La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo
No refundó a Jalisco.
No hizo una nueva Constitución.
No saneó el río Santiago.
No mejoró la movilidad el área metropolitana de Guadalajara.
No detuvo el desorden inmobiliario.
No acabó con los incendios en La Primavera.
No mejoró la calidad del agua.
No contuvo el dengue.
No resolvió la crisis forense.
No detuvo las desapariciones.
Ha llegado a su fin uno de los sexenios jaliscienses más nefastos de la historia. Los otros no han sido mejores, claro, pero el de Enrique Alfaro además se distinguió por la necesidad enfermiza de protagonismo, un protagonismo que él mismo alimentó a fuerza de videos que buscaron instalar un discurso triunfalista y una imagen que sólo vivía en su imaginación y en la de sus corifeos.
Quiso construir una candidatura presidencial y fracasó. Quiso adueñarse de Movimiento Ciudadano y fracasó. Quiso perpetuarse en Jalisco a través de lo que le ha dado por llamar “un movimiento de hombres y mujeres libres”, pero va a fracasar: cada vez hay más señales de que, más pronto que tarde, Pablo Lemus va a empezar a desmarcarse de todo lo que suene o huela o parezca o recuerde al alfarismo. Por ejemplo, ya anunció que va quitar las vallas que rodean el Palacio de Gobierno, parece que su promesa de hacer gratuita la verificación vehicular —uno de los negocios, perdón, proyectos con los que Alfaro más se entercó— y conforme vayan sumándose días seguro irán pasando más cosas. ¿Cuánto va a tardar Lemus en dejar atrás al alfarismo? ¿Lo logrará? Habremos de descubrirlo un día a la vez.
Aun con la posibilidad del rompimiento, o al menos del distanciamiento, de Lemus respecto de Alfaro, no hay tampoco muchas señales para el optimismo. La experiencia nos ha enseñado en repetidas ocasiones que la política mexicana es una maquinaria perfectamente diseñada para que sólo cambien los nombres y los colores, pero nada más: la estructura sigue operando y su control está siempre en las mismas manos. Pero al menos ya no vamos a escuchar este discurso bravucón que alimenta la violencia y, al mismo tiempo, se regodea en el victimismo. Se acabó, al menos por ahora.
Disculpen la brevedad: ya se han señalado algunas, muy pocas, de las tonterías y carencias y contradicciones de este gobierno. Hoy es un para festejar, aunque sea un consuelo menor, pírrico y casi ridículo.
Yo sí se celebro que Enrique Alfaro ya no es gobernador.
Que suenen “Las golondrinas”.