La mercantilización de San Valentín  

UJRM Jalisco

Por UJRM Jalisco / @UJRMJalisco    

Cada día de San Valentín, millones de personas alrededor del globo se preparan para celebrar el amor en todas sus formas, pero detrás de los corazones rojos, los chocolates y las cenas románticas, se esconde una fría maquinaria capitalista que ha convertido esta fecha en un motor de consumo masivo.  Lo que otrora fue una celebración íntima para demostrar nuestro afecto y amor, ha sido raptado por los burgueses capitalizando nuestras emociones y amor convirtiéndolas en un producto más a la venta.

Esta capitalización no sólo redefine el cómo entendemos y desarrollamos nuestras relaciones afectivas, sino que también impone la presión social del consumismo como forma de amor y cariño, así los grandes capitalistas moldearon nuestras expectativas dictando que amar significa gastar, dictando que nuestro amor es tan grande o tan minúsculo como nuestra cartera pueda permitir.

 El Amor como producto de consumo 

En un mundo donde el capitalismo encuentra formas de monetizar incluso las emociones más profundas, el 14 de febrero se ha convertido en un escaparate de cómo el amor se comercializa.

Ya abordado por Karl Marx en “El Capital” en su teoría del fetichismo de la mercancía, nuestras relaciones personales, sentimientos, amor, todo eso se ve afectado por las dinámicas del mercado capitalista, las relaciones amorosas se ven influenciadas por factores como el estatus económico, el capital social y las expectativas materiales.

A través de décadas de campañas publicitarias, las empresas han creado una narrativa donde demostrar afecto está indisolublemente ligado a regalar bienes materiales, desde un ramo de flores hasta joyería costosa, desde grandes empresas de lujo hasta los comercios locales pequeños burgueses, moldeando así de manera enfermiza nuestra percepción de que el amor de las relaciones se miden en función del gasto, Pero no solo lo tangible es fetichizado por el gran capital sino también las experiencias, cenas románticas en costosos restaurantes, viajes en pareja, las simples citas en cafeterías, siendo así que ni una fecha originalmente basada en la expresión del amor queda a salvo de la cultura de consumo que fuerza la idea de que el amor no es suficiente si no viene acompañado de un incentivo económico, perpetuando un ciclo donde el amor es convertido en negocio. 

La presión social y emocional del consumo

Cada 14 de febrero las personas se ven sometidos a la incesante propaganda que refuerza la necesidad de participar en el ritual consumista de la fecha. Publicidades, redes sociales y marketing se ven inundados del mensaje de que, para demostrar amor es imprescindible gastar dinero, afectando no solo a las parejas sino también a los solteros, creando un sentimiento de exclusión que los orilla a un consumo compensatorio de “auto regalos”.

Esta dinámica mercantilista incluso lleva a comportamientos violentos en las parejas, generando una competencia implícita sobre quién hará el mejor regalo o plan, vinculando así el valor del amor con el valor económico

Impacto ambiental 

El frenesí de consumo del Día de San Valentín no está exento de consecuencias para el planeta. El caso de las flores es emblemático: millones de rosas son cultivada, bajo prácticas agrícolas intensivas que agotan las reservas hídricas, estas flores, además, recorren miles de kilómetros en aviones para llegar frescas a las tiendas, contribuyendo significativamente a las emisiones de carbono, todo para suplir el capricho de recibir unas rosas en San Valentín. Otro ejemplo es la industria del chocolate, cuyos cultivos de cacao en regiones de África y América Latina están vinculados con condiciones laborales precarias e incluso trabajo infantil. Mientras tanto, los regalos más sofisticados, como joyas, a menudo están asociados con la extracción de minerales en condiciones laborales y ambientales cuestionables.

El valor del amor

El 14 de febrero nos recuerda que, aunque el amor es un sentimiento muy humano, no escapa de las garras de la lógica mercantil capitalista apropiándose de una emoción universal, convirtiéndola en un pretexto para el consumo masivo. 

Romper con esta narrativa no significa rechazar la celebración, sino replantearla. ¿Es posible demostrar amor sin convertirlo en una transacción económica? Tal vez el verdadero desafío sea encontrar formas de conectar emocionalmente sin caer en las trampas del mercado, apostando por gestos auténticos y significativos. Después de todo, el amor no necesita una etiqueta con precio para ser valioso.

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Unión de la Juventud Revolucionaria de México es el brazo juvenil del Partido Comunista de México (marxista-leninista), por lo que reivindicamos su programa táctico y estratégico, y reconocemos en él al estado mayor del proletariado mexicano para organizar la revolución socialista en México.

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