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Genuinamente comprometido con mejorar las condiciones materiales de vida de los más pobres; liberal y antineoliberal en economía y política; conservador en temas de género y familia; y cristiano que expresa fidelidad a las enseñanzas de Cristo: ese es el cuádruple motor ideológico de AMLO que este artículo esboza.
Por Enrique G. Gallegos*
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Hay que tener claro que nadie escapa a la ideología como nadie escapa al aire que respira. Algunos ingenuos creen que es posible localizar un lugar neutro e incontaminado desde el cual podrían postular ciertas verdades definitivas. Por supuesto, hay determinaciones científicas que se acercan mucho al espacio de una verdad (pienso en las matemáticas); pero en los ámbitos atravesados por las disputas (el político, económico, social y cultural), esa zona incontaminada y pura difícilmente existe. Por lo regular quienes más enfatizan un supuesto estatuto neutro, posiblemente más tergiversados están por la ideología o se trata de una artimaña para velar sus propósitos. Sobre el dato y hecho que puede parece incontrovertible, se suele levantar el conflicto de las interpretaciones y las incorporaciones ideológicas (por no mencionar los recortes de la realidad que necesariamente se hacen). Pero tampoco los enganchamientos ideológicos están hechos de una sola pieza, sino de múltiples agenciamientos. La mano puede apuntar para un lado y pie para otro.
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Atisbar el motor ideológico que moviliza al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tiene múltiples ventajas. Primero, evita generar falsas expectativas; segundo, impide caer en decepciones (no engañarse con falsas posibilidades); tercero, posibilita aventurar futuras decisiones en función de los contextos; cuarto, permite pensar los zócalos estratégicos de lucha para quienes sostenemos posiciones de izquierda que en varios puntos antagonizan con las del Presidente y su partido (sobre todo al nivel de los fundamentos y las guerras anticapitalistas). Evidentemente, en este trazado del perfil ideológico pueden surgir ajustes, pues la praxis política debe lidiar con lo real.
Un espacio privilegiado para inferir los engranajes, poleas y cadenas de la máquina ideológica de AMLO son las conferencias mañaneras. Son una suerte de caja transparente, si sabemos leer entre líneas y extraer las implicaciones de sus afirmaciones. Por el momento, no me interesa determinar tanto si cumple lo que promete, si miente o dice la verdad, ni tampoco el uso táctico de ese espacio en el marco de las disputas políticas que mantiene. Importa el aceite ideológico que engrasa su máquina; es decir, el suelo de referencia retórica y pragmática sobre el que se mueve y moviliza, tanto a seguidores como a impugnadores.
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De acuerdo al periodista Miguel Velázquez, para el 16 mayo de este año, el Presidente había dado 848 conferencias “mañaneras”, con un promedio de 111 minutos. A fines de octubre, se contabilizarían alrededor de 950. Eso sin contar las conferencias dadas en sus viajes por el país, ni los pequeños videos que suele subir en sus redes sociales. Es un Presidente que le gusta hablar y reconoce el poder de la palabra y su resonancia política en las redes sociales.
Con una clara agenda, pero sin un guion estricto ni apuntadores, cada mañana el Presidente discurre sobre temas de su gestión, proyectos principales de su administración, los tópicos que están en la opinión pública y las consabidas confrontaciones con sus adversarios. Los más de 105 mil minutos de las “mañaneras” que llevaría a octubre de este año bastarían para darse una idea del perfil ideológico del Presidente. Evidentemente no sólo se requiere poner atención, sino conocer un poco de historia de las ideas políticas para comprender por qué toma ciertas decisiones y posiciones y no otras. Pero vivimos tiempos de sordera. Sus adversarios (y los tiene en todo el espectro político, de la derecha a la izquierda), simplemente no hacen el ejercicio de analizarlo y disputarlo desde los mismos fundamentos. “No lo soporto”, he escuchado que dicen. Pero las cosas no están mejor del lado de sus seguidores: poco análisis y mucha pasión. Y no se trata de que no puedan no defender las posiciones políticas del presidente, sino de la adhesión devenida en pathos. Pathos doble: sea por aversión, como en sus enemigos; sea por fervor, como en sus seguidores.
Por eso extraña que tras casi cuatro años en el gobierno y miles de minutos en la “caja de cristal” de las “mañaneras”, los bandos en disputa sigan alimentado un malentendido común: desde el flanco de la derecha, lo acusan de ser comunista o cuando menos, de izquierdista y populista; y desde sus seguidores y el mismo movimiento político que lo llevó a la presidencia, que es un hombre de izquierda. Pero tiros y troyanos se equivocan. Es otra cosa. Y esta otra cosa es el origen de los malentendidos. Esa falta de comprensión es lo que inhabilita a sus adversarios a plantearle una oposición sólida y, además, esa otra cosa es la que, paradójicamente, sustenta parte de su legitimidad en los sectores más populares.
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Si existe una “mañanera” en la que AMLO mostró con limpidez sus motores ideológicos fue la del 24 de octubre de este año. Esa “mañanera” tocó varios temas. A propósito de una pregunta que le hicieron sobre si se lograría la autosuficiencia alimentaria, sobre los precios de ciertos productos, las importaciones y el libre mercado, el Presidente narró una historia:
“Les cuento de la anécdota acerca de esto, del libre mercado, que ya parece que me estoy volviendo neoliberal, ya me están convenciendo: cuando el comandante Castro y otros guerrilleros tomaron el cuartel Moncada, o intentaron tomarlo, allá cuando empezó la Revolución, en los años 50 en Cuba, en 1953 —en ese año nací— detienen, asesinan también, algunos mueren en el enfrentamiento, y detienen a los dirigentes, y entre los dirigentes detienen a Fidel. Pasa el tiempo, está en la cárcel y de repente pide él al custodio, a uno de los carceleros, que le consiga un libro —esto es una anécdota— porque quería leer. ‘¿Y qué libro es?’ ‘Se llama El capital, de Marx’.” (Fuente: Versión estenográfica de la Conferencia de prensa del 24 de octubre, asequible en el portal de la Presidencia).
El meollo de su anécdota es que Fidel Castro, ya en prisión, pidió leer un libro: “El capital”. Los custodios interpretan, según la versión del Presidente, que el comunista Fidel Castro, se estaba convirtiendo al libre mercado al solicitar un libro que lleva, precisamente, por título “El capital”, sin saber que El capital de Marx es un libro en el que se desmonta y critica el funcionamiento del capitalismo y se devela cómo la valorización del capital descansa en la explotación de las clases trabajadores. La anécdota del Presidente destaca que no existió ninguna conversión al libre mercado de Fidel Castro, sino una confirmación de su militancia comunista al pedir precisamente el libro de Marx.
El Presidente utiliza esa anécdota para ilustrar lo erróneo de las críticas por su supuesta conversión en un neoliberal librecambista (expresado, por ejemplo, en la defensa del tratado de libre comercio con nuestros vecinos del norte o en las facilidades para importar ciertos productos básicos para hacer frente a la inflación, entre otras cosas). Lo que AMLO pretende dar a entender es que así como Fidel nunca dejó de adherirse el comunismo, de la misma manera él nunca ha dejado de aceptar el libre mercado. Carceleros de Fidel y adversarios de AMLO estarían en un error: ni Fidel se convirtió al libremercado, porque El capital intenta sentar las bases para destruirlo, ni AMLO se convirtió al neoliberalismo porque siempre ha sido partidario de una economía de libre mercado, aunque con ciertos controles.
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Después de la anécdota, en la misma “mañanera” un periodista aprovecha para preguntarle expresamente “¿Ya se convirtió , Presidente?”. AMLO responde lo siguiente:
“Es que no todo lo de la política neoliberal es malo si se aplicara adecuadamente. Por lo general está hecha, está diseñada para favorecer una minoría, esto es lo malo; y además lo que resulta lógico, como la competencia, el libre mercado, se distorsiona, se deforma, no se aplica, se usa nada más como parapeto.”
Como se advierte de la respuesta, no es que el Presidente esté en contra del libre mercado, sino de las distorsiones que, en su opinión, llevan a la polarización de la riqueza y deforman el principal elemento librecambista de equilibro: la competencia. Y el Presidente asocia, de manera puntual, esas distorsiones con el neoliberalismo. Hay algunos fenómenos que el Presidente relaciona con el neoliberalismo: la corrupción, los privilegios fiscales de las grandes empresas y el sometimiento del Estado al poder empresarial.
Síntoma de ese sometimiento era el régimen de privilegios fiscales para las grandes empresas y la proliferación de los organismos autónomos (OA). Sobre esto último hay que tener en cuenta que en la teoría liberal clásica, la división de poderes es central: el poder se fracciones en legislativo, ejecutivo y judicial. Pero cuando llega el neoliberalismo se fraccionó más al Estado al introducir los OA, debilitando su soberanía. En México existen poco menos de una decena de OA (sin contar a las universidades, que tienen otro origen). Adicionalmente, estos organismos suelen operar con una lógica de mercado, de ahí que estructuralmente respondan a los intereses empresariales (a grupos de poder). Entonces, los OA representan tres ideas que crítica el Presidente: el debilitamiento del Estado, la lógica empresarial en su funcionamiento y la corrupción al favorecer los intereses de las clases empresariales. Entonces el Presidente no está en contra del mercado, sino de un mercado distorsionado y sin controles. En este sentido, su ideología es, en puridad, la del liberalismo adobado con cierto antineoliberalismo (por el momento no viene al caso señalar que las ideas sobre el neoliberalismo de AMLO son, cuando menos, limitadas).
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Pero por si hubiera dudas sobre sus adhesiones al liberalismo, en la misma conferencia del 24 de octubre, hizo otras declaraciones en las que también podemos ver sus motores ideológicos. El Presidente afirmó que no está de acuerdo con una idea central de la izquierda; no lo menciona, pero se refiere a la que particularmente sostiene el marxismo:
“… no estoy del todo de acuerdo en que se piense que los problemas de desigualdad en México se originaron por la explotación de los dueños de los medios de producción al proletariado, por la explotación del burgués al proletariado, no creo que el proceso de México de acumulación de capital se haya originado de esa manera. No es exacto de que hay dueños de medios de producción, empresarios explotadores de trabajadores, de obreros y que con esa explotación se obtiene una plusvalía, una ganancia y se produce una acumulación desmedida de capital en unas cuantas manos. Sí se da eso, pero no es la fundamental en el caso de nuestro país.”
Para el Presidente la pobreza y desigualdad no son, principalmente, producto de la expropiación empresarial de la riqueza que produce la fuerza de trabajo. El Presidente no parece compartir la tesis de Marx de que la valorización del capital descansa en la desvalorización del trabajador. Si no es la propuesta de Marx, entonces ¿cuál es el origen de la pobreza y miseria en nuestro país? La respuesta del Presidente, lo señala más adelante en la misma “mañanera”, es circular: la corrupción. No es la apropiación del capitalista de la riqueza social que producen los trabajadores, sino la corrupción y, de manera específica, “la transferencia de bienes públicos a particulares”, el incremento de fortunas y riqueza privada bajo el amparo del Estado, la privatización de los bienes públicos, los servicios y activos del Estado (de aquí también su lucha para desaparecer los fideicomisos). Para AMLO, ese es el origen de la desigualdad y pobreza en el país y no tanto el funcionamiento estructural del capitalismo.
Dicho en sentido positivo: un mercado sin distorsiones y un Estado cumpliendo sus funciones sociales serían garantía de una justa distribución de la riqueza, que acabaría con la pobreza y desigualdad. De aquí también otro de los recursos del liberalismo al que apela AMLO: un Estado sobrio, que elimina los grandes sueldos, compacta áreas, combate internamente la corrupción y los privilegios de los funcionarios; en fin, la política de austeridad (o el Estado mínimo, que hace más con menos recursos). Un misterio es saber, en ese encuadre liberal, porqué la vieja tradicional liberal que existe en el país no ha defendido como uno de los suyos al Presidente. Este liberalismo también explica cierto anacronismo al denominar “conservadores” a los que son sus opositores y críticos, sin establecer distinciones, ¡como si estuviéramos en la disputa entre liberales y conservadores en el siglo XIX, en la época de antagonismo entre Benito Juárez y Miguel Miramón!
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Hay otros elementos que componen los motores de su ideología. En primer lugar, el conservadurismo en temas de familia y género (importa destaca que su conservadurismo no llega al extremo de la derecha, que suele empujan reformas y medidas administrativas). Aunque puede parecer contradictorio su perfil liberal con estos apalancamientos conservadores, en realidad no lo es. La austeridad a la que apela y la critica a la corrupción también se nutren de este registro moralista y conservador. Es públicamente conocido que el Presidente ha sido un crítico del feminismo. En varias ocasiones ha señalado que está infiltrado, que intenta desestabilizar y provocar al gobierno (aunque en los últimos meses ha tendido a matizar esos señalamientos), pero sin tomar en cuenta sus justas demandas en una sociedad patriarcal y con una elevada cantidad de feminicidios (en 2021 INEGI registró 3991 homicidios de mujeres, la mayoría de los cuales corresponden a feminicidios, justamente por darse en el contexto de una cultura patriarcal). Junto con esto está su defensa de la familia, a la que ha definido como “la institución de seguridad social más importante”, incluso ha señalado que “nuestro movimiento en México surge de la familia, la familia en su concepción amplia, moderna, las familias.”.
Pero esta concepción conservadora del género y la familia también está vinculada con sus poleas de filiación cristiana. En la “mañanera” del 4 de junio del 2021, el Presidente declaró lo siguiente:
“Yo soy cristiano y quiero también aclararlo. En la Iglesia evangélica hay una denominación cristiana, pero mi cristianismo, lo que yo practico tiene que ver con Jesús Cristo, porque yo soy seguidor del pensamiento y de la obra de Jesús, creo que es el luchador social más importante que ha habido en el mundo, en la Tierra.” (Versión estenográfica de la conferencia de prensa del 4 de junio del 2021)
Su apalancamiento cristiano no sólo tiene que ver con juicios morales o creencias al nivel del individuo y familia, sino con concepciones sociales y políticas. Para AMLO, Cristo no sólo es fuente de las creencias religiosas, sino inspiración para intervenir a favor de los pobres y necesitados. En sus propias palabras:
“… yo soy seguidor del pensamiento y de la obra de Jesús, creo que es el luchador social más importante que ha habido en el mundo, en la Tierra. Por eso los poderosos de su época lo seguían, lo espiaban y lo crucificaron, porque él era amor y profesaba un profundo amor a los pobres, a los débiles, a los humildes.”
No es casualidad que para el Presidente Cristo haya sido “el luchador social más importante en toda la historia del mundo” (Conferencia de prensa del 1 de noviembre). Puestas las cosas en su justa perspectiva, lo que tenemos es que el compromiso de AMLO con los pobres no proviene sólo de una posible y endeble filiación con la izquierda en sentido estricto, sino particularmente de un cristianismo comprometido, que recuerda mucho la opción preferencial por los pobres de la iglesia de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Esto, evidentemente, no invalida sus convicciones y acciones políticas y programas a favor de las clases sociales más pobres. Esa política de “primero los pobres” se ha expresado de diferente manera en decisiones concretas como la constitucionalización de las becas y apoyos a los adultos mayores, estudiantes y personas con discapacidad, los aumentos al salario mínimo, la reducción de las semanas de cotización en el IMSS, la solución de viejos problemas de los pueblos como la “Presa Zapotillo”, entre otros.
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Pero la ideología del Presidente no solo abreva en estas fuentes liberales, conservadores y cristianas, sino también ha construido una máquina ideológica con otras poleas que se nutren de la historia nacional y sus relatos y hechos. En la misma “mañanera” del 24 de octubre afirmó que sus referentes históricos eran Morelos, “Hidalgo, que quería que se aboliera la esclavitud”; “ Juárez que fue el que separa el poder eclesiástico del poder civil”, “Madero, que se adelantó a sus tiempos y al mundo con su planteamiento sobre la democracia”, “la Revolución mexicana la primera revolución del siglo XX, la más avanzada de todas las revoluciones del mundo en lo social”, “Lázaro Cárdenas, que recupera el petróleo que lo habían entregado a extranjeros”, “el sistema político laico y en México seguimos teniendo, aun cuando quisieron acabar con el ejido”, entre otros que mencionó.
Hay que insistir en algo: en esa extraña maquina ideológica, conformada de poleas y engranajes de diferente material y origen, destaca su genuino compromiso con los más pobres y necesitados del país. No es retorica ni populismo, como algunas veces se dice. Es genuina vocación laica pastoral-religiosa por los más menesterosos.
Ni comunista, ni izquierdista: AMLO: genuinamente comprometido con ayudar a los más pobres y menesterosos; liberal y antineoliberal en economía y política; conservador en temas de género y familia; cristiano comprometido con los desamparados: ese es el cuádruple motor ideológico del Presidente. Cuádruple motor que se conjuga con un realismo político (no me refiero al cinismo, sino a aquel que sopesa lo real en las decisiones y programas) y una capacidad para palpar el aire de los tiempos políticos que corren. Cuádruple motor que sus adversarios de derecha e izquierda no han sabido descifrar para hacerle frente. Cuádruple motor que sus seguidores no dejan de constatar y que no logran armonizar sin caer por momentos o en decepciones o en celosos fervores. Cuádruple motorque es el fundamento de su penetración en las capas más populares de nuestra sociedad.
*Profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana-C