinas. “No dejen que los niños se acerquen”, agregó.
El camino a los cuerpos sólo estaba alumbrado por la luz de la luna, la energía eléctrica no se ha restablecido, al menos hasta las 19:00 horas del 6 de enero, ni las casas ni el alumbrado público funcionan. Desde las 6 de la tarde eran más sombras que luz de sol, la gente debe tener cuidado, hay granadas activas que no explotaron y el Ejército se limitó a cubrirlas con tela de color amarillo para que la población las identifique y no las pise, pero hay otras al descubierto.
EL PUEBLO, EL MIEDO
Para llegar a Jesús María hubo que dialogar con elementos del Ejército Mexicano para pasar, quienes con sus rostros cansados pero con armas que les dan poder mantenían un bloqueo a la ciudadanía entre patrullas de la Guardia Nacional incineradas, las de la Policía Estatal ponchadas y con impactos de balas y las grandes camionetas volcadas.
Los 23 minutos desde la carretera México 15 al pueblo están acompañados de dos decenas de camionetas blindadas con placas 2022 abandonadas, con las puertas abiertas y llenas de impactos de fusiles, de repente las de la Guardia Nacional y del Ejército se muestran en ese mismo estado, a veces solo queda un caparazón, no se alcanza a ver qué tipo de auto o camioneta es.
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La señal de telefonía se cortó y adjudican al Gobierno Federal por esta decisión e impedir el acceso al pueblo. Cuando la ciudadanía se enteró que se podía entrar y salir porque se lo permitieron a periodistas y personas defensoras de Derechos Humanos, se hicieron filas para salir con todo y maletas, familias enteras, en autos propios o de raite, sin luz, sin señal telefónica ni víveres, sumado a la advertencia del Ejército a la población de: “Esto apenas empieza”.
Que llegue la noche significa oscuridad, desde el 5 de enero hasta la tarde del día siguiente las personas no habían abandonado sus casa por miedo, pero al salir no sólo descubrieron perforaciones en sus casas, sino saqueos de algunas viviendas. “Necesito que vean mi casa y mi tejaban y entiendan lo que les digo”, lamentaron. Los casquillos por montones en los patios y en las calles es una escena común.
“Los helicópteros que descargaron, teníamos miedo que perforaran nuestra casa”, dijeron los más afortunados que no tuvieron daños en el inmueble.
Isabel tiene 40 años, toda su vida ha vivido en Jesús María y nunca imaginó que le tocara un episodio como el que enmarcó la detención del hijo del capo Joaquín Guzmán Loera. Ella vive por la avenida principal, mientras la casa en donde se encontraba el “objetivo” queda a espaldas de la suya y sobre una loma, las detonaciones la despertaron y ahora el recuerdo no le permite dormir.
“Agarré los niños, porque tengo mis nietecitos y a como pude los metí debajo de la cama, cerré la puerta y mi mamá se me estaba muriendo porque ella sufre de depresión y diabetes y estaba muy asustada, yo calmándola le dije: ‘cálmate mamá, porque yo ahorita no te puedo sacar al doctor’. A como pude le di agua con azúcar y yo gritaba, yo gritaba porque decía ¿qué está pasando?”, narró Isabel.
Su mamá tiene 65 años y son tres sus nietos, más sus tres hijas. Isabel los cuidó esa noche a la que se refiere como “un infierno”, ahora su solicitud es que quienes surten los abarrotes de la comunidad acudan con víveres, no tiene ni agua, además de extender el llamado a la Comisión Federal de Electricidad, quienes intentaron acceder, pero el Ejército Mexicano no permitió entrar.
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“No, nunca había visto un agarre aquí así tan feo”, enfatizó. “A dos señores los balacearon ahí en su misma casa, una señora y un niño. Nomás a un niño le pegaron con el boludo, tenían que salir a buscar comida, se confiaron porque miraron que ya se había calmado y salieron y ahí le tocó la bala y se la dio un soldado, le apuntaron directamente, su papá lo miró”, recordó.
La relación del Ejército es nula, solo se acercaron para decir que iba a seguir la guerra. De cuándo quitarán los autos no tienen noticias, ni de cuándo se llevarán los cuerpos a los que toda la población tiene acceso para ver. Los hoyos en las paredes son un recordatorio de lo que pasó el 5 de enero y de la ausencia de respeto a los derechos humanos de la ciudadanía en la población que cuenta apenas con 5 mil habitantes.
Ya oculto el sol y a punto de partir de la comunidad se escuchó que alguien informó que el Ejército estaba de nuevo camino al pueblo, fueron sobre todo las mujeres quienes sacaron la casta y convocaron a una reunión en el arco de la entrada que da la bienvenida, había muchas cosas por reclamar.
En el camino de regreso, se observa a 12 camionetas del Ejército llenas de elementos que se acercan en caravana a Jesús María, pero no sabían que allá había gente que no solo quiere electricidad, sino que se les trate con dignidad y que se diga la verdad, alejada de las declaraciones que hiera el Gobernador Rubén Rocha Moya y su equipo este viernes por la mañana. Incluso insisten: “Estamos secuestrados, quieren sacarnos, pero aquí está nuestra casa y no nos vamos a ir”.
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Este trabajo fue publicado originalmente en Revista Espejo que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.