Oxímoron
Por Andy Hernández Camacho coordinadora de La Mamá Cósmica
@andybrauni / @lamamacosmica
Hay un fantasma que camina entre nosotras….
La imagen irreal de la maternidad edulcorada hace que el choque con la realidad especialmente en el posparto sea duro y violento. En el puerperio las madres somos más vulnerables. Es una época de grandes cambios, un tiempo en el que la necesidad de apoyo y acompañamiento es vital (situación que muchas veces ni para nosotras parece estar clara), pero también en la que nos urge certeza de saber que todo irá bien. Sin embargo el puerperio parece un tema tabú.
Los roles sociales de buena madre dificultan la aceptación y adaptación en este proceso, y la prueba para mí está en que llevo más de un año escribiendo ésta columna y no encontraba las palabras para narrarlo… para nombrar la luz y toda la oscuridad que viví durante esa etapa.
Pero creo firmemente en que la oportunidad de narrar nuestras experiencias en primera persona durante la maternidad y especialmente en procesos tan complejos como el postparto o puerperio, ayuda a desmitificar un poquito esa etapa que no es para nada rosa, pero que tampoco debería ser un cuento de terror.
Cuando nació en mí la madre, junto con la llegada de mi hijo, me recuerdo abrumada por el duelo que no sabía que iba a enfrentar. No tenía idea de cómo lidiar con esos sentimientos …se suponía que serían los días más felices de mi vida. Nadie me había explicado que era normal ésta sensación de tristeza al despedir a alguien a quien no quería dejar ir …no del todo.
Lo único que intuía es que algo había cambiado para siempre. Parecía que la reestructuración de mis órganos que comenzó en el embarazo se había extendido también a cada ámbito de mi personalidad, de mi vida, y a la forma en la que me movía en y con el mundo.
Y ahí en medio de mi familia, pareja y con un bebé en brazos… me sentí sola.
Lo malo no es que dejes de ser el foco de atención y todo el mundo esté más pendiente de lo hermoso que ha salido tu bebé, o de si tiene todos los dedos de las manos y de los pies…no, lo malo no es que el foco de la felicidad no seas tú sino el contenido de esa panza que por nueve meses llevaste pegada a tu cuerpo.
La verdad lo que está de miedo es que también desapareces para el sistema de salud, y donde antes había tantas visitas de control durante el embarazo, incluso demasiadas, ahora te encuentras con que ya sólo eres el medio de transporte para las visitas al pediatra.
Y parece, que nadie se acuerda de ti, de que te llenaron el cuerpo de medicamentos, que perdiste mucha sangre, que te cortaron tus genitales y que tienes ahí abajo puntos que nadie más que tú ha visto. La verdadera historia de terror durante el postparto es que el disfraz que usamos es el de fantasma o espíritu, el que nos queda perfecto entre la mezcla del blanco anémico y el hecho de que has dejado de existir como persona que (¡oh sorpresa!) también necesita de cuidados.
Y ahí estaba yo, la mamá, amando a mi hijo con un amor que difícilmente puedo explicar y a la vez sintiéndome una extraña frente a él, intentando mirarme al espejo sin poder reconocer a la persona del otro lado… y esa mirada desbordada y sintiéndome completamente ajena y disociada de todxs y de todo.
Recuerdo que hasta los mensajes de aliento eran pesados, los que me decían una y otra vez que estaba haciendo un gran trabajo, porque me sentía condenada a ser fuerte, a poder con todo, cuando lo único que necesitaba era “permiso” para poder necesitar ayuda, para tener miedo y para saber que estaba bien sentirme vulnerable, débil, confundida.
La realidad es que me urgía que otros me ayudarán sin tener que pedirlo, porque a veces esto me hacía sentir inadecuada y mala madre. Necesitaba que respetarán los límites y las decisiones que tomé para las formas en las que quería hacer las cosas con mi bebé, que no me abrumaran con consejos que no había pedido y que tampoco sabía cómo procesar porque (en un momento de tanta fragilidad) me hacían cuestionarme hasta mis mayores certezas y sentirme constantemente insegura.
Necesitaba tiempo para poder procesar todo lo que estaba pasando, y para bañarme con agua caliente y por más de cinco minutos. Necesitaba tiempo para reconocerme y descubrirme, para aceptarme. Necesitaba tiempo que no existía, porque los días pasaban lentos pero nunca alcanzaban para ocuparme de mí…
Pero sobre todo cómo necesitaba saber que todo pasaría, en algún momento, porque en las noches (en esas eternas y oscuras noches), yo no podía creerlo. Me urgía escuchar que mis pensamientos más oscuros se debían al cansancio y a la deprivación de sueño, que no estaba loca ni era una mala madre por extrañar dormir ocho horas…seguidas…
Ojalá hubiera sabido que tenemos un concepto tan romantizado de la maternidad inmediata, de ese amor que todo lo puede y todo lo tapa, de esa conexión instantánea… y puede que no siempre sea así…a veces las circunstancias no ayudan, a veces el embarazo ha sido complicado, el parto no era lo que esperábamos, y hay dificultades en la crianza y la lactancia. A veces las hormonas nos sobrepasan y a veces tu vida cambia tanto en tan poco tiempo que es difícil seguirle el paso.
Si algo he aprendido es que la maternidad no es como la muestran las famosas en Instagram o en algunas revistas. Nunca hice yoga, anduve en pijama todo el primer año de vida de mi hijo y bañarme temprano y con más de 5 minutos de por medio, sigue siendo mi logro diario. Tu cuerpo no es el mismo, tu sueño no es el mismo. Ni siquiera tus deseos son los mismos.
Constante habrá comparaciones y cuestionamientos incluso saldrán de ti. Pero recuerda que tú no eres como la mamá de Emilio o Emilia. A lo mejor optaste por la papilla en vez del método BLW o destetaste a los pocos meses, semanas o días y tu hijo toma biberón. Quizás pudiste portear o mejor compraste una andadera. Y está bien, nada de eso te hace una buena o mala madre. Sólo eres la madre que tu hijo necesita, la madre que puedes ser, y está bien y es suficiente.
Porque ya no vives solamente para ti, sino también para ese ser por el que has postergado y olvidado mucho, pero que a la vez te da tanto.
La única realidad es que las madres necesitamos la misma atención que un recién nacido. Nosotras también acabamos de nacer.
A tí que me estás leyendo y ya pasaste, vas a pasar o quizás estés en medio del puerperio me gustaría decirte que te abrazo, que tus sentimientos son válidos aún los que parecen oscuros.
Gracias por leerme durante este tiempo y por compartir tu historia.
Gracias, gracias por compartir tu vivencia , cómo dices, está parte nadie la cuenta y aún si te la contarán no es igual que vivirla. Pero es una paz mental el saber que no soy la única que lo vive que de alguna forma todas vivimos este duelo de quienes éramos antes de nacer como madres.