Medios Aliados
En Argentina, las corporaciones cuentan con el lobby científico para ayudar a poner los productos lácteos ultraprocesados en las políticas públicas y adueñarse de un capítulo completo de la guía de alimentos
Texto: Mariana Costa / Bocado
Foto: Tomada del video de Fundación Danone
ARGENTINA.- «Al despertar, ningún lácteo consumirás», susurra el villano Sedentarius mientras Mariana duerme, tras colarse en la habitación de la niña y poner en la mesita de noche un vaso de refresco y una galleta rellena. El día amanece y al otro lado de la cama hay un yogur con sabor a fresa y una rebanada de pan con creamcheese. Mariana se despierta, escucha la voz del villano en su cabeza y toma el refresco. La escena se repite en los otros días de la semana, hasta que, en el siguiente episodio, la niña recibe una alerta del héroe Supersaludable sobre la importancia de consumir lácteos todos los días para el desayuno.
La escena forma parte de una webseries de la Fundación Danone lanzada en noviembre del año pasado, en alianza con el popular personaje creado por el nutricionista Alberto Arribas, conocido por su trabajo en la ONG del mismo nombre: Asociación Civil Supersaludable.
La organización promueve hábitos alimenticios «saludables» y actividad física utilizando el lenguaje teatral para los niños en programas de televisión, talleres escolares y espectáculos musicales. La pieza publicitaria disfrazada de campaña educativa se lanzó poco después que comenzase a tramitar un proyecto de ley que podría, por primera vez, amenazar el reinado de los productos lácteos en Argentina.
El guion es el mismo adoptado por la gran industria de todo el mundo. El consumidor es responsable de tomar malas decisiones – la Abuelita y su condescendencia con los caprichos de los nietos – aunque este consumidor no está debidamente informado de lo que consume. El ciudadano también es culpable de no hacer suficiente ejercicio, aunque ya se sabe que, aunque es fundamental para una buena salud, la actividad física no es suficiente para hacer frente a un problema complejo y multifactorial como es la obesidad.
En América Latina – y Argentina en particular – la lucha de brazos entre la salud y el businessadquiere contornos más dramáticos. En Argentina, el sobrepeso y la obesidad afectan al 13,6% de los niños menores de cinco años, al 41,1% de los niños y adolescentes entre 5 y 17 años, y a casi el 70% de la población, según datos de la Segunda Encuesta de Nutrición y Salud. Esto coloca al país en la cima del ranking latinoamericano.
La trama de ficción infantil sintetiza elocuentemente cómo las corporaciones capturaron el desayuno y la comida de los niños a partir de una sofisticada estrategia discursiva capaz de convencer a los consumidores de que los productos lácteos son saludables y naturales, aunque en gran medida son alimentos ultraprocesados.
En la ecuación pro-lechera viene la relación entre leche e identidad nacional argentina: ¿quién en su sano juicio dudaría de la postal que muestra a una vaca feliz en medio del bucólico escenario de la inmensidad de la pampa argentina? La realidad es menos glamorosa, pero nadie necesita saberlo.
El gigantismo de este sector hace que históricamente se confunda con los programas asistenciales que dan leches fortificadas. Y siempre es una razón para mantener un vacío regulatorio: después de todo, toda esta cadena láctea no solo alimenta a los consumidores, sino que también garantiza los medios de vida de decenas de miles de familias.
Mientras los países vecinos han avanzado en los últimos años con políticas para intentar contener la epidemia de enfermedades crónicas, la Argentina parecía quedarse atrás. Una situación que podría cambiar con la aprobación de la ley de etiquetado frontal de alimentos, promulgada el pasado 27 de octubre, con fuerte apoyo popular, en una sesión que avanzó por la madrugada.
El proyecto de ley se sometió a votación en la Cámara de Diputados el 5 de octubre, pero no hubo quórum. Siete diputados de la oposición decidieron no asistir. La votación se reanudó en la última sesión de la actual legislatura argentina y se aprobó la denominada Ley de Promoción de la Alimentación Saludable con 200 votos a favor, 22 en contra y 16 abstenciones.
La aprobación de la ley puede poner finalmente a Argentina en una agenda que avanza en otros países latinoamericanos, con la adopción de advertencias en las etiquetas, tributación de bebidas azucaradas y lineamientos oficiales contra alimentos ultraprocesados.
El caso de los lácteos: confundir para dividir
Para eso, será necesario informar al consumidor argentino que varios productos considerados saludables e incluso recomendados (por parte del Gobierno, inclusive) son alimentos ultraprocesados con altos niveles de azúcar, grasa y sodio. El Gobierno tiene 90 días para reglamentar la ley, y las empresas, hasta dos años para adaptarse a los cambios.
No es casualidad que el sector pedía que los lácteos recibiesen un trato especial. Eso es lo que defendió Felippa Ercole, presidente del Centro de la Industria Láctea, en una de las reuniones promovidas por la Cámara de Representantes para discutir el proyecto de ley.
«La mayoría de los productos lácteos llevarían sellos de advertencia y esto causaría confusión en los consumidores, que entienden que los productos lácteos son saludables. Si hay una serie de sellos, terminarán no eligiendo», advirtió, en referencia al modelo en discusión, el chileno, en el que destacan los nutrientes críticos (azúcar, sodio y grasas saturadas). La misma estrategia se utilizó en Brasil, donde las corporaciones pudieron tener su propio cálculo para los productos lácteos al definir qué alimentos debían tomar los sellos.
El coordinador de Salud de la ONG Consumidores Argentinos, Ignacio Drake, responde, afirmando que el proyecto de ley «estaba muy bien atado y se basaba en la mejor evidencia científica». La ONG es parte de una serie de organizaciones que intentan movilizar a la opinión pública para apoyar la adopción del etiquetado frontal.
«Vemos a la industria tratando de interferir para incluir cambios, retrasar los plazos y ser más flexibles con el sistema de nutrientes. Sabemos de diferentes intentos de contactar a algunos senadores y diputados que han recibido presiones y, en algunos casos, incluso instrucciones para modificar un artículo o no avanzar con otro», explicó.
Cara conocida en la prensa argentina y en congresos, el nutricionista Sergio Britos ha sido una voz crítica a la nueva ley. «También hay leches chocolatadas, que son formas amigables para nuestro chicos de tomar leche, un alimento absolutamente indispensable y deficiente en nuestra dieta que se verían desalentados. Muchos yogures que no tienen un agregado de azúcar importante también se verían desalentados. Algunos quesos que son absolutamente saludables, más allá de que tengan un pequeño desvío en la cantidad de sodio », criticó, en una entrevista con el diario Clarín.
Desde el inicio de las discusiones sobre los modelos de etiquetado a adoptar, Britos se colocó en contra de la adopción del modelo chileno. En su lugar, defiende el sistema NutriScore en el cual se destacan los ingredientes «buenos» como las vitaminas y los minerales, lo que favorece gran parte de la cartera de productos lácteos. NutriScore fue creado en Francia y es el modelo predominante en la Unión Europea, donde tiene adhesión voluntaria. Este modelo clasificó los alimentos de la A a la E. Al otro lado de la frontera, fue defendido por la Asociación Brasileña de Nutrología (Abran).
Actimel de Danone obtendría una puntuación B en NutriScore, pero en el modelo de advertencia chileno, sería alto en azúcares y grasas saturadas. «Las decisiones solo pusieron en discusión la opción de un modelo que la única lógica parece ser la discriminación masiva de la alimentación», lamentó Britos en un streaming en directo sobre el tema emitido por una universidad privada en septiembre de 2020.
Siguiendo la práctica entre investigadores que tienen relaciones con corporaciones de alimentos, Britos se declaró libre de conflictos de interés en la apertura de un evento virtual promovido por una universidad. No es así: es director del Centro de Estudios sobre Política y Economía Alimentaria (Cepea), una de las varias organizaciones que han recibido patrocinio sistemático en los últimos diez años de grandes corporaciones alimentarias, entre ellas La Serenísima de Danone y la propia Danone. Anteriormente, fue director asociado del Centro de Estudios de nutrición infantil (Cesni), que ahora preside Esteban Carmuega, quien es cercano. Ambos son investigadores muy conocidos en la prensa argentina.
En 2016, la visita del presidente francés François Hollande a argentina sirvió para firmar un acuerdo entre Cesni y Danone para la cooperación científica.
La vieja pirámide alimentaria
Otro argumento en contra de la adopción de sellos de advertencia, avalado por Britos y representantes de la industria, fue que el modelo contradice las recomendaciones de la Guía Alimentaria para la Población Argentina. La Guía Argentina en realidad guía el consumo de tres partes de productos lácteos diariamente, en todas las edades y sin distinción entre leche fresca y productos lácteos ultraprocesados. Hay un capítulo entero dedicado al tema y solo una recomendación para elegir opciones preferiblemente desnatadas.
En 2018, un manual para la aplicación práctica de la guía, publicado dos años antes, mantuvo la orientación. El argumento principal es que son la única fuente de calcio en los alimentos, una distorsión creada con mucho lobby científico, ya que varios vegetales son fuentes importantes de calcio.
Las guías son instrumentos oficiales creados por los países para subsidiar políticas públicas y acciones de educación alimentaria y nutricional. Deben actualizarse sistemáticamente a medida que avanzan las investigaciones en la área. Pero la versión argentina, incluso después de la actualización de 2018, sigue basándose en la obsoleta pirámide alimentaria. En lugar de la figura geométrica, un círculo divide los alimentos en grupos, sin tener en cuenta el grado de procesamiento.
En ese momento, Brasil ya había publicado durante cuatro años la Guía Alimentaria para la Población Brasileña. Una guía revolucionaria a la hora de separar los alimentos por grado y finalidad de procesamiento. El documento del Ministerio de Salud orienta la elaboración de alimentos frescos y mínimamente procesados en función de la dieta, y expresa claramente la necesidad de evitar los alimentos ultraprocesados.
Dos años más tarde, fue Uruguay quien editó una guía en la misma línea. Y, como espejo invertido de la Argentina, decidió que las políticas públicas debían guiarse por la coherencia con la guía, desalentó el consumo de ultraprocesados. Así definió el país que adoptaría alertas con el mismo enfoque que Chile.
Al otro lado de la frontera, y a pesar de numerosos estudios que demuestran el vínculo entre el consumo de alimentos ultraprocesados y la obesidad, la publicación argentina mantuvo un sesgo reduccionista, centrándose en los nutrientes, y sin tener claro qué alimentos pueden considerarse saludables.
Una perspectiva conveniente para la industria: se agregan vitaminas y minerales para legitimar y agregar valor a productos no solo innecesarios, sino también dañinos para la salud y que han demostrado estar relacionados con el aumento de la obesidad y las enfermedades crónicas relacionadas con los hábitos alimenticios.
Crear narrativas, usar pseudociencia y retrasar las leyes
No fue una tarea fácil sistematizar ejemplos de conflictos de interés que involucran a la industria láctea argentina. No porque sean pocos: hay tantos casos en los que la salud y el interés público están en un segundo plano que se hace difícil seleccionar a los más emblemáticos.
Hay muchas instituciones de investigación que son aparentemente neutrales, pero detrás de escena actúan para reemplazar el papel del Estado en la creación de marcos regulatorios y la producción de estudios con argumentos y conclusiones convenientes para la industria, especialmente los productos lácteos.
Desde que el país inició las discusiones para la elaboración de la guía en 2012, las corporaciones se han movido intensamente para hacer valer sus intereses y fortalecer su presencia en las escuelas, los bancos de alimentos argentinos y el debate (pseudo) científico.
Titulado «Lineamientos para una Política Federal de Alimentación Escolar», documento publicado en marzo de 2016 por dos organizaciones de investigación, Cippec y Cepea de Sergio Britos, deja muy claro este movimiento. Los productos lácteos se citan varias veces e indiscriminadamente, junto con frutas, verduras y verduras, como una opción saludable para el desayuno de los niños en edad escolar. El texto defiende que los yogures y postres lácteos «tienen un perfil de azúcares y grasas de mejor calidad en comparación con los productos sólidos promedio, además de no ser una fuente de sodio».
Los autores también proponen que el gobierno federal argentino destine el 57% del presupuesto en educación para la compra de alimentos y servicios de cafetería y cantina. Y señalan que «el intercambio de equipos de gobierno a nivel nacional a finales de 2015 ofrece una oportunidad renovada para liderar un cambio en la nutrición y la educación alimentaria», explican los autores, encabezados por Sergio Britos.
Pero escondido en letras pequeñas, en el pie de página de la última página, el documento afirma que el estudio fue patrocinado por cuatro empresas: Danone, Tetrapak, Cook Master y Teylem. Estos dos últimos son proveedores de alimentos y servicios para escuelas argentinas y sospechosas de irregularidades en licitaciones públicas y donaciones electorales. La iniciativa tuvo un impacto positivo en la prensa argentina, sin mencionar el evidente conflicto de intereses en las propuestas.
A medida que el gobierno argentino avanzaba en un intento de crear políticas públicas y programas para promover la alimentación saludable, la industria reaccionó patrocinando investigaciones y estudios favorables a los lácteos y también sobre programas de educación alimentaria dirigidos a los niños, como el caso de la asociación con el personaje Supersaludable en el proyecto Nutriheroes de Danone.
En octubre de 2017, cuando el Ministerio de Educación trabajaba en los estudios que dieron origen a la publicación «Ambientes Escolares Saludables», Danone contabilizó «125.000 beneficiarios directos e indirectos en Ranchos, General Rodríguez, Almirante Brown, Chascomús, Cidade de Mendoza y Buenos Aires», además de 25 representaciones del musical Supersaludable y 160 talleres impartidos en 40 escuelas.
Esta vez, el gobierno argentino hizo obligatorio hacer una declaración de conflicto de intereses entre las entidades que participaron en las rondas de discusión. La lista de los que marcaron «Sí» da una idea del tamaño del problema: Sociedad Argentina de Pediatría, Cesni, Sociedad Argentina de Nutrición (San), Federación Argentina de Graduados en Nutrición (Fagran), Cepea y Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal).
Los lácteos volvieron a salir ilesos. La publicación aconseja que los escolares consuman leche, yogur y queso todos los días, sin restricciones en productos que contengan altos niveles de azúcar, grasas y sodio. La única restricción aparece en la recomendación de evitar «preferentemente» los achocolatados industrializados.
A Nutriheroes se suma otra iniciativa de la Marca La Serenísima. «Un programa educativo que busca crear hábitos alimenticios saludables, basados en una dieta variada y equilibrada, que incluya los diferentes grupos de alimentos, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas», explica la compañía.
La iniciativa está dirigida a estudiantes de 4º y 5º año de colegios públicos y privados del Gran Buenos Aires y se suma a otras similares, como las visitas escolares a las instalaciones de la marca y el mundialito La Serenísima, un campeonato nacional de fútbol infantil.
Argentina se encuentra entre los diez países más importantes para Danone, propietaria de la marca La Serenísima desde la década de 1990. Algunos de los productos más vendidos en su cartera láctea son Yogurísimo, Ser, Casancrem, Danette y Danonino. Esto no incluye el segmento de nutrición especializada, es decir, fórmulas infantiles y compuestos lácteos.
Pandemia y nuevas oportunidades
El cambio de escenario no asusta a las corporaciones de alimentos. Por el contrario, se adaptan rápidamente y, a menudo, logran obtener aún más ganancias. Ante las restricciones impuestas por las medidas de aislamiento durante la pandemia, Danone actuó en dos frentes.
Inició una campaña para fomentar el uso de una de sus principales marcas de ventas, Casancrem, un queso procesado también utilizado en preparaciones culinarias. «Quedarse en casa es el mejor plan», fue el lema de una pieza publicitaria que lanzó un sitio web de recetas y dos nuevas versiones del producto. «Con más sabor y más textura. Original, jamón y cebollete». Casancrem es un alimento ultraprocesado.
La pandemia también fue oportuna para la línea Actimel, un lácteo fermentado fortificado con vitaminas que promete aumentar la inmunidad y las defensas del cuerpo. Como no está obligada, Danone no informa la cantidad total de azúcar, ni detalla todos los ingredientes. La marca ha ganado nuevos sabores y una campaña que anima a los niños «a enfrentarse al mundo exterior», con la vista puesta en volver a las clases presenciales.
«Actimel es otra marca muy relevante para nosotros, que ayuda a fortalecer la inmunidad. Es una marca que era pequeña y que en estos momentos está tomando un protagonismo muy fuerte. La gente es mucho más sensible al tema de la inmunidad y Actimel viene a ayudar a resolver esto», explicó Romina Fernández, directora general de Danone Argentina, durante un streaming directo sobre las estrategias de la compañía durante la pandemia.
La pandemia también fue una oportunidad para que Danone se asociara con otro gigante francés, Carrefour, para donar alimentos. Hubo 2,000 toneladas de bebidas y productos lácteos entregadas a organizaciones para 2020, un movimiento que no es nuevo para Danone.
El negocio de los grandes minoristas y fabricantes de alimentos está estructurado de una manera que maximiza las ganancias y reduce las pérdidas, y estas redes ganan incluso cuando deciden hacer donaciones. Ganan concretamente reduciendo los gastos de eliminación en productos con una vida útil más corta, al tiempo que el socialwashing y la expansión de sus áreas de influencia social por partida doble: entre los consumidores y también las autoridades, los políticos y los gestores públicos.
Un tratamiento especial
Desde 2014, la compañía se ha acercado a los bancos de alimentos de las provincias argentinas en una estrategia más capilar de injerencia en las políticas públicas. En un primer momento, ofreciendo apoyo técnico para operaciones de almacenamiento y logística, pero también creando sistemas de donaciones directas de lácteos e indirectas a través de campañas solidarias que estimulen la compra de estos productos a cambio de donaciones a bancos de alimentos.
No por nada, las donaciones también fueron utilizadas como argumento en contra de la aprobación de la ley de etiquetado de alimentos. «La leche y el yogur no podrán ser donados ni siquiera por los programas sociales del estado, ni por los bancos de alimentos y las ONG. Creemos que esta ley debe ser aprobada, pero en el caso de los lácteos debería haber un tratamiento especial», criticó Felippa Ercole, presidenta del Centro de la Industria Láctea, en una reunión con diputados.
Los argumentos fueron contrarrestados por el brazo argentino de la Federación Interamericana del Corazón (FIC), una de las entidades que está a la vanguardia de la movilización para que se apruebe la ley. «En el caso de la leche, por ser un alimento mínimamente procesado, no llevará precintos de advertencia. Esto significa que el estado puede continuar cumpliendo a través de programas sociales. En relación a los yogures, es necesario considerar que el mercado argentino tiene diferentes tipos, que varían según su calidad nutricional», explicó Leila Guarnieri, nutricionista e investigadora de FIC Argentina.
«El proyecto contó con un amplio apoyo de la sociedad civil y académica, tanto de Argentina como de la región; con el apoyo de la mejor evidencia científica libre de conflicto de intereses y con el aval de la Cámara de Senadores», dijo Victoria Tiscornia, investigadora de FIC Argentina.
Además de FIC, las organizaciones FAGRAN, Consumidores Argentinos, Fundeps, Sanar y Consciente Colectivo presionaron a los diputados a poner el proyecto en pauta.
Otro lado
Al ser contactado, el nutricionista Alberto Arribas, creador del personaje Supersaludable, dijo que los contenidos están basados en evidencia científica, «entendiendo que la ciencia y el conocimiento científico son dinámicos. Siempre estamos comprometidos a actualizarlos a la luz de estos cambios», explicó.
En relación a los lácteos, Arribas destacó que son alimentos recomendados por la guía alimentaria argentina, “que recomienda el consumo de tres porciones al día de alimentos pertenecientes al grupo ‘leche, yogur y queso’”. Agregó que la ingesta de calcio y vitamina D es vital para lograr una masa ósea adecuada y que existe evidencia de que el consumo de yogur fermentado y sin azúcar es bueno para la salud.
En varias entrevistas con la prensa argentina en los días posteriores a la aprobación de la ley, el nutricionista y director de Cepea, Sergio Britos, se quejó de discriminación de alimentos e indicó puntos que considera confusos en el texto, y volvió a defender los lácteos. “El desvío (exceso) en azúcar en muchos yogures es mínimo y es un alimento fermentado de muy buen valor nutricional. Por supuesto que hay opciones con contenidos altos de azúcar a quienes bien les cabe el sello; pero no es así en una amplia variedad”, dijo, en entrevista con el diario Clarín. Para Britos, el debate fue ideológico y no tuvo en cuenta muchas advertencias provenientes de evidencias científicas, como dijo a radio Mitre.
Este reportaje contactó a Britos y envió preguntas por correo electrónico, pero no hubo respuesta.
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Este reportaje forma parte de una serie sobre ciencia y alimentos. Fue producido por la red de periodismo latinoamericano Bocado.lat y aquí puedes leer el especial.