Trotamundos Político
Por Fabrizio Lorusso / @FabrizioLorusso
Un primer principio de este prontuario es que “si lo conoces, lo evitas”. Me refiero al virus de la derecha extrema, siempre en circulación y listo para desatar epidemias en momentos de crisis e inmunidad baja.
El proceso electoral del 2024 confirmó el más o menos abrupto decaimiento de los partidos referentes de las derechas, como PAN y PRI, y más contundentemente del PRD, quienes junto con MC constituyen el bloque opositor al gobierno de la 4T. El Verde es otro tipo de derecha, pragmática y transformista, pero representa un caso aparte porque ha podido mantenerse a flote durante décadas y hasta la fecha por sus redes clientelares y sus alianzas con los partidos perfilados como ganadores. Se han abierto, entonces, espacios políticos significativos en el campo que genéricamente podríamos definir “conservador”, los cuales probablemente serán llenados por formaciones y personajes con tendencias cada vez más radicalizadas a la derecha.
En julio pasado, el Proyecto Global contra el Odio y el Extremismo (GPAHE) publicó un informe y análisis profundo sobre el crecimiento del extremismo y las formaciones políticas de derecha en México, con el título de “Grupos de odio y extremistas de extrema derecha, México”. En su lista aparece una constelación de organizaciones que se vale mencionar y seguir monitoreando para evitar contagios de peste negra (o sea, neofascista).
El vademécum contenido en el informe es necesario porque en varios países de Latinoamérica, que durante los primeros quince años del siglo habían vivido oleadas de gobiernos progresistas de distinta índole y resultados, han experimentado el ascenso de opciones políticas cada vez más encarnizadas, ultrajosas y necroliberales, libertarias y violentas, de las derechas. Es decir, de un polo ideológico caracterizado por su énfasis en la libertad incontenible del mercado y la ley del más fuerte, en discursos de odio y misoginia, en detrimento de la justicia social y lo que huela a Estado, bienestar, reconocimiento de derechos y redistribución de riqueza.
A saber, para orientarse en la selva, los grupos señalados por el documento fueron: Abogados Cristianos; Congreso Iberoamericano por la Vida y la Familia/Evangélico Digital; Frente Nacional Anti-AMLO; Frente Nacional Por La Familia; Frente Nacionalista de México; México Republicano; Patria Unida Por Un México Valiente; ProLife Army; Raíces Radicales; Red Familia; Unión Nacional de Padres de Familia; Unión, Nación, Revolución.
Entre los dotados, quizás, de menor radicalidad intrínseca, pero sí de verborrea explícita, cabe agregar a Ciudadanos Unidos por la Libertad y su movimiento, alrededor de la página FB y web Xiudadanos.Mx, y los “todavía no muertos” de Encuentro Solidario (ex PES). Más ultra, en cambio, es Viva México, la propuesta partidista del actor Eduardo Verástegui, orador de rosarios en YouTube, afín a Milei y al trumpismo intransigente, al grito de “Dios, patria, familia y libertad”. Sandra Cuevas, exalcaldesa de la alcaldía Cuauhtémoc de CDMX, también tiene interés en un nuevo partido, con base en su asociación política, la “Organización por la familia y la seguridad de México”. Si la historia latinoamericana es maestra, entonces conviene echar un ojo atento a estos experimentos, nuevas iniciativas y repechajes de idearios y personajes, incluyendo a la excandidata Xóchitl Gálvez, con los remanentes de la “marea rosa”, y, más preocupantemente, a magnates perturbadores y odiadores profesionales como Claudio X González y el tío “Richie” Salinas Pliego.
Éste último, al anunciar en redes su encuentro con el argentino Javier Milei, el pasado 29 de noviembre declaró que “hay que dar la batalla con ideas y regresar a los Zurdos de mierda a la alcantarilla por donde salieron!!!” (sic), y que “los jóvenes de América Latina se merecen un mejor futuro y vale la pena dedicarle el tiempo”. Así de noble es el nivel de sus ideas y batallas. Muy inquietante en mi opinión es también “México Republicano”, “partido político binacional” basado en Chihuahua, con militancias estadounidenses y mexicanas, y muchas historias de extremismo y activismo anti LGBTQ+, además de ser un apoyo de CPAC México (Conferencia Política de Acción Conservadora, en inglés, Conservative Political Action Conference). “Queremos defender la vida desde su propia concepción, las libertades, la propiedad y queremos defender a la familia. Si esos son los principios, eso significa la extrema derecha… eso es lo que somos”, declaró a prensa Juan Carlos Hernández Mendoza, presidente del comité ejecutivo estatal.
El líder del partido, Juan Iván Peña Neder, ex funcionario de Segob con Calderón, en 2013 fundó la organización clandestina México Despierta, filofascista y antisemita, a favor de la supremacía aria y la esterilización de los indígenas, y hoy afirma representar a empresarios supuestamente atemorizados por “el gobierno de izquierda”.
Las mismas descripciones pueden acoplarse a los socios internacionales de esta constelación dispersa políticamente, pero unificada más que nada en el anti-obradorismo y el combate a los derechos. Estos aliados se asientan en Estados Unidos y España principalmente, como por ejemplo el partido franquista y xenófobo español Vox, que ha hecho varias incursiones y construye vínculos en toda América Latina, o las redes de la estadunidense CPAC y el Atlas Network, la que tiene como objetivo “promover políticas económicas de libre mercado en todo el mundo”.
Verástegui y compañía son sendos frecuentadores también de las actividades de Red Política por los Valores (en inglés, Political Network for Values), “plataforma global de representantes políticos y líderes a nivel mundial que promueven y defienden activamente los valores de la familia, la vida y la libertad”, presidida por José Antonio Kast, fundador del Partido Republicano de Chile y excandidato presidencial hiperderechista.
Son muchos los factores históricos, políticos y sociales que han facilitado cierto resurgimiento de estos grupos “ultras” en el país, entre ellos, desde luego, la existencia y persistencia de gobiernos emanados de fuerzas de izquierda a los que se oponen, el apoyo que reciben de organizaciones similares y millonarias en el exterior, y la decadencia de las opciones políticas tradicionales dentro de las mismas derechas, entre el ya quemado neoliberalismo, el conservadurismo social regresivo, el globalismo entreguista y la venia anti-derechos.
El informe arroja luces sobre estas reconfiguraciones: primero, los grupos de extrema derecha con ideologías anti-LGBTQ+, anti-inmigrantes y neo-nazis están creciendo, particularmente el Frente Nacional Por La Familia, ProLife Army y Unión, Nación, Revolución; segundo, su dinámica es que estrechan conexiones con partidos y grupos similares en Estados Unidos y Europa, justificando o matizando los delitos motivados por el odio, en particular contra las personas LGBTQ+ y otras minorías. Además, siguen vivos grupos prácticamente ancestrales como bandas porriles universitarias y el mismísimo Yunque, una secta ultracatólica con más de 70 años de historia y nefastas influencias dentro y fuera de México.
Wendy Via, Directora General y cofundadora de GPAHE, comentó lo siguiente, en el boletín de prensa sobre el informe:
“Nuestra investigación revela una tendencia preocupante en México. Estamos viendo un aumento significativo en el extremismo de extrema derecha que amenaza el progreso que México ha hecho para convertirse en una sociedad más inclusiva. Estos grupos están bien organizados, se hacen oír cada vez más y representan un peligro real para las comunidades vulnerables y los valores democráticos”.
Hay prejuicios muy arraigados, heredados del pasado, que continúan alimentando la discriminación contra distintas clases y sectores sociales, considerados o construidos narrativamente como marginados o inferiores, y que se capitalizan y movilizan a la hora de oponerse a reformas que reconocen o amplían derechos, sobre todo si son a favor de esos sectores.
“Lo que resulta especialmente preocupante es la naturaleza transnacional de estos movimientos. La misma retórica y tácticas que vemos en Estados Unidos y Europa están arraigando ahora en México. Es un duro recordatorio de que en nuestro mundo interconectado, la lucha contra el extremismo debe ser global”, añadió otra cofundadora de GPAHE, Heidi Beirich.
Pese al ciclo electoral y político orientado hacia la izquierda, se está dando un renacimiento y una evolución de la ideología, las movilizaciones y la reorganización de un consenso o de un discurso hegemónico entorno a valores y propuestas de extrema derecha. En palabras del informe, se trata de
“un reto importante para el panorama social y político de México, amenazando con exacerbar las tensiones existentes en un país que ya lucha con altos niveles de violencia y violaciones de los derechos humanos”.
Centradas en la obsesión de la izquierda y el progresismo como enemigos a combatir, incluso con apelaciones a discursos y prácticas violentas, estas ideologías y maneras del accionar político tienen en común un magma de reivindicaciones antisociales y hasta criminales, elevadas a demandas políticas: agendas antitransgénero, nacionalistas-religiosas, antisemitas, neonazistas, antiabortistas, antimigrantes, misóginas y, por fin, antiderechos en sentido amplio.
La gravedad de esta amenaza, por el momento marginal aunque en aumento, será proporcional a los retos sociales y políticos venideros para México, en mi opinión, primeramente: la instalación del gobierno de Trump en EUA y los demás escenarios de crisis o guerra a nivel internacional; la incertidumbre sobre los desenlaces y los necesarios ajustes institucionales y sociales, derivados de algunas de las reformas constitucionales aprobadas y por aprobarse; la ampliación de los programas sociales y del Estado del bienestar en un sentido más extendido, lo que va junto con las crecientes presiones sobre las finanzas públicas, en ausencia de un debate abierto y urgente sobre una reforma fiscal progresiva que cobre a quienes más ganan y a los grandes patrimonios acumulados. Para contrarrestar probables futuras crisis, es preciso contar con un Estado social y del bienestar estructuralmente sostenible, profundo, transformador, garantista, y no con paliativos.
Especialmente este último aspecto es el que más me parece preocupante en el corto y mediano plazo, con vistas al mantenimiento de las promesas electorales de la coalición mayoritaria, la viabilidad de las reformas, la resistencia a injerencias o presiones desde Estados Unidos y la sostenibilidad global en el tiempo del proyecto abanderado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Un fracaso conllevaría no solo la reorganización sino la escalada electoral y social de pensamientos y bandos extremistas dentro de las derechas, a la conquista de los sectores “decepcionados” o excluidos con fáciles discursos fundados en el miedo, el morbo identitario, el odio y la exclusión.
A medida que México continúa enfrentando complejos retos sociales y políticos, los hallazgos del informe sirven como un recurso crucial para entender la evolución amenaza del extremismo de derecha y neofascista, prevenirlo y curarlo por tiempo.