Oxímoron
Por Andy Hernández Camacho coordinadora de La Mamá Cósmica
@andybrauni /@lamamacosmica
Mi acercamiento al feminismo comenzó unos años antes de convertirme en madre…recuerdo que al inicio me daba miedo declararme feminista, seguía asociando esa palabra al concepto erróneo (y misógino) de “feminazi” y para ser sincera, no terminaba de sentirme representada por esas mujeres….inocente, pobre amiga…
Cuando Nicolás llegó a mi vida, llegó también la violencia obstétrica, la doscriminación laboral…la soledad ...el balde de agua fría y de realidad me hizo reconocerme en una sociedad misógina, patriarcal y maternofóbica.
También descubrí (para mi sorpresa) que la maternidad ha sido un tema incómodo para el feminismo. “Las mujeres son esclavas de la maternidad. La maternidad es una cárcel”, afirmaba la escritora feminista egipcia Nawal El Saadawi. Para algunas feministas, ser madre es una maldición. Y quisiera diferir, pero la verdad puedo entender de dónde viene esta idea…la realidad es que lo que hace de ella una carga tan pesada, no es la maternidad en sí misma, o les hijes, sino un sistema patriarcal que es adverso al trabajo de cuidados y que nos lo impone, pero con la expectativa de que además asumamos trabajo productivo, de lo contrario ¿qué le estamos aportando de valioso al capitalismo?
Y es que el ideal de madre no es resultado de nuestra capacidad biológica para gestar, parir o lactar, sino de una serie de constructos sociales y culturales que construyen la identidad femenina en torno al “ser madres”. Un arquetipo de maternidad, en el que todos los posibles anhelos de la mujer quedan reducidos a uno solo: el de reproducirse.
Entonces he ido entendiendo y resignificando que la maternidad es un acto político, y me lo repito a mí misma cada día.
Es político porque fuimos criadas bajo un régimen patriarcal que nos asignó los roles de madre y ama de casa, y cualquiera que decida incumplir este mandato es señalada con el dedo.
Es político porque somos el resultado de las ideologías patriarcales que atravesaron nuestras crianzas.
Es político porque muchas decidimos criar de manera diferente a la que fuimos criadas nosotras, y la diversidad de estas nuevas formas puede generar un enorme cambio social.
Es político, porque también es una decisión política la de obligarnos a maternar, incluso cuando no nos sentimos preparadas, no tenemos los recursos económicos, no tenemos la edad suficiente o simplemente NO lo deseamos.
Es político porque las instituciones nos niegan los derechos reproductivos fundamentales, porque no podemos acceder a anticonceptivos de forma gratuita ni a un aborto elegido.
Es político porque siguen existiendo grupos que creen tener derecho a decirnos qué hacer con nuestros cuerpos.
Es político porque la violencia obstétrica es más violenta que nunca, porque el personal médico nos somete a prácticas médicas que muchas veces son innecesarias y sólo se realizan para comodidad de lxs profesionales, y porque nos maltratan en el momento más vulnerable de nuestras vidas.
Es político desde que día a día, debemos coexistir con una ciudad y espacios que no están pensados para quienes ejercemos la crianza y que no pone el cuidado de la vida en el centro.
Es político, también, porque a las madres se nos niega el derecho básico a elegir cómo vivir nuestras maternidades, en toda la diversidad y complejidad que implica el trabajo de cuidados y desde el acompañamiento y la empatía.
Estas son solo algunas de las luchas que desde la maternidad compartimos con el movimiento feminista, porque además aceptar la “maternidad patriarcal” como la única posible, significaría renunciar a concebirla como un proyecto de vida emancipador (para quienes así lo deseamos).
Debemos entender que negar u obviar la maternidad implica también dar la espalda a todas las que elegimos ser madres, dejándonos sin discurso y referentes, lo que nos lleva a seguir asumiendo el maternar bajo los mandatos del patriarcado. Considero que, si bien, no se trata de idealizar la maternidad, ni de tener una mirada romántica ni esencialista en torno a ella, es urgente reconocer su papel fundamental en la reproducción social y otorgarle el valor histórico y político que tiene, no olvidemos nunca que nuestro trabajo sostiene la VIDA.