Reflexiones en torno a la violencia en la Tarahumara

Pesimismo Esperanzador

Por Jorge Rocha, académico del ITESO / @JorgeRochaQ

Hace poco más de tres años me llamó el “Gallo” Campos, SJ y me dijo que quería que fuera a la Sierra Tarahumara, a Guachochi, en el estado de Chihuahua, a impartir una charla sobre el análisis de la realidad nacional para miembros de las Comunidades Eclesiales de Base del norte de México. Por supuesto que con todo gusto acepté y estuve cuatro días por los caminos de esta parte de la Sierra, con el “Gallo” Campos, SJ, platicando sobre su trabajo con las comunidades Rarámuri, sobre la situación de pobreza la Sierra y de la violencia, también sobre la antigua presencia de la delincuencia organizada en la zona, de la labor histórica de los Jesuitas en la Tarahumara y; de las personas de la comunidad, a las que conocía como la palma de su mano y me consta que veían como su Pastor.

Más allá de lo que se ha escrito a lo largo de estos días sobre su notable alegría al estar con la gente, era muy claro y nítido para todas y todos, que Javier Campos, SJ, el “Gallo” y el P. Joaquín Mora, habían hecho suya la opción preferencial por los pobres y en su caso, una opción que se tradujo en un profundo acompañamiento de las comunidades indígenas de la Sierra Tarahumara. Recuperar estos testimonios de vida, será profundamente pertinente para las personas que, en nuestro país, decidieron consagrarse a Dios a través de la vida religiosa. Los especialistas en la materia deberán, desde mi punto de vista, recuperar esta reflexión y ponerla al servicio de todas y todos.

Ahora bien, en lo referente a las implicaciones políticas del asesinato de los sacerdotes Javier Campos, SJ, de Joaquín Mora, SJ y del laico Pedro Palma, pongo las siguientes reflexiones a consideración:

    1. La violencia en la Sierra Tarahumara no es cosa nueva, desde hace años se viene señalando por Jesuitas y organizaciones civiles, de la presencia de grupos de la delincuencia organizada en la zona, de violación a los derechos humanos y de actos de violencia sistemática en contra de los pueblos indígenas de aquella zona del país. La respuesta a lo largo de los sexenios ha tenido mayor o menor resonancia en las autoridades electas, pero lo que no se puede negar, es que no se han podido contener hasta ahora, estas dinámicas delictivas y que atentan contra los derechos humanos y estos asesinatos son una prueba más de ello.
    2. Tampoco podemos dejar de señalar que otras zonas indígenas del país viven situaciones similares, con violencia desbordada, desplazamiento de comunidades, expropiación de facto de recursos naturales o el involucramiento forzado de personas de las comunidades en la cadena de producción de actividades ilícitas. La ausencia del Estado en estos territorios ha favorecido este proceso, ya que las comunidades quedan a merced de estos grupos que van imponiendo sus reglas y normas en estas zonas.
    3. En el caso del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas y de la persona que era guía de turistas se pasó un nuevo límite. Cada determinado tiempo hay cifras que rebasan a las anteriores: el año más violento, el mes con más personas asesinadas o el día con mayor cantidad de homicidios dolosos. Ahora no hablamos de un límite cuantitativo, hablamos de un límite de lo permitido hasta ahora. En algunas zonas indígenas los grupos de la delincuencia organizada había respetado la vida de los sacerdotes y de las religiosas, sobre todo cuando eran personas con tanto arraigo como el “Gallo” Campos, SJ o el P. Mora. SJ., hace unos días se transgredió este límite en la Sierra Tarahumara y el mensaje que queda es que todo mundo es vulnerable y que nadie escapa de la violencia. Esto significa que, contrario a lo que dice el presidente López Obrador, y que lo expresó el P. Javier Avila, SJ en su homilía en la misa de cuerpo presente de estos jesuitas, la estrategia de seguridad de López Obrador no funciona, no da resultados y hasta ahora sólo hay avances magros, que no han logrado contener la violencia. Es fundamental que el presidente dejé de justificar lo injustificable y sostener lo insostenible y replantear su estrategia de seguridad de una vez por todas.
    4. Cada vez esta más claro que los cambios profundos se impulsan desde abajo y desde la sociedad civil. En este caso, la presión social en México y de la comunidad internacional, han movilizado a la clase política en nuestro país, no hacia una utilización politiquera del asunto, sino para hacerse cargo de este problema en lo que les corresponde. Este momento puede representar un punto de quiebre y un punto de inflexión en materia de seguridad, ya que el clamor de la sociedad de que este grave problema se resuelva es cada vez más ensordecedor y será cada vez más costoso que los gobernantes desoigan estas demandas y sigan entretenidos en su vanas y superfluas pre-pre-pre-pre campañas electorales. 

Seguramente le quedan muchos momentos a este asunto, donde es necesaria la participación ciudadana para que, podamos experimentar un proceso real de cambio en materia de seguridad. Por lo pronto que descansen en paz el “Gallo” Campos, SJ, el P. Joaquín Mora, SJ y Pedro Palma.

Correo electrónico: jerqmex@hotmail.com

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Pesimismo esperanzador
Pesimismo esperanzador
“Pesimismo esperanzado” es una columna escrita por Jorge Rocha, Profesor e investigador del ITESO.

2 COMENTARIOS

  1. Es momento de escuchar y cambiar la estrategia de seguridad y no de querer justificar lo injustificable y hasta denostar el gran trabajo de los Jesuitas en nuestro querido México

  2. Duele esta situación sigamos trabajando día a día, en nuestro lecho familiar, para que la buena voluntad vaya cambiando el semblante de nuestro barrio, nuestra ciudad, el país y el mundo. Sigamos orando sonriendo y dándonos la mano.

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