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A María Elena Ríos la Secretaría de Gobernación le retiró las medidas de protección de defensores de derechos humanos fuera de su comunidad de Oaxaca aun cuando una de las personas que la intentó asesinar con ácido está libre. En entrevista, la joven platica sobre el camino que ha emprendido para retomar su vida y los riesgos que corre sin la protección del mecanismo
Texto: Zaría Abreu / Pie de Página
Foto: Duilio Rodríguez
Ella usa un vestido verde pistache y se mueve sobre el escenario con sus tenis blancos, toca el saxofón mientras suena “Kumbala”; su cabello, negro y largo, se ondea libre. Esta mujer arriba del escenario, tocando ante miles de personas, hace ya casi tres años sobrevivió a un intento de feminicidio y después tuvo que sobrevivir a la injusticia, la corrupción, la violencia institucional y la indolencia. Su nombre es María Elena Ríos. Y ahora está ahí tocando con La Maldita Vecindad, ejerce su oficio, entera, haciendo del sax su voz. El video de ese momento se hace pronto viral, recibe muchísimas muestras de apoyo y de cariño, da la vuelta en redes.
Todas sonreímos cada vez que miramos el video aparecer: María Elena Ríos, con su vestido verde y sus tenis blancos, toca el saxofón como muestra irrefutable de que está viva en toda la extensión de la palabra. Conquista el escenario y a la vez se conquista a ella misma, hay una declaración fortísima en ese acto, una declaración de quien ha sobrevivido a múltiples violencias y abraza la vida desde un profundo conocimiento de causa; no sin dolor, porque el dolor es parte nodal en estos casos, pero ese mismo dolor la ha crecido y quizá es eso lo que no le han perdonado ni sus atacantes ni quienes los encubren.
María Elena es el dolor de cabeza de sus agresores y también de un gobierno omiso. Se trata de una mujer a la que no lograron doblar y pareciera que eso es lo que no le perdonan. De un lado la amenazan, del otro la ignoran y le retiran las medidas de protección.
Las amenazas no necesitan pasaporte interestatal
A inicios de abril, a María Elena Ríos le retiraron las medidas de protección, así de golpe, sin ninguna justificación y justo poco tiempo después de asistir a una Junta de Gobierno en la que se las habían ratificado. De pronto le informaron que ya no tendría más las medidas del mecanismo de protección de defensores de derechos humanos. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ha cambiado? ¿Acaso ya no corre peligro?
Por supuesto que corre peligro, uno de sus atacantes está libre. Ella recibe constantes amenazas de familiares y amistades de quienes la intentaron matar y, además, sus agresores están en prisión preventiva, haciendo intentos por seguir el proceso en libertad…
Entonces, ¿qué está sucediendo? ¿Por qué se ha tomado esa decisión? El mecanismo argumenta que María Elena Ríos solo corre peligro en Oaxaca, no así en Ciudad de México, como si la distancia entre Oaxaca y CDMX no fuera de cinco horas en carro, como si quienes amenazan su vida no pudieran trasladarse, como si no estuviera amenazada, como si Juan Antonio Hernández (uno de los autores intelectuales del intento de feminicidio) no hubiese sido visto varias veces en el Estado de México y aquí en la capital del país.
Hablo con Elena Ríos, le propongo esta nota porque no puedo dejar de pensar en lo que significa que le hayan retirado las medidas; le digo lo que intuyo: que pareciera un castigo por el concierto con La Maldita, que me suena a un castigo por no ser una buena víctima. Ella suspira ante la mención de lo obvio y aunque nuestra entrevista es telefónica casi puedo mirarla asentir.
-Ellos y el mecanismo piensan que porque yo ya toqué, que porque estoy integrándome a la vida social, ya estoy bien, que ya no corro peligro, pero que yo haya tocado no exonera a los agresores, ni les debería pasar esa idea ni un segundo por su mente Parece un castigo por no ser una “buena víctima”, la buena víctima debería estar aterrada en su casa encerrada, y no es que yo no lo haya vivido, sino que ya estoy cansada de estar viviendo de esa manera, es que llegó el punto en que mis amigos y mi familia me hicieron entender que yo no puedo estar encerrada en mi cuarto. Ya lo hice durante más de dos años… Medio año lo hice en hospitales y dos años encerrada en mi cuarto y no es justo, no es justo.
«No fue un ataque, a mí me intentaron matar»
Hablamos por teléfono mientras atraviesa la ciudad y va de una reunión a otra en un servicio de transporte. La escucho, su voz es casi suave, pero estremece su firmeza, la firmeza de una sobreviviente que, mientras habla conmigo, está atravesando no solo la ciudad sino una vez más la propia historia, la dolorosa historia de que hayan intentado asesinarla… Le pregunto por el “ataque”. Se queda en silencio unos segundos y aclara:
–No fue un ataque, a mí me intentaron matar.
El silencio que precede a esa aclaración pone el acento donde hay que ponerlo: cómo nombrar y desde dónde. María Elena ha ido aprendiendo justo eso, a nombrar con precisión porque sabe que eso hace la diferencia; y ahora, dos años y medio después de haber sobrevivido, sabe que nombra a muchas otras también, que su visibilización es terreno de la voz de muchas más.
“A lo largo de este proceso yo he aprendido, me ha costado; porque nos educan para que nos cueste definir conceptos o ponerle nombre a las cosas y a las personas, pero yo he aprendido. No fue un ataque, a mí me intentaron matar con ácido y quedé viva”.
Ataque (SIC)
El lunes 9 de septiembre del 2019 a las 10 de la mañana, a María Elena Ríos se le acercaron varios hombres, le dijeron: “Hasta aquí llegaste, muérete, maldita desgraciada” y le arrojaron ácido encima con la intención de matarla. La agresión ocurrió en Huajapan de León, Oaxaca. Pero María Elena sobrevivió y empezó un viacrucis en hospitales.
“Primero me trasladaron a una clínica particular en donde, pues, no hicieron mucho por mí; porque hay un grave desconocimiento de cómo tratar quemaduras de esta índole; después me trasladaron a otro hospital y de ahí pudieron trasladarme a la ciudad de Oaxaca, al hospital civil Aurelio Valdivieso, un hospital terrible en donde agravian mucho a las personas, donde no hay las condiciones para tener una buena curación… ahí estuve hasta el 13 de diciembre, durante ese proceso dos veces me operaron, me sacaron injertos de las piernas y debido al desconocimiento de los doctores, todo se me infectaba y empezaba a pudrir. Fue gracias a mi hermanita, a mis papás y a mis hermanos, que empezaron a incidir en los medios de comunicación para presionar al gobierno, porque el gobierno no se quería hacer responsable.
Es hasta después de esto que Elena empieza a recibir otro tipo de tratamiento más adecuado para las heridas sufridas, pero hasta por eso tienen que luchar ella y su familia, la revictimización se da para ellas desde el primer minuto y hay razones políticas para ello.
Fueron cinco hombres los que planearon este intento de feminicidio: Juan Antonio Vera Carrizal, diputado del PRI (desde ese entonces partido en el poder en Oaxaca); su hijo Juan Antonio Hernández, quien a la fecha está en calidad de prófugo; Rubén Charres, que es uno de sus trabajadores, y dos albañiles al servicio de Juan Vera Carrizal: Rubicel Ríos y Porciano Ríos. Los autores intelectuales fueron Juan Antonio Vera y su hijo, los autores materiales fueron los demás.
Los autores materiales contaron con el silencio cómplice y omiso del Estado, es así como hasta la fecha Juan Antonio Hernández sigue prófugo y sigue representando un riesgo para María Elena Ríos, un riesgo que el mecanismo de protección niega, porque al parecer ejercer su oficio de saxofonista ante cientos de miles de personas le parece al mecanismo una declaración de que ya no corre peligro… Pero es evidente que la declaración de María Elena es otra: está viva y va a aprovechar su vida a pesar del peligro.
“Es un derecho. Todas las víctimas tenemos el derecho de volver a soñar, de volver a retomar las cosas, de recoger los pedacitos que dejaron de ti, tenemos el derecho y no por eso nos deben de minimizar. Yo se los dije, independientemente de mi edad yo decidí estudiar, ya me truncaron dos años de mi vida los planes que tenía de continuar con mis estudios, yo el XX de XX ya entro a la escuela; y se los dije en Junta de Gobierno y ellos insisten en que yo no corro peligro, oye, pero si todas mis actividades las estoy desarrollando acá. Yo no estoy por gusto, a lo mejor estudiar sí es un gusto, pero es una manera de sentirme viva, ¿no?”.
“Entonces todas esas actividades que hago en la CDMX las hago derivadas de un intento de feminicidio donde el Estado no se ha querido hacer responsable, porque protege a mi agresor, y esta manera de reducirme las medidas de protección es una manera no solamente de limitarme, sino de reprimirme y callarme”.
Sin querer te haces defensora y ya no te puedes echar para atrás
Ella sabe muy bien que esto lo hacen con la finalidad de frustrarla, de que se canse y abandone todo, pero también sabe que no hay marcha atrás.
“Si estando en cama no me dejé morir, ¿tú crees que a estas alturas me voy a echar pa’ atrás? Y no lo hago solamente por el compromiso que tengo conmigo misma y mi familia, con la protección de mi familia; lo hago por muchas Marías Elenas que hay. Sin querer te haces defensora y ya no te puedes echar para atrás, ya no, en este momento de mi vida yo no puedo, ni quiero y no voy a renunciar a eso nada más porque machitos, amiguitos, señorcitos me quieren estar oprimiendo; y el problema es que acá viene desde Gobernación, no Gobernación del estado, sino Gobernación federal, y, bueno, a mí me dijeron: ‘es que el señor Alejandro Encinas es muy buena gente, él te ha ayudado, él no conoce lo que te está haciendo el mecanismo’, pues está rudo que no conozca la disfuncionalidad de su mecanismo, porque le recuerdo que por su culpa han matado a varios periodistas en menos de medio año, y a defensores”.
La escucho y la verdad es que no hay mucho que preguntarle, cualquier pregunta parecería sobrar, ser insuficiente e incluso ingenua. María Elena sabe el terreno en el que está parada, sabe también discurrir sobre su historia haciéndola a una parte, uniendo todos los puntos, puntos invisibles que otras personas no ven ella los tiene clarísimos, y habla y da una cátedra de vida, una cátedra que estremece, que obliga a la empatía, que hace que hablar con ella sea escucharla, aprender a no interrumpir, seguir su tren de sentipensares porque es un tren maravilloso, fuerte, veloz, certero.
La escucho mientras pienso en que la lucha por que le regresen los mecanismos de protección debe ser de cada una de las mujeres de este país. Cuando digo esto me refiero a que es nuestra, no a que “apoyemos una causa”, sino a que la lucha de María Elena es nuestra porque en la lucha de María Elena estamos todas, porque María Elena nos lleva a todas a donde va, porque María Elena sabe que su defensa es la defensa de todas.
“Mira, es muy sencillo, ¿a quién le conviene inmovilizarme y seguirme negando justicia? A las mismas personas que la CNDH señaló como corruptas, evasivas de justicia, obstaculizadoras y violentas y ya sabemos quiénes son. A esas personas no les conviene que yo siga moviéndome en la Ciudad de México. Saben que desde que me intentaron matar yo perdí mi trabajo y dependo de mis padres y de mis familiares. Evidentemente yo no tengo la solvencia para venir cada X días a trámites a los que me están obligando a ellos por ser omisos en tener acceso a la justicia. Es más, yo tengo todo el derecho porque dentro de los estatutos del Acceso a una vida libre de violencia para las mujeres tengo el derecho, como cualquier víctima que ha sido vulnerada de su vida, no hablo solamente de María Elena, cualquier víctima tiene el derecho a la protección del mecanismo ¿O qué? Quieren que me pase como al compañero periodista de Oaxaca que muerto ya para qué mandan a su mecanismo si ya callaron la verdad. Yo lo único que he hecho todo este tiempo es desnudar la verdad, porque Oaxaca no se reduce a la Guelaguetza, a la tlayuda, ni a los chapulines.”
Oaxaca no es la Guelaguetza
Hablamos un rato de la Guelaguetza, de cómo es un negocio que solo conviene a restauranteros, hoteleros y políticos, de que en el fondo es un acto de expropiación y de que pisotea los derechos de los pueblos originarios, y es que María Elena, ya lo dije, ve todas las conexiones. Hila fino sobre cada idea, terminamos despotricando juntas contra lo que sucede en Oaxaca. En medio del riesgo que representa para su vida que le hayan retirado las medidas de protección María Elena tiene tiempo, capacidad de análisis y amor suficiente por su tierra para hacer frente al extractivismo, para señalarlo:
“Estoy pensando en escribir un ensayo sobre la Guelaguetza”, me dirá después en nuestra segunda entrevista. Yo no sé cómo le alcanza el alma y supongo que ella tampoco, pero la hace alcanzar, la mueven amor y enojo, pero de su enojo se habla poco en los reportajes, “porque hay que ser imparciales”, de eso también hablamos, le digo que yo hablaré de su enojo y heme aquí intentando cumplir mi palabra.
“Oaxaca es un mugrero, yo lo único que he hecho es mostrar la verdad, mi verdad, la única verdad que existe. Y mostrarla ya ante pronunciamientos y defensoría y acompañamientos, mostrar también la verdad de otras mujeres que son víctimas de intentos de feminicidio y la de madres que hasta la fecha siguen buscando a sus hijas y que sus agresores han salido libres porque Arturo Peimbert ha desaparecido las pruebas, porque la gente confía en él y les entrega las pruebas íntegras, y lo mismo quisieron hacer conmigo en el tiempo de Rubén Vasconcelos. Y eso es lo único que hacemos los defensores, desnudar la verdad de un México que los medios de comunicación tratan de folclorizar, de exotizar, cuando las realidades son otras, son bastante precarias, muy difíciles, muy tristes. Que digan, así como están anunciando la Guelaguetza y así como Gobernación está teniendo espacios en diferentes medios de difusión nacionales, que exhiban cuántos feminicidios hay diario en Oaxaca, porque Oaxaca se está convirtiendo en otro Ciudad Juárez y no estoy exagerando. Todo esto se tiene que visibilizar, el problema no es María Elena, el problema es que hay muchísimas Marías Elenas, y no todas tienen el eco que yo tengo y precisamente derivado de una situación dolorosísima tienes que darle eco a la realidad, están con su Guelaguetza que solo beneficia a la élite, y sabemos quiénes son la élite ahí, los dinosaurios de partido y los restauranteros y hoteleros que ni siquiera son de ahí, que son blancos y son los mismos amiguitos de los políticos, están lucrando con la exotización y folclorización de la pobreza, una pobreza generada por muchos malos gobiernos, y en la Guelaguetza no les pagan a ningún bailador o delegación que representa su cosmovisión mediante sus pasos, utilizan a la gente originaria y al tiempo no están atendiendo los problemas de Oaxaca.”
La vida no es lujo, el derecho a vivir no es un lujo
Le digo que supongo que de ahí viene también la intención de callarla, de que también señala todas esas violencias estructurales contra los pueblos originarios, Sí –me responde– y también de ahí viene mi encabronamiento. Sonreímos. Se puede sonreír juntas en medio de esto, a pesar de todo, porque tiene derecho a la vida, porque está luchando por la vida, porque está resistiendo y porque sabe que resistir implica entrarle con todo a la vida y la vida no es (no debería ser) un lujo.
“Aparte el mecanismo tiene la obligación de garantizar la vida de las personas vulneradas, en este caso defensores de derechos humanos y periodistas. Ahora, te voy a decir por qué no me la pueden rebajar ni quitar , en primera porque hay un agresor libre. Segunda, porque la Comisión de Derechos Humanos ya emitió una recomendación al fiscal y al gobernador por el exceso de corrupción, obstaculización de justicia y violencia institucional. Otra de las razones es porque yo me convertí en mi propia defensora de derechos humanos, de los derechos míos y de mi familia. Otra, porque a raíz de lo que me pasó muchas mujeres me han buscado y yo también las defiendo y no solamente mujeres, infancias también. Otra, porque yo también soy periodista… y que me digan ‘es que no corres peligro’, es que no tienen vergüenza”.
“Literal dijeron que solo corro peligro en mi pueblo y a mi comunidad (que es muy chiquita, solamente doscientas personas aproximadamente) la familia de mi agresor llega a dar despensas, llega a dar apoyos económicos, llega a dar juguetes, llega a sanitizar las calles porque ‘son re buenas gentes’, que vayan a sanitizar su pueblo, evidentemente están haciendo una campaña…”.
“No pueden limitarme a que solamente corro peligro en el pueblo porque ha habido denuncias que Arturo Peimbert ha opacado, denuncias en donde hay fotos de que en el Estado de México y en la Ciudad de México han visto a este quinto agresor (Juan Antonio Hernández) y Peimbert no ha querido hacer nada. Yo lo he visto dos veces en la calle y eso que en Oaxaca yo ni salgo porque en Oaxaca yo estoy encerrada en mi casa, a donde salgo es a la Ciudad de México y no vengo por lujos, porque el mecanismo pareciera que piensa que venir a tratamientos médicos, a asesoría jurídica, a gestión es un lujo”.
María Elena sobrevivió, y sobrevivió para vivir. La vida le quiso ser arrebatada y ahora, empieza a tocar de nuevo, recupera poco a poco los cachitos de vida que tuvo que abandonar, ahora está ganando esa batalla: está viva y está asumiendo ese estar viva, y salió del encierro, tocó frente a miles de personas, vuelve a sus actividades como estudiar o verse con amigas, porque María Elena sobrevivió no para quedar presa de quienes la intentaron asesinar. María Elena merece la vida que va recuperando gracias a su fortaleza y a su insistencia. Pero parece que el mecanismo no lo ve así, por eso la retirada de las medidas de protección llega muy poco tiempo después de que tocó con La Maldita Vecindad.
Fue un largo camino (un camino que le ha costado mucho a Elena, a su familia y a sus amigos) que volviera a salir, a vivir. Todo el amor con el que ese camino se construyó, toda la fortaleza que entre todos construyeron para que ella recuperara poco a poco su derecho a la vida, a la música, al estudio, la risa, el café, ahora, de un plumazo, el mecanismo quiere deshacerlo. Lo que llevó años de amor y red pretenden borrarlo en un minuto.
Pero María Elena persiste, porque sabe que no sobrevivió para darles el gusto de no vivir o de estar en una reclusión obligatoria… Así que sí, María Elena persiste en su vida y el mecanismo debe garantizarle esa vida regresándole todas las medidas de protección inmediatamente.
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Este texto se publicó originalmente en Pie de Página: