El arte sobrevive

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

El director de cine Peter Jackson cuenta que durante la filmación de la tercera entrega de El Señor de los Anillos, “El retorno del rey”, llegó el momento de grabar la escena en la que Grima asesina a Saruman, este último interpretado por el enorme Christopher Lee. El director le dio indicaciones al actor sobre cómo debía de realizar la escena y los sonidos que habría de hacer luego de que el traidor Lengua de Serpiente le clavara un chuchillo. Después de escucharlo, Christopher Lee le preguntó al director: “¿Tienes idea del tipo de ruido que hace alguien cuando lo apuñalan por la espalda? Porque yo sí”. Y así quedó grabada la escena: Peter Jackson ya no quiso más detalles, pero es de todos sabido que, antes de dedicarse a la actuación, Lee prestó sus servicios en las fuerzas armadas británicas, y en no pocos lugares del vasto internet se hace referencia a su pasado como “caza nazis”. Al parecer sabía de primera mano cómo moría alguien que ha sido apuñalado.

En la película The Professional, Leon, el personaje intepretado por Jean Reno, le explica a Mathilda (Natalie Portman): “El rifle es la primera arma que aprendes a usar, porque te permite mantenerte lejos del cliente. Cuanto más profesional te vuelves, más te puedes acercar al cliente. El cuchillo es lo último que aprendes a usar”. De inmediato la memoria del espectador se remite al inicio de la cinta: en la primera misión que lleva a cabo el matón a sueldo, inmoviliza a su objetivo saliendo de entre las sombras y poniéndole un cuchillo en la garganta.

Ya en varias ocasiones he confesado que, como estoy mal de la cabeza, es común que se me llene de ideas que no tienen relación alguna y cuya conexión existe sólo dentro de ella. Así, estos dos episodios ambientados en el cine me vinieron a la cabeza mientras mis pensaba en escribir sobre Cuchillo, el libro más reciente de Salman Rushdie, y que es una suerte de crónica-ensayo que tiene como punto de partida el atentado casi mortal del que fue objeto hace dos años y medio, en agosto de 2022, y a propósito del cual escribí entonces acá.

El libro lleva como subtítulo “Meditaciones tras un intento de asesinato” y arranca con la narración que hace Rushdie del día del atentado. En las primeras páginas, donde intercala los días previos con la narración del ataque, apunta:

“Habían pasado treinta y tres años y medio desde la famosa sentencia de muerte dictada por el ayatolá Ruhollah Jomeini contra mí y todas las personas implicadas en la publicación de Los versos satánicos, y confieso que durante esos años había imaginado más de una vez a mi asesino viniendo hacia mí en algún lugar público exactamente de esa manera. De ahí que, al ver a aquel hombre corriendo en direccióna mí con malas intenciones, lo primero que pensé fue: ‘O sea que eres tú. Aquí estás’”.

A partir de ahí, comienza hacer una narración detallada de etapa más reciente de su vida: dedica un buen apartado a contar su relación con su actual pareja, la poeta Eliza Griffiths, y hace una narración detallada de cómo fue el proceso que vivió entre el ataque y su reaparición pública en una foto que posteó en sus redes sociales en febrero de 2023, en el contexto de la publicación de una entrevista a cargo de David Remnick para The New Yorker.

Cuchillo es el segundo libro testimonial en el que Rushdie cuenta cómo su vida se ha visto afectada por la fatwa decretada por Jomeini. El primero fue Joseph Anton, volumen en el que, echando mano de la tercera persona para narrar, el escritor indo-británico hace un relato pormenorizado de cómo su vida se vio trastocada por la pena de muerte que pesa sobre él. En ese sentido, Cuchillo es una especie de puesta al día respecto de aquel volumen: un duro recordatorio de que la fatwa sigue aguardando a que un fanático improvisado —ni siquiera un profesional como aseguraba León en la película—se arme y busque la manera de cumplirla.

(Como si dialogara con aquella línea de la película protagonizada por Jean Reno, o incluso con la experiencia de Christopher Lee, anota Salman Rushdie: “Un tiroteo es acción a distancia, pero un ataque con cuchillo tiene un no sé qué de intimidad; el cuchillo es un arma de proximidad y los crímenes que comete son encuentros íntimos”.)

A diferencia de lo que hizo en Joseph Anton, en esta ocasión Rushdie narra todo en primera persona, dotando así de un carácter doblemente poderoso al libro: es el testimonio de un sobreviviente que busca entender. En la contraportada, se destaca una frase contenida en la narración: “Sentí la necesidad de escribir este libro: una forma de procesar lo sucedido y de responder a la violencia con el arte”.

Muy al principio también cuenta cómo su agresor ni siquiera conocía su obra.

“Según su propia confesión, apenas si leyó dos páginas de mis escritos y vio un par de videos de YouTube donde salía yo; con eso tuvo suficiente. De lo cual podemos deducir que, fuera cual fuese el motivo de la agresión, no tuvo que ver con Los versos satánicos. En es libro intentaré comprender a qué se debió”. En esa línea, casi al final dedica un apartado a recrear un diálogo imaginario entre él y su agresor, en el que diserta sobre las motivaciones del ataque, la religión, la desinformación, la violencia, los prejuicios. Al final de esa conversación imaginaria, escribe: “Una cosa que yo solía decir hace mucho, cuando la catástrofe se cebó en Los versos satánicos y en su autor, era que una forma de entender la discusión en torno a ese libro era que se trataba de una pelea entre los que tienen sentido del humor y los que no. (…) Puede que intentaras matarme porque no sabías reír”.

Una perogrullada: Cuchillo es un testimonio poderoso, un relato de supervivencia. Nos permite asomarnos al proceso de recuperación y a las reflexiones de una de las mentes más imaginativas del final del siglo XX y el primer cuarto del XXI. Como ha hecho siempre, sobre todo en su faceta como defensor de la libertad de expresión y de pensamiento, Rushdie pone el lente sobre la importancia de luchar por defender este derecho. Y que esta defensa no le cueste la vida a nadie —en algún momento recuerda el atentado que sufriera hace diez años la revista francesa Charlie Hebdo.

Otra perogrullada: Salman Rushdie es un escritor, y por lo tanto también me parece iluminadora una reflexión que hace sobre el arte y su permanencia. Con eso cierro esta entrega. Escribe Rushdie:

“El arte no es un lujo. Es algo esencial al género humano y no demanda ninguna protección especial salvo el derecho a existir. Acepta la discusión, la crítica, incluso el rechazo. Pero no la violencia. Y, al final, sobrevive a quienes lo reprimen. El poeta Ovidio fue enviado al exilio por César Augusto, pero la poesía de Ovidio ha perdurado y el Imperio romano no. Stalin le arruinó la vida al poeta Mandelshtam, pero la obra de este ha perdurado y la Unión Soviética no. El poeta Lorca fue asesinado por los matones del general Franco, pero su arte ha perdurado y el fascismo y la Falange, no”.

Comparte

La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Quizás también te interese leer