Desde Mujeres
Por Alicia Pereda Martínez / @ndi_chito / @DesdeMujeres
“Me quedé sin útero a los 25 años, la misma edad a la que siempre desee tener a mi primer hijo”, cuenta Fátima, quien hoy prefiere ser llamada bajo un seudónimo porque dice aún no sentirse lista para asumirse ante el mundo como una “mujer sin matriz”.
Luego de algunos años de este episodio, Fátima cuenta que perdió lo que desde muchas visiones del mundo, por hablar de las más “espirituales”, se cree es el “centro de fuerza de las mujeres”, el “origen divino”. Pocos saben su historia, muchos menos que la histerectomía que le aplicaron fue para salvarle la vida, mientras ella lo único que buscaba era salvar su embarazo.
“Fue muy duro. Después de eso pensé en suicidarme varias veces, pensaba en que yo no era útil, ni como mujer, ni como ser humano. ¿cómo serviría alguien tan roto al bien común? Sentía que haber perdido esa parte de mí tan íntima y tan específica me volvía un ser inanimado y muy fácil de despreciar. Sentí varias veces la lástima de los demás cuando contaba mi historia y me sentía tan triste por generar esa emoción, que decidí no contarlo más. Hasta hoy”.
Sin embargo, en el proceso de duelo, por el hijo perdido y el útero extraído, Fátima se cuestionó un par de cosas. La primera de ellas, que la maternidad no es precisamente la etapa “hermosa” y que envuelve de “plenitud a la mujer”, como el mandato patriarcal nos ha hecho creer. La segunda, cómo en lo simbólico nos significamos las mujeres, pero también cómo hemos dejado que el machismo nos signifique.
“La maternidad debe ser deseada, o no debe ser, no entiendo cómo aún se pone en duda esto. Es increíble como en muchos casos todo puede ser tan violento, desde el primer momento, desde que sabes que estás embarazada y te vienen mil dudas a la cabeza, desde que las primeras preguntas son qué dirán la pareja y la familia, y así, desde el principio, pareciera que tú quedas en segundo lugar”, platica.
Para Fátima, la maternidad es además solitaria: los cambios en el cuerpo, los riesgos de la gestación, las incertidumbres, la violencia obstétrica, todo se debe pasar en solitario y sin quejarse, y ni qué decir de las reglas por cumplir del manual de la “buena madre”, que una sociedad como la mexicana, que asesina a 11 mujeres al día, se ha inventado.
“Cuando abrí los ojos después de la operación, mi primera pregunta seria fue `Doctora, ¿mi útero se salvó?´. Mi consuelo fue pensar justamente en esa médica, una mujer entera, inteligente y que me salvó la vida, lo hizo por sus grandes capacidades e inteligencia, no por su matriz”, platica.
Para Fátima, y todas las Fátimas.