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Mientras en el centro de la capital un mega desfile a la James Bond inunda las calles, en las periferias los pueblos y barrios originarios resisten desde sus tradiciones a la turistificación y la gentrificación. El día de muertos no es el mismo para todas las personas que habitan en la urbe, y tampoco lo son sus significados
Texto: Isabel Briseño y María Ruiz / Pie de Página
Fotos: Isabel Briseño y Cortesía
En el Pueblo de Santa Úrsula, en Coyoacán, se gesta una resistencia contra uno de los megaproyectos inmobiliarios más recientes de la Ciudad de México: la remodelación del Estadio Azteca rumbo a la Copa Mundial Fifa 2026. En esta zona, el Día de Muertos es un aliciente importante para generar comunidad. Y también es un momento clave para ver a los vecinos e informarles sobre la resistencia a este proyecto.
Este año realizarán una Muerteada el día lunes, donde pedirán dulces y una Llorona recorrerá las calles gritando “Ay, mis predios”, en lugar de “Ay mis hijos”, para concientizar sobre el tema de un posible despojo. Los vecinos también realizaron una ofrenda comunitaria. Muchos de ellos provienen de otros estados, y compartieron parte de las tradiciones de sus pueblos de origen. Un ejemplo: Don Ángel, originario de Guanajuato. Él pidió que hubiera chilacayotas en la ofrenda.
“Este es un proceso de construcción de ciudad en las colonias populares. Muy diferente a lo que se vive por ejemplo en Reforma o la Roma, donde se ven boutiques decoradas para llamar la atención desde una visión publicitaria, y no tanto con una visión de recordar desde un punto de vista de comunidad” señala Natalia Lara, integrante de la Asamblea de Tlalpan Coyoacán contra las Megaconstrucciones.
Lara cuenta que en esta zona de la ciudad acostumbran a hacer verbenas organizadas por los mismos vecinos, y piden dulces. Todas estas actividades son parte de su comunidad. Les genera cercanía.
La activista señala que en ocasiones la Secretaría de Cultura olvida representar a estas comunidades en eventos como el gran desfile de Día de Muertos en Reforma.
“Ahí es cuando hacemos una separación fuerte en el tema de turistificación, porque no vemos esa representación del barrio. Sobre todo, se ve más despersonalizado cuando hay verbenas populares u ofrendas comunitarias en territorios en disputa de pueblos originarios, y todo se va enfocado a un desfile sobre Reforma, donde se va perdiendo esta sensación de representación y se va imponiendo una imagen turística. Una imagen mercantilizada de Día de Muertos” explica.
Para Lara, la tradición de Día de Muertos es una forma de demostrar de dónde son. Qué quieren. Y cómo, desde sus saberes, mostrar la forma en que se ha ido construyendo esa parte de ciudad.
“Al igual que el doce de diciembre, el Día de Reyes y la Navidad, el Día de Muertos es muy importante para la organización comunitaria. Para congregar. Pero también para informar y manifestar el descontento con las planeaciones de desarrollo urbano” explica.
Las infinitas resistencias: de Santa Úrsula a Iztapalapa
En Iztapalapa, cerca de Canal Nacional, vive Ximena Muñoz. Ella es una mujer trans originaria del pueblo San Marcos Mexicaltzingo, también en Iztapalapa. Su objetivo es claro: busca recuperar las tradiciones y la memoria de su comunidad través de la Radio Comunitaria Totomoxtle. Todo esto, junto a los Consejos y Barrios de Culhuacán. Ella observa que el boom inmobiliario afecta las tradiciones de los pueblos:
“Ha cambiado un montón. Principalmente por la expansión del desarrollo urbano de esta ciudad monstruo. Este aumento de desarrollo urbano en la zona suroriente es impresionante, y es reflejado en que cada vez más hay una atomización del desarrollo comunitario de los pueblos. Si bien existe el impulso de las alcaldías, los pilares… todos están haciendo eventos, pero existe un discurso folklorizante en torno a las tradiciones, a la fiesta. En el día de muertos es igual, la atomización”.
En su comunidad al suroriente de la ciudad hay un incremento de inmobiliarias alrededor del Gran Canal. Están apareciendo guetos de ricos dentro de zonas populares, lo que ha provocado que la población originaria se atomice.
Estos nuevos habitantes cuestionan las tradiciones de los pueblos: como el cierre de calles por procesiones para algún santo. Y a la vez generan discriminación y racismo desde zonas más acomodadas de Coyoacán a las vecinas de Iztapalapa.
Ximena Muñoz está apostando por conservar las tradiciones, tejiendo nuevamente la memoria. Todo esto, compartiendo la palabra, los cantos y las leyendas.
El pasado 27 de octubre se hizo una primera Pedinchada colectiva convocada por los Pueblos y Barrios de Culhuacán. La Pedinchada consiste en rezar, cantar la canción tradicional de la Pedinchada, y pedir dulces entre pueblos y barrios. Anteriormente cada pueblo realizaba la suya, pero este año recorrieron juntos avenidas importantes como Eje 3, Cafetales y Taxqueña.
“Compartir la experiencia de recuperar la memoria, el ocupar nuevamente los caminos, los espacios tradicionales donde estaba una capilla antes, donde se nos aparecía el nahual, el ocupar los espacios a pesar del desarrollo urbano es lo trascendental a la par de que se comparte la experiencia de hacerlo con los más chicos, a las nuevas generaciones e incluso dentro de los mismos adultos porque olvidamos por qué hacemos las cosas” comparte Ximena.
Pero, ¿por qué estos pueblos y barrios tienen que proteger sus tradiciones? ¿qué o quién las amenaza? ¿por qué en las periferias los carros alegóricos y máscaras no inundan las calles como en el centro de la ciudad? La respuesta: la tradición hecha espectáculo.
Muertodromo, el viaje que hacen mexicanos y turistas al Mictlán
Sin duda, el tema de las festividades de muertos además de ser religiosas –que es el componente más importante de práctica, de culto de apropiación y de expresión–, también está ligado a las políticas públicas culturales de los gobernantes en turno, así lo expresa el historiador Álvaro Rodríguez.
Para el egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, el ambiente y el contexto político habla mucho de cuáles son los presupuestos y los ánimos de los gobernantes para saber cuáles serán las políticas públicas y culturales que implementarán los dirigentes del país.
El también doctor rememora: “En el 2000 finalizó la huelga de la UNAM, Juan Pablo II canonizó al indígena Juan Diego y el PAN gobernaba por primera vez México. En veinte años han ocurrido muchas cosas y nuestras tradiciones también se han ido modificando. Desde la “cocorización” de las festividades del día de muertos hasta estos multitudinarios desfiles de zombies, de catrinas y el exitoso desfile de Día de Muertos que se realiza desde 2016.
Los recintos patrimoniales fueron parte del set donde se rodó la película 007: Spectre. El filme de acción se grabó en 2015, en el primer cuadro de la Ciudad de México. Ese mismo año se estrenó la película del agente James Bond. Y en sus imágenes sobresale la celebración del Día de Muertos.
Los muertos del 007
El rodaje de un James Bond apuntando a las tradiciones mexicanas, desde un imaginario carnavalesco, se quedó para no irse. “Se dieron cuenta que jalaba gente el desfile de calaveras”, dice Álvaro Rodríguez. Aprovechando el auge de la película, el Gobierno de Miguel Angel Mancera, a través de la Secretaría de Turismo del Gobierno Federal, anunció que desde 2016 se incorporaría el Desfile Internacional del Día de Muertos en las actividades de la tradicional festividad.
“Se convirtió en un desfile como el del 16 de septiembre, así que tenemos desfiles militares pero también de muertos. Suena irónico pero hasta hay relación entre ambos desfiles. Ahora que se está discutiendo cuál es el papel de las fuerzas armadas y lo que justo en los últimos veinte años ha producido toda la incursión de la declaración de guerra que hizo Felipe Calderón para hacerle frente al narcotráfico y el desastre que se ha producido en términos de muertes y desapariciones. Esta relación de lo que implica un desfile. Un desfile es una demostración. Militarización – muerte, este binomio es raro, curioso”, dice el historiador.
Y añade:
“Yo lo que veo con este tema del desfile de calacas es que la gente sale a divertirse, a disfrutarlo. La gente se disfraza y son gozosos de irse a maquillar y de presenciar desde la primera fila el espectáculo”.
A las orillas de Avenida Reforma se instalaron puestos que promueven la economía ofreciendo diversos servicios y productos: Ochenta pesos la corona de flores que vende una familia indígena del Estado de México. Un señor que trae arañas por todo el cuerpo ofrece: “Para ese novio huevón. Un regalito pa la suegra metiche. Para la vecina chismosa”. En otro anuncio se lee: “Sin cempoalxochitl no hay Mictlan: 4×100 las macetas”.
Álvaro observa que se está dando un fenómeno de oleada turística, y es cierto.
“Actualmente se vive una diáspora de gringos y gente extranjera que llega con bastantes recursos económicos a rentar un Airbnb, o a pagar un buen hotel para experimentar este imaginario predibujado de la “cocorozación» mexicana en torno a la celebración del día de muerto”, apunta.
Estos desfiles, que están pensados para un público abierto, también están pensados para aprovechar el fenómeno de diáspora de nativos digitales: Personas que están llegando a la ciudad de México con otros presupuestos que llevan a un fenómeno de gentrificación muy fuerte, claramente asentado en el centro de la capital.
“Que bueno sería que tuvieran la oportunidad de profundizar más e ir a los pueblos cercanos a la ciudad y vivir toda la trama que implica ser un invitado en una casa, en una ofrenda familiar, y consumir con la gente la comida que se le dispone al difunto para que se consuma este ciclo de espera de las almas que retornan a las casas. Pero esto no sucede”, dice Rodríguez.
De tradiciones y nuevas y viejas generaciones
México es tan rico en el sentido de sus tradiciones que, dentro de la familia, los mismos abuelos nos cuentan de dónde vienen las tradiciones. Las nuevas generaciones están muy ocupadas en el Tik tok. Uno se sorprende de esto, porque son justamente los jóvenes que viven en la pantalla quienes descubren que se pueden personalizar y que pueden utilizar su creatividad para performar el espacio público.
En un ánimo de expresión, de diversión, al final se observa una mezcla entre la tradición mexicana y la tradición norteamericana. Cruces que lejos de perjudicarnos, nos benefician. Y devienen en un diálogo que ya existe pero que aún no está dado, de acuerdo con Álvaro.
El historiador recomienda al finalizar la charla: “Disfrutar, ver y estar atentos a las nuevas cosas, pero también a las cosas que persisten”. Además, invita a explorar la vasta oferta cultural que la metrópoli ofrece, como la ofrenda en el Claustro de Sor Juana y las instaladas en los diversos palacios y recintos históricos.