Oxímoron
Por Andy Hernández Camacho coordinadora de La Mamá Cósmica
@andybrauni/@lamamacosmica
Cuando el niño astronauta aún flotaba en mi vientre, comencé a leer sobre crianza respetuosa, creía haber encontrado la fuente de respuestas a todas las preguntas que me empezaron a surgir y que seguramente aumentarían con su llegada. Esto último por supuesto ocurrió, lo primero…aún no sucede…
Y es que si bien el apego, criar respetando los tiempos de les niñez y tratar de entender sus emociones me mostró el camino a seguir para desempeñar ese papel fundamental que jugamos mamá y papá en la vida de les hijes, en ese camino “marcado” me he encontrado que hay situaciones en las que, por mucho que leo, analizo, respiro y cuento hasta 10, salen a flote reacciones desbordantes que están implícitas en mi propia personalidad, o incluso que surgen como respuesta al agotamiento que suponen los cuidados.
La “crianza con apego” o también conocida como “crianza respetuosa” es una filosofía que fomenta el vínculo seguro de hijas e hijos con sus madres, padres o personas cuidadoras y busca poner en el centro de este vínculo al amor, el respeto y la empatía por la niñez. Un tipo de crianza que ha tomado especial fuerza en la última década entre madres y padres que buscan una forma de vincularse distinta a la conductista, poco respetuosa y a veces violenta con la que fueron tratados en su infancia. Es quizás esta necesidad colectiva de sanar y de resguardar los derechos y necesidades de niños y niñas lo que la ha vuelto una tendencia.
Pero esa facilidad con la que conecta y se replica también la ha convertido en una moda y la ha hecho caer en pautas rígidas que generan estrés y culpa por intentar llegar a altos estándares de dedicación. Día a día, diversos “gurús de crianza” promocionan en redes sociales una serie de “recetas” o pasos a seguir para lograr: una lactancia exclusiva y a libre demanda lo más extendida que se pueda, el porteo constante con fulares o mochilas, alimentación BLW o dormir en colecho.
La realidad es que esta crianza, también llamada “natural”, resulta para muchos inalcanzable y sobre todo desconectada de una realidad más compleja que la armonía que proyecta. Las condiciones sociales, incluso políticas, los recursos económicos, el contexto laboral, la escasa red de apoyo para madres y padres o la salud mental de ellxs, influyen directamente en el tipo de crianza real que padres y madres pueden a duras penas lograr, sobre todo cuando se intentan adherir a esta filosofía.
En lo personal he aprendido a marchas forzadas y con mucha desilusión que la crianza no tiene manuales, instructivos o fórmulas mágicas. Por el contrario, es una práctica social que cuando se tecnifica a través de expertes y sus tips mágicos se convierte en un dogma.
En un mundo tan conectado y comunicado como este, ya casi ni es necesario teclear para encontrar información sobre las situaciones que estamos viviendo: existen millones de páginas, foros, post en redes sociales, que generalmente solo muestran el lado idílico de la crianza a través de una foto o vídeo y que nos dan pautas sobre cómo actuar en determinadas situaciones, pero que realmente pueden llegar a ser demasiado exigentes con el “deber ser” de nuestras acciones y especialmente con nuestro rol de madres.
Sin embargo, excedernos, fijarnos solo en la teoría y obviar nuestras propias circunstancias puede elevar nuestras expectativas a un horizonte demasiado alto, trayéndonos frustración y más culpa. Al menos así lo he experimentado yo…
Y la dura pero necesaria verdad es que NO existe un método infalible para tratar cada situación, NO hay un manual (ni debería) para ser una madre perfecta, porque somos seres humanos y no máquinas que se pueden programar y que la realidad del día a día con les hijes implica tener prisas, enojarnos, hacer malabares para que coman o se vistan y claro que también poner malas caras: somos humanas y es completamente normal tener ese tipo de reacciones, ¡la improvisación está a la orden del día y es parte de la supervivencia en el trabajo de cuidados!
Así como a través de la crianza respetuosa buscamos ser mejores madres a través de la empatía, deberíamos practicar esta empatía primeramente con nosotras. Y de corazón abogo porque en esa filosofía nos incluyamos… respetemos nuestro estado de ánimo, permitámonos ser humanas y cometer errores al no reaccionar tal y como “mandan los cánones” o simplemente atendamos nuestras propias necesidades sin sentirnos culpables. Preparar a les hijes para la vida también tiene que ver con esto.
De igual manera ojalá pudiéramos ir borrando del vocabulario preguntas como:
“¿Todavía con pañal..?”
“¿Todavía no le salió ningún diente..?”
“¿Todavía no va al kinder..?”
“¿No gatea..?”
“¿Todavía no habla..?”
Si analizamos un poco éstas preguntas que escuchamos seguido, podemos ver lo habitual que es en nuestra sociedad centrarnos en lo que al niñe “le falta” o aún no logró, en lugar de ver lo que ya es ahora, en todo lo que fue avanzando y construyendo.
Deberíamos acompañar, saber esperar y dejar a un lado nuestras expectativas o lo que a nosotrxs nos gustaría, para reconocer no solo a la niñez como personas únicas y con ritmos propios, sino también a la persona que está detrás de estos pasos por grandes o pequeños que sean…y lo que deberíamos comenzar a preguntar es: ¿todavía no entendemos que la crianza respetuosa debe serlo también con mamá?