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La violencia en Sinaloa genera ansiedad y afecta la salud mental de la población, similar al impacto del COVID-19, donde el 25% sufrió ansiedad o depresión. Es clave abordar la salud mental preventiva y analizar las causas psicoemocionales de la violencia para reducir costos sociales y económicos
Por Colegio de Economistas del Estado de Sinaloa AC
En los días recientes en Sinaloa, todos de una u otra forma hemos padecido la ansiedad y temor al ver situaciones de violencia. De ahí han surgido también llamados por parte de la sociedad, empresas y empleados a incrementar la atención a la salud mental de la población, pues se entiende que la cancelación de clases, reuniones sociales, vacaciones, o bien el salir a trabajar, o a la escuela y tener temor puede derivar en mayor o menor medida en estrés laboral, estrés en niños, adultos mayores y diversos grupos de población de una forma diferenciada. Este fue uno de los puntos destacados por trabajadores, empresarios, estudiantes, padres de familia y sociedad en general.
Lo más similar a lo que hoy vemos, es la situación de COVID-19 en la que las personas sufrían estrés por salir a la calle y hubo distanciamiento social, estas afectaciones son aún estudiadas, ya que más allá del estrés de corto plazo, se generaron, por ejemplo, según la Organización panamericana de la salud, el 25% de la población mundial padeció ansiedad y/o depresión a causa de COVID-19.
Sin embargo, desde el punto de vista social y económico, hay una parte importante de la salud mental de la que no se está hablando, y tiene que ver con la salud mental de los que infringen la violencia. Cuál es el nivel de salud mental que tiene una persona que es capaz de realizar los actos que se han documentado en Sinaloa. ¿Cómo llegó hasta ahí? El tema de la violencia, por su puesto que es multifactorial, no obstante, el lograr perpetrar algunos tipos de hechos, se relaciona con enfermedades mentales que tienen efectos de largo plazo en la sociedad.
Así, en el mundo se han realizado estimaciones sobre el costo económico de la existencia de actos violentos perpetrados por enfermos mentales. Al mismo tiempo, se realizan estimaciones de las pérdidas de productividad que tiene una economía al sufrir estrés colectivo, cuyos efectos son profundos y de largo plazo.
En términos económicos es fundamental incrementar la atención a la salud mental de la población e identificar los factores de riesgo que llevan a los jóvenes y niños a estar dispuestos a realizar actos de alto impacto, ya que, la violencia en México puede generar pérdidas de más del 10% del PIB, según el Institute for Economics and Peace, ya que más allá de costos directos, hay un efecto multiplicador y pérdidas de eficiencia por las afectaciones al bienestar social.
En suma, el recrudecimiento de la violencia en Sinaloa y en el país, debe invitar a las autoridades a abrir incentivar investigaciones que ayuden a explicar y, posteriormente, a atender la violencia desde un punto de vista preventivo y económico, no como una atención a las consecuencias, sino desde las causas psicoemocionales, que al final terminan teniendo un efecto importante sobre el bienestar de largo plazo.