Paraísos personales: Un deseo que balbucea entre el lenguaje y la colectividad

#FIL2024

Por Rodrigo Estrada / @rorrockstaar (X)

En el marco de la 38ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde España es el país invitado de honor, los escritores Bernardo Atxaga y Julieta Valero ofrecieron una charla que desbordó las fronteras de lo íntimo y lo social. Con el tema “Paraísos personales” como eje, ambos reflexionaron sobre la fragilidad de nuestras utopías privadas, la violencia que las atraviesa y el papel del lenguaje como herramienta de resistencia y conexión. En una conversación que mezcló poesía, filosofía y crítica, los autores demostraron que la literatura sigue siendo un espacio vital para imaginar futuros compartidos.

¿Qué es un paraíso personal?

Atxaga, novelista y poeta vasco, conocido por obras como Obabakoak, abrió la charla con una afirmación que destilaba su humor característico: “Paraíso y personal parecen palabras contradictorias, una impertinencia”. Desde esa premisa, cuestionó la posibilidad de hablar de un paraíso privado en un mundo donde la violencia y las desigualdades son omnipresentes. Para Atxaga, incluso en su tierra natal, el idílico Obaba, la violencia acechaba, en los caseríos lejanos y las escuelas, donde niños pastores enfrentaban el abandono y la crueldad. “Ojalá conociera un lugar de no violencia”, dijo.

Por su parte, Julieta Valero, destacada poeta española (Altar de los días parados), propuso que el paraíso es “una forma de energía”, un deseo utópico de presente. Según Valero, más que un lugar, es un estado de conexión con el exterior, una búsqueda incesante alimentada por el deseo de realidad. Pero ese deseo no puede ser puramente individual; está ligado a la colectividad, al afuera, a las historias compartidas.

El lenguaje como refugio y herramienta

En esta conversación, ambos autores señalaron que el lenguaje es tanto un refugio como un campo de batalla. Para Valero, el acto poético es un lugar donde se recrea el balbuceo, el nacimiento del lenguaje, con algo de lo paradisiaco de observar a un niño aprendiendo a hablar. Pero también advirtió sobre la apropiación ideológica de las palabras, recordando cómo conceptos como “libertad” pueden vaciarse de significado o ser instrumentalizados para manipular.

Atxaga, por su parte, evocó a Dante para hablar de los “indiferentes”, esas figuras del infierno que no amaron ni se preocuparon por los demás. En sus palabras, el problema del mundo parece no importarnos, y esa apatía se refleja en cómo los lenguajes son manipulados por quienes más pagan por ellos, dejando marcas que perduran y afectan a generaciones enteras.

El paraíso y la respiración colectiva

Para Valero, el feminismo, en su dimensión más esencial, es una “obviedad respiratoria”, una necesidad básica para vivir en un mundo mínimamente equilibrado. El paraíso no es un concepto individual, sino una respiración colectiva: “Todos seremos expulsados colectivamente”, afirmó, refiriéndose a las crisis globales que nos afectan como especie.

Poesía como epílogo

La charla cerró con la lectura de poemas. Valero compartió versos donde lo cotidiano se transforma en una lucha constante entre el deseo y la alienación: “Te daré tres mentiras contra el frío. No debes tener miedo. No estás solo. No hay sentencia.” Atxaga, en tanto, leyó un poema que evocaba la figura de María Magdalena, el paraíso y lo sagrado, recordándonos que, al final, los paraísos –reales o imaginados– son construcciones profundamente humanas.

La charla entre Bernardo Atxaga y Julieta Valero no buscó ofrecer respuestas fáciles sobre los paraísos personales, sino abrir preguntas. ¿Puede existir un paraíso privado en un mundo atravesado por la violencia y las desigualdades? ¿Es el lenguaje un refugio o un campo de batalla? ¿Cómo reconciliamos el deseo de felicidad individual con la necesidad de un bien colectivo?

En el marco de la FIL Guadalajara, este encuentro fue un recordatorio de que la literatura, como el paraíso, no es un destino, sino un proceso. Es un espacio donde, a través de palabras, voces y silencios, podemos imaginar otros mundos posibles, más justos y menos indiferentes. Tal vez, como insinuaron los autores, el verdadero paraíso no sea un lugar, sino un gesto: el de buscar juntos aquello que nos conecta y nos da sentido.

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