La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
Nada exhibe mejor el talante autoritario de Enrique Alfaro que la frustración.
Si alguien no lo cree, basta que se asome a las noticias de la última semana: mientras la sombra de la mega marcha convocada por la Universidad de Guadalajara (UdeG) crecía, el gobernador no hacía más que demostrar su falta de herramientas ya no digamos democráticas, sino emocionales, para hacer frente a la situación.
Como preámbulo, el fin de semana Alfaro Ramírez celebró con bombo y platillo el arranque de las obras de la línea 4 del Tren Ligero, un proyecto que ha tomado como bandera personal. Vamos, que no se ha cansado de repetir que es “un sueño” que tiene desde que era presidente municipal de Tlajomulco. ¿Que la obra ha despertado más dudas que certezas? ¿Que es prácticamente imposible que quede lista antes de que termine su gestión? ¿Que la obra apenas comienza y ya levanta suspicacias por su abaratamiento? Nada de eso importa. No al menos a Enrique Alfaro, quien parece estar urgido de darse a sí mismo buenas noticias.
Después, a media semana, el influencer de la Nueva Jaliscia presumió por todo lo alto la “nueva estrategia” para la búsqueda de personas desaparecidas. Aunque no lo vaya a reconocer, es evidente que al gobernador le caló que Jalisco es el estado con mayor número de casos, dato que se repitió varias veces la semana pasada luego de que se diera a conocer que el país rebasó la cifra de los cien mil desaparecidos. Tal y como ocurre cada que da un informe sobre seguridad, el gobernador maquilló las cifras de desaparecidos.
Para colmo, el lanzamiento de la mal llamada “nueva estrategia” contó con funcionarios y aplaudidores, pero se les olvidó considerar a una pieza fundamental en el tema: las familias de las y los desaparecidos y los colectivos de búsqueda. Una vez más el gobernador hizo lo que mejor sabe hacer: refugiarse en sus corifeos y cerrar ojos y oídos a la ciudadanía.
Mientras todo esto ocurría, con paso inexorable se llegaba el 26 de mayo, fecha anunciada por Ricardo Villanueva, rector de la UdeG, para la realización de una mega marcha para exigir “un trato justo” hacia la universidad de parte del gobierno estatal. Lo que detonó el problema, se sabe, fue la reasignación de 140 millones de pesos que habían sido asignados a la universidad —y que estaban destinados a la construcción del Museo de Ciencias Ambientales—, cifra que fue reasignada por el gobernador para la construcción de un hospital en Tonalá, todo esto enmarcado en las diferencias que tuvieron el gobierno del estado y la universidad en cuanto a las medidas sanitarias durante el pico más alto de la pandemia de covid-19. Al parecer, el gobernador no vio con buenos ojos que desde la rectoría le llevaran la contraria y se desquitó como mejor sabe: con dinero.
Para justificar su decisión, el gobernador se ha escudado en el argumento, repetido una y otra vez, de que la universidad está tomada por el grupo encabezado por Raúl Padilla López, quien, dice, controla la casa de estudios para enriquecerse. Resulta curioso que sea precisamente Enrique Alfaro quien haga una acusación de esta naturaleza, habida cuenta de que se ha dicho en repetidas ocasiones que el mandamás de la Nueva Jaliscia ha usado el erario para enriquecer a sus cercanos, por ejemplo, los tres chiflados de la comunicación digital conocidos como Euzen, Indatcom y La Covacha, además de beneficiar a los desarrolladores inmobiliarios.
La estrategia de Alfaro para tratar de detener la marcha de la UdeG arrancó con un desplegado en el que no sólo exhibió su ignorancia en lo que respecta a la libertad de cátedra y la autonomía universitaria, sino que además dejó de manifiesto cómo es capaz de usar los recursos públicos a su antojo y poner a bailar a los otros dos poderes del estado según la coreografía que se le antoje. El documento, publicado en todos los diarios, apareció firmado por los presidentes del poder Ejecutivo y Judicial, aunque más tardó en circular la cartita que en salir los deslindes de diputados y magistrados.
Ayer, el mero día de la marcha, Enrique Alfaro dio un par de entrevistas que terminaron de pintarlo de cuerpo entero: una a Ciro Gómez Leyva en la que aprovechó el desconocimiento del presentador de noticias de la realidad jalisciense para poder darse vuelo en su monólogo de justiciero, y otra en la que, con ese tono altanero y bravucón que le brota del pecho cuando el reflector no le favorece, se burla de la convocatoria de la UdeG porque según la cifra oficial sólo reunieron a 47 mil personas —¿y bueno, qué otra cosa le iban a decir si todos tienen miedo de llevarle la contraria?—, cuando él tenía “unos videos” de sus cierres de campaña en los que, dijo, ocurrieron “las movilizaciones políticas más importantes de Jalisco”. Las risas, claro, son grabadas.
Y para acabarla de chingar, anoche ganó el Atlas.
Acostumbrados a ver las cosas en blanco y negro, los defensores del gobernador olvidan que se puede criticar las decisiones Alfaro sin celebrar las prácticas de la universidad. Es un hecho que la máxima casa de estudios del estado requiere más y mejores controles de transparencia y rendición de cuentas para que quede claro a dónde van y cómo se ejercen los recursos que se le asignan. Sin embargo, la autonomía universitaria —esa que el gobernador confunde con la libertad de cátedra— pasa, precisamente, por el hecho de que ha de ser la misma universidad la que realice estos ajustes en la medida que lo decida el Consejo General Universitario, no a manotazos desde Casa Jalisco o a golpes de cartera.
Como si en tres años no hubiéramos tenido ya suficientes muestras de cómo se comporta Enrique Alfaro cuando las cosas no marchan como se las imagina, esta semana tuvimos claros ejemplos: un gobierno improvisado (línea 4), de espaldas a la ciudadanía (estrategia de desaparecidos), cerrado a la crítica y al disenso (conflicto con la UdeG) y en el que la conclusión, alentada por sus corifeos digitales, parece ser una: “Si no están conmigo, están contra mí”.
Por eso hasta Cuauhtémoc Blanco sale mejor posicionado en las encuestas.