La Historia

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

La Historia, la de la letra mayúscula, se construye a partir de las pequeñas historias

Hace años, Andrés Manuel López Obrador, que ha demostrado tener una obsesión por que su nombre se escriba en la Historia, quería ser presidente de México. Y para convencer a los votantes prometió muchas cosas. Entre ellas, que iba a regresar al ejército a los cuarteles. Eran los tiempos de la mal llamada guerra contra el narcotráfico y, aunque ya comenzaban a verse los saldos negativos de esa estrategia —saldos escritos con miles de historias de personas con nombre y apellido— la promesa no le sirvió de mucho a López Obrador, porque perdió.

Pero como quiere a como dé lugar colarse en la Historia, volvió a competir y volvió a prometer. Y en esta ocasión le dio resultado: casi doce años de una estrategia fallida hicieron que mucha gente quisiera creer que él de verdad iba a cambiar el rumbo, a apostar por otra estrategia—“abrazos, no balazos”, dijo y se volvió hashtag y meme y eslogan— y, como parte de esa estrategia, iba a regresar al ejército a los cuarteles. 

Mintió.  Pero como no iba a decir “está bien, les mentí”, lo único que pudo decir fue que cambió de opinión. Y ahora México está atrapado en una espiral militarista a la que resulta complicado seguirle la pista: por una parte, le fue entregada la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional; por otra, el Congreso de la Unión aprobó extender hasta 2028 la presencia militar en labores de seguridad; finalmente, acaso la más peligrosa, las fuerzas armadas siguen acumulando presupuesto y poder de decisión en áreas de índole civil.

16 años después, las razones por las que el ejército salió a las calles a cumplir tareas que no son suyas están más diluidas que Nescafé mal preparado. La guerra contra el narcotráfico se desvaneció, pero la presencia de los milicos se volvió cotidiana. Los cárteles siguen operando, la droga sigue circulando, las desapariciones, las extorsiones y las masacres siguen ocurriendo. Que yo recuerde nadie, ni Calderón, ni Peña Nieto, ni López Obrador han presentado informes y pruebas de que la estrategia militarizada haya servido de algo, como sí lo han hecho diferentes organizaciones que han documentado que, en la mayoría de los casos, la presencia de las fuerzas armadas viene acompañada de más violaciones a los derechos humanos. Para ejemplo, lo documentado por diferentes organismos del norte del país y cuyo recuento publicó Proceso hace unos días.

Y aún así, López Obrador se empeña en defender a la milicia. Recién llamó hipócritas a los que hoy critican la militarización, diciendo que antes ellos mismos la habían defendido. Su argumento, que tiene un punto porque si algo sobra en este país son oportunistas, parce olvidar que ahora él está del otro lado. El criticón se volvió criticado, y no le gusta. Insiste en decir que ahora las fuerzas armadas sí respetan los derechos humanos, y prefiere voltear a otro lado cuando la evidencia de todos los días dice lo contrario.

En lugar de abrir los ojos, el presidente tiene otras ocupaciones más relevantes, como hacer rabietas porque nadie lo tomó en cuenta para el Nobel de la Paz y, en lugar de eso, andaban candidateando al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, o, más productivo todavía, hacer una lista de precandidatos “del bloque conservador”, llena de nombres improbables —¿de veras, en serio, alguien ve como precandidatos presidenciales a Loret de Mola o a Chumel Torres? ¿A Enrique Alfaro? ¿Quién le hizo esa lista al presidente? ¿No se dio cuenta de que era una broma de a tiro pendeja?

Sin embargo, a pesar de lo pendejo de la lámina presentada por el presidente y aunque todavía falta poco más de un año para que comience el proceso electoral de 2024, no está de más ir tomando precauciones. Porque, como ya lo he anotado alguna vez en este espacio, lo preocupante no es que López Obrador esté armando una coraza militar para buscar una reelección, sino que ese carromato verde oliva va a quedar a disposición de quien llegué a la presidencia en dos años, si bien nos va. Porque si nos va mal va cobrar vida propia y ejemplos de lo que ocurre cuando los milicos llegan al poder tenemos en todo el continente. Ninguno es bueno.

Y, entonces sí, vamos a ver con cuáles historias se comienza a escribir la Historia que se ha venido montando lentamente y para la que se han venido preparando las fuerzas armadas. 

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La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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