La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Debe ser difícil ser Enrique Alfaro.
Plantarse delante de las cámaras de su equipo de comunicación, grabar un video y decir que todo marcha. Que ya encontró la solución para sanear el río Santiago, hablar de miles de millones de pesos y decir que tiene todo bajo control. Usar la voz aleccionadora, la sonrisa socarrona, la pose del bravucón disfrazado de maestro de matemáticas.
Debe ser difícil ser Enrique Alfaro y decir que todo está bien cuando en realidad todo le male sal.
Si ya en la entrega anterior hablaba aquí de la mala semana que había tenido el mandamás de la Nueva Jaliscia, la que concluye no ha sido mejor. Para empezar, la línea 4T (la T es por Trenligero, no vayan a pensar mal), esa que salió a presumir que iba a ser más barata, ya dio su primera sorpresa: apenas diez días después de haber comenzado los trabajos, ya se encareció. Pero eso parece no importarle al gobernador, quien sigue sonriendo con aplomo.
Así, sonriendo, salió en uno de sus acostumbrados videos caseros para explicar la “solución” para sanear el río Santiago. ¿Pensaron que la solución era dejar de contaminarlo y multar a las industrias que así lo hagan? Ilusos. Una vez más Alfaro salió a demostrar que el único lenguaje que entiende es el del dinero. Y si es ajeno, vía el erario y la deuda pública, pues mejor. Así, presentó un plan que ya diferentes analistas han criticado por tratarse de una deuda oculta, ya que los recursos han de venir de la iniciativa privada, que algún momento querrá su dinero de vuelta y con intereses.
En un video de 6 minutos y 39 segundos, el gobernador youtuber explicó cómo iba a revertir un problema de 40 años sin tocar el bolsillo de los contaminadores y sin que éstos se hagan cargo del problema. La apuesta está en meterle dinero a limpiar el agua y no en dejar de ensuciarla. Mucho menos en tratar de revertir el daño histórico al medio ambiente y a los habitantes de la cuenca, que han pagado con sus riñones, literalmente, años de privilegiar el bolsillo de la industria por encima de la salud de las personas y el cuidado del entorno. Pero eso no es popular y, ya se sabe, la popularidad es algo que le importa mucho al gobernador, aunque la tenga por los suelos.
En su esquizofrenia discursiva, Alfaro salió a presumir que ya por fin el Congreso de Jalisco, ese títere de sus caprichos, aprobó que cada seis años se revise el pacto fiscal para que se le haga justicia a Jalisco, lo que sea que eso signifique. De nada sirvió su teatro de la consulta: al final impuso su voluntad desde las curules de sus emisarios. Resulta curioso que en casa le pega a la Federación y en los proyectos les suplica por presupuesto y en los videos hable de justicia. Pero así es el síndrome de la Chimoltrufia —ya saben: “así como digo una cosa, digo otra”— que le dictan desde Euzen.
Y así nos podemos ir con cada uno de los temas del gobierno estatal: ya tuvo que recular con las multas por no verificar los autos porque, por atascado y porque le urge sacar dinero de cualquier parte, echó a andar un programa deficiente por insuficiente; señalado como el estado con más desapariciones, tuvo que salir a anunciar una “nueva estrategia” de búsqueda de desaparecidos, cuyo primer paso fue ignorar a los colectivos y familiares y el segundo, rebanar las cifras para que parezca que aquí no pasa nada; con los casos de covid-19 subiendo más rápido que sus posibilidades de ser candidato presidencial, tuvo que salir a fingir demencia y a decir que no pasa nada, que todo está bien, pero que por si las dudas la gente no debería quitarse el cubrebocas…
Así podríamos seguir, pero en realidad no importa. Si uno se asoma a la cuenta de Twitter del gobernador influencer podrá constatar que el estado marcha mejor que nunca: sonríe para la Filarmónica, es promotor turístico de Xala, manda bailarines folclóricos al campo estadounidense para que los paisanos no extrañen su Jaliscia, se toma fotos con la Marina. ¡Hasta van a volver las Fiestas de Octubre! En esa realidad paralela —que le han creado con base en rénderes y videos y aplausos a modo, sin críticos u opositores— el gobernador se ve en su ambiente, se ve feliz, se ve sonriente.
Mientras, el estado se desmorona.
Para rematar otra semana de ¿éxitos? de gobierno, este fin de semana se cumple el segundo aniversario de los hechos ocurridos los días 4, 5 y 6 de junio de 2020 cuando, en el marco de las protestas por el asesinato de Giovanni López, pudimos ver en tiempo real cómo la policía reprimía las protestas que previamente había reventado; fuimos testigos de cómo la Fiscalía de Jalisco era capaz de montar un operativo para detener a los jóvenes, robarles sus pertenencias, cometer desaparición forzada y luego amedrentarlos en sus domicilios; escuchamos al gobernador deslindarse, primero, acusando un complot desde Ciudad de México, y después señalando a la Fiscalía por estar infiltrada por el crimen organizado. Dos años después, ninguna de las acusaciones ha sido ya no digamos demostrada, sino investigada siquiera.
A estas alturas de la administración alfarista ya es por demás preguntarse si alguno de los pendientes del estado será atendido. Todo va mal y de malas. Ya sólo queda preguntarse hasta donde más va a crecer el delirio triunfalista del gobernador y, peor, cuánto nos va a costar.
Empecé escribiendo que deber ser difícil ser Enrique Alfaro, pero en su realidad paralela donde vive rodeado de focas aplaudidoras, a lo mejor no lo es tanto.