Resistir Sin Techo: Emociones, arte y lucha por el derecho a la vivienda

El proyecto “Resistir Sin Techo”, desarrollado por estudiantes de la licenciatura en Gestión Cultural del ITESO, busca reflexionar sobre la crisis de vivienda en Guadalajara desde las emociones y las experiencias personales.

El proyecto resalta cómo la crisis habitacional, agravada por la gentrificación, afecta la cohesión social, el derecho a habitar y genera desplazamiento forzado. Además de los retos estructurales, destacaron el impacto en la salud emocional de los jóvenes, enfrentados a un futuro incierto con pocas posibilidades de crear un hogar propio. A través del arte, “Resistir Sin Techo” busca sensibilizar y fomentar la acción colectiva para transformar un panorama donde el acceso a la vivienda se convierte en una lucha por el derecho a la ciudad misma.

Por Vanessa Briseño / @nevervb

El proyecto “Resistir Sin Techo” surgió como parte de la Licenciatura en Gestión Cultural en el ITESO, específicamente en una materia de producción de proyectos. Según explicó Ana Valeria Cisneros, en su primera edición, llamada “Más allá de los ladrillos”, se trabajó entre enero y mayo de 2024 y tuvo como objetivo “alimentar la discusión en torno a la crisis de la vivienda, pero saliéndonos de toda esta discusión académica y centrándose en las emociones y los sentimientos.”

Durante este periodo, el equipo colaboró con grupos universitarios de la Universidad de Guadalajara, Universidad Autónoma de Guadalajara, Tecnológico de Monterrey e ITESO, en conjunto realizando collages y mesas de diálogo que culminaron en una exposición en el centro de Guadalajara. “También hubo proyección de tiktoks y cosas así” agregó Ana, destacando el enfoque creativo y participativo de las actividades.

Para la segunda edición, el proyecto tomó el nombre “Resistir Sin Techo” y giró hacia la fotografía como herramienta para explorar el vínculo emocional con la vivienda. Ana señaló que se entregaran cámaras a jóvenes que tienen relación con la crisis habitacional para que documenten su experiencia y “alimenten la reflexión y la discusión en torno a la crisis habitacional desde las emociones a partir de la fotografía”.

Paola Romo complementó que el objetivo es captar “de qué forma ellos perciben el hogar, qué sentimientos tienen en estos tiempos de incertidumbre” y generar, a través de las conversaciones en torno a las fotografías, “como ese abrazo colectivo de ‘okay’, estamos todos en las mismas, entonces hay que hacer algo”.

Iván Hernández resaltó la relevancia del proyecto para jóvenes universitarios que, al enfrentarse a la búsqueda de independencia, inevitablemente se toparán con los límites impuestos por la crisis de vivienda, lo que hace necesario reflexionar sobre “cómo viven los otros esta crisis.”

A partir de estas experiencias, el equipo buscó seguir cuestionando y proponiendo alternativas para enfrentar el panorama actual. La motivación para crear el proyecto surgió de una combinación de reflexiones personales y colectivas del equipo sobre la crisis de vivienda. Según Ana, el proyecto partió de una preocupación personal:

“todos a veces tenemos sueños y aspiraciones (…) pero te vas topando justamente con estas limitantes, los precios, las condiciones de vida (…) te vas dando cuenta que tiene un trasfondo.”

Iván añadió que la idea comenzó a tomar forma al observar cómo las conversaciones sobre renta y compra de vivienda afectaban tanto a su círculo cercano como a muchas otras personas.

“Pensé en ese momento que todos lo estaban viviendo de manera particular, pero que en realidad tendría que ser comunitario porque lo estaban viviendo muchas personas”, explicó.

El equipo reconoció que, aunque el problema es estructural, existe un componente emocional que conecta a las personas con sus aspiraciones y con la vivienda misma.

La decisión de abordar la crisis desde las emociones y la fotografía se basó en la importancia de generar empatía y reflexionar sobre cómo la vivienda influye en la relación de las personas con su entorno. Paola destacó que en la investigación del equipo identificaron que “la casa como un espacio (…) tiene mucha influencia en cómo te relacionas con el mundo y con las demás personas.”

Desde ahí, decidieron no ignorar esta dimensión emocional y diseñaron actividades como la entrega de cámaras desechables, que permiten a los participantes expresar sus perspectivas de manera íntima. “

Nos parece atractivo cómo también desde la fotografía se puede retratar demasiado sentimiento; a veces ni siquiera te haces consciente de ese sentimiento, pero lo haces y después te cuestionas,” comentó Paola.

El proyecto, por tanto, busca mantener viva la discusión y fomentar el reconocimiento colectivo de la problemática habitacional como un paso hacia la acción.

Los objetivos de “Resistir Sin Techo” se centraron en alimentar la conversación crítica sobre la crisis de vivienda y promover la reflexión entre jóvenes, particularmente aquellos de 22 a 27 años que enfrentaban la etapa de transición hacia la independencia y la construcción de un hogar propio.

Según Paola y Ana, el equipo buscó “seguir generando la masita crítica” y dirigir la conversación a jóvenes que están comenzando a enfrentar responsabilidades laborales y económicas relacionadas con la vivienda. Además, Iván aseguró que querían utilizar el espacio público como un lugar para reflexionar sobre el impacto de la vivienda y la construcción de las ciudades:

“Las fotografías también retratan esa realidad de las ciudades (…) que el espacio público también sea un espacio de conversación sobre este tema.”

Otro objetivo clave fue fomentar la empatía, el reconocimiento y la reflexión en torno a la crisis habitacional a través del arte y las emociones. Ana explicó que estos elementos podían:

“dar pie a querer tomar acción, a querer investigar más que las personas puedan volverse agentes de cambio.” Por su parte, Paola destacó la importancia de generar comunidad a partir de experiencias personales compartidas: “Tomas tus fotos, pero hay que platicar y conocernos saber que no estamos solos en esto.”

El proyecto integró la investigación, el uso del espacio público y la creación artística como medios para visibilizar el problema y motivar una mayor participación social.

Así mismo, el equipo se enfrentó retos significativos durante el desarrollo del proyecto, especialmente relacionados con la adaptación de sus ideas iniciales y el reconocimiento de su trabajo como estudiantes. Karla Solorzano explicó que la propuesta inicial de intervención en espacio público no pudo realizarse debido a que “vimos que no era lo más viable” tras recibir asesorías y tutorías.

Esta situación los llevó a reformular el proyecto hacia una perspectiva más emocional, centrada en la fotografía. Además, destacó que uno de los mayores desafíos fue que como estudiantes jóvenes “algunas de las personas que nos intentaron asesorar (…) casi casi nos tiraban el proyecto a palabras”, lo que los obligó a ajustar sus planteamientos para continuar con la iniciativa.

Otro reto importante fue navegar las dinámicas y perspectivas externas al abordar un tema complejo como la gentrificación. Iván agregó que intentar salir de los círculos tradicionales implicó enfrentarse a “diferentes intereses y perspectivas sobre cómo deberían de funcionar las inmobiliarias.”

Esto dificultó la creación de colaboraciones con ciertos actores cuya visión no coincidía con la del equipo, lo que los llevó a discernir “dónde sí, dónde no entrar el proyecto y con quién hacer vínculos.” A pesar de estas dificultades, lograron mantener fidelidad a los objetivos y valores del proyecto mientras dialogaban con otros actores involucrados.

El equipo de “Resistir Sin Techo” esperaba que su proyecto generara reflexión, empatía y acción entre los participantes y el público. Ana explicó que buscaban “reconocer que es algo que nos involucra a todos,” promoviendo la validación de emociones y el empoderamiento para que las personas se considerarán agentes de cambio.

Querían que los participantes cuestionaran las condiciones actuales de vivienda y se sintieran inspirados a “renegar (…) ciertos contextos,” tomando conciencia de sus sueños y aspiraciones, con la convicción de que “no tienes por qué conformarte con eso y se vale luchar.”

Además, Iván señaló que se inspiraron en proyectos Pregunta, realizados en Latinoamérica, para provocar cuestionamientos en quienes interactuaran con el proyecto.

Por su parte, Karla explicó que el objetivo era “informar, concientizar y sensibilizar” a las personas respecto a la crisis de vivienda y motivarlas a reflexionar sobre su futuro, preguntándose “qué puedo hacer mañana para cambiarlo.”

También destacaron la importancia de las emociones en el arraigo a los espacios que habitamos, considerando que reconocer esta conexión ayuda a proteger tanto el hogar como el espacio público, y fomenta la reflexión sobre el rumbo de las ciudades y sus habitantes:

“Creemos que resistir es sentir, pues las emociones generan memoria y esta memoria, nos genera arraigo al lugar el aprecio, nos hace querer proteger por ende a través de las emociones podemos seguir aportando a la lucha por el derecho a la vivienda”.

Finalmente, como puesta en escena de los resultados de la actividad, se realizó un evento donde se expusieron todas las fotografías de los participantes, complementando con un conversatorio donde se tuvo la oportunidad de reflexionar en torno a la crisis de vivienda en la ciudad. Tanto las personas asistentes como los participantes en la intervención fotográfica, tuvieron la oportunidad de expresar sus sentires, experiencias y pensamientos alrededor de este tema.

Las reflexiones de todas las personas participantes giraron en torno a la dificultad para construir un hogar, ya sea con familia o amigos, en un contexto de creciente precariedad. Además, se discutió cómo la vivienda, más allá de ser un espacio físico, se ha convertido en un indicador del impacto social del fenómeno de la gentrificación y sus implicaciones como el desplazamiento forzado, disfrazado muchas veces bajo la idea de modernización.

Así mismo, también se señaló que la falta de opciones accesibles no solo afecta a nivel económico, sino que tiene implicaciones más profundas en la salud emocional y en el sentido de pertenencia, exacerbando sentimientos como la frustración y la ansiedad frente a un futuro incierto.

En cuanto a las experiencias personales, se destacó el contraste entre la búsqueda de espacios para habitar y la realidad de encontrar opciones reducidas y costosas, que obligan a muchas personas a adaptarse a condiciones adversas o a mudarse en búsqueda de nuevas oportunidades. Por otro lado, también se abordó las implicaciones o consecuencias que conlleva la crisis de vivienda en Guadalajara como la escasez de transporte público, que complejiza aún más la posibilidad de habitar la ciudad, afectando la cohesión comunitaria, generando un desgarramiento del tejido social.

La celebración de “Resistir Sin Techo”, abrió un espacio de reflexión ante la crisis de vivienda en Guadalajara, la cual  refleja una problemática compleja que va más allá del acceso a un techo. Implica una amenaza directa al derecho fundamental de habitar y pertenecer a un espacio (comunidad).

Los testimonios de los participantes y asistentes al conversatorio hicieron evidente cómo el fenómeno de la gentrificación, disfrazado de modernización, ha forzado al desplazamiento de cientos de personas, regandolas a los márgenes del área metropolitana.

La falta de opciones habitacionales asequibles genera una situación de precariedad que no solo afecta a nivel económico, sino que tiene implicaciones más profundas en lo emocional, incrementado la ansiedad y frustración en torno a un futuro cada vez más incierto para las generaciones más jóvenes, quienes ven limitadas las posibilidades de echar raíces y crear un hogar.

Así mismo, la exclusión y el desplazamiento forzado de los espacios habitables no sólo despojan a las personas de un lugar donde vivir, sino que también desarticulan el tejido social y rompen los vínculos comunitarios construídos a lo largo de los años.

La ausencia de políticas urbanas que garanticen el acceso equitativo a la vivienda, sumada a una infraestructura deficiente de servicios públicos, agrava esta crisis y hace evidente una ciudad diseñada para quienes pueden pagar, dejando fuera  a les personas que buscan oportunidades para “florecer” en medio de un entorno adverso.

En ese sentido, la lucha por el derecho a la vivienda se convierte en una lucha por el derecho a la ciudad misma, un derecho cada vez más restringido a los intereses de un grupo de personas muy reducida, comprometiendo el futuro de la población más jóven que se enfrenta a la precariedad y el desarraigo.

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Vanessa Briseno
Vanessa Briseno
Melómana por excelencia y apasionada de la lectura. Creo firmemente que el periodismo es una gran herramienta que te permite contar historias reales desde la verdad.

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