Es necesaria la experimentación para poder obtener avances que puedan ser beneficiosos para la sociedad, esto implica que puede haber errores, necesarios para desarrollar nuevos conocimientos ¿pero hasta dónde? ¿Qué pasa cuando estos fallos implican un riesgo para las personas? De esto va Despertares, una película dirigida por Penny Marshall
Texto: Andi Sarmiento / Pie de Página
Foto: Tomada del tráiler oficial
Despertares es una película dirigida por Penny Marshall, protagonizada por Robert de Niro y Robin Williams, basada en hechos reales remontándonos a un hospital psiquiátrico estadounidense durante la época de los sesentas. Está inspirada en la obra y trabajo del neurólogo Oliver Sack, quien plasmó esta experiencia en un libro igualmente titulado.
La cinta nos narra la historia de un médico investigador que ingresa a trabajar en el hospital, a pesar de que este no tiene experiencia en humanos sino en insectos. Aún así le dan el empleo y se topa con una serie de casos que llaman su atención, por lo que será sus próximos pacientes a estudiar.
Estas son personas con encefalitis letárgica, una no muy común variación de la encefalitis, que es una inflamación en el cerebro. Esta se convirtió en epidemia durante inicios de la década de los años veinte y su origen no está bien esclarecido, quienes la padecieron fueron poco a poco perdiendo la movilidad, hasta quedar en el estado que se ve en la película.
Los dilemas éticos
La cinta nos permite debatir sobre distintos aspectos éticos y morales sobre las relaciones que ocurren dentro del sector salud, desde los vínculos médico-paciente hasta la formas de llevar a cabo las investigaciones y cuestionar de qué modos se busca progresar tanto en la medicina como en la ciencia en general.
Desde un comienzo, vemos cómo los doctores prestan casi nulo interés por la situación, se enfocan en mantener ahí a los pacientes pero realmente no les atrae entender el por qué de la enfermedad ni mucho menos prueban métodos para tratarla o buscan el progreso de esta grupo. Ven a las personas internadas simplemente como gente enferma a la que hay que sostener, sin empatizar ni genuinamente tratar de ayudarla.
Esta es una mentalidad sigue siendo común hasta hoy en día en las clínicas y hospitales. Si bien se ha sensibilizado más en el ámbito, sigue siendo un tema del que hablar, pues al recibir tantos casos de gravedad todo el tiempo el personal genera cierta deshumanización hacia los pacientes. Esta dureza es en parte necesaria para la profesión, de no ser así sería como si un bombero se siguiera espantando con el fuego o un dentista no se acostumbre al mal aliento, mas el asunto recae en que los médicos no trabajan con fuego ni con dientes, sino con seres humanos en general, los cuales tienen algún padecimiento que les genera incertidumbre e incluso temor por su vida y su futuro.
Es por ello que cuando el doctor Sayer nota ciertas curiosidades en el comportamiento de las personas es ignorado y minimizado, lo que retrasa el avance dado que debe investigar y experimentar por su cuenta, siendo solo una de las enfermeras quien confía en él.
Pero con el tiempo sus investigaciones rinden frutos y al notarlo empieza a recibir cada vez más apoyo por parte de la comunidad, principalmente, de los enfermeros.
Con esto cabe mencionar otro fenómeno que ocurre en este ámbito: la invisibilización del cuerpo de enfermería. Por lo general, esta profesión es vista como una sombra de los médicos, como un papel secundario para el desempeño de la salud. No se considera la parte de los cuidados con la misma importancia que el resto del tratamiento. Sin embargo, este es un trabajo esencial para la vida de los pacientes y su complejidad no puede ser comparada con la de los doctores dado que son actividades que requieren esfuerzos distintos. Un enfermero no solo necesita tener conocimientos sobre medicina y el funcionamiento anatómico humano, a su vez debe desarrollar la capacidad de preservar la vida cotidiana del paciente; es quien pasa la mayoría del tiempo con la gente, quien platica y conoce más sobre su contexto personal, tiene que lidiar con la gran diversidad de pensamientos y personalidades y encargarse de que los pacientes cumplan con sus necesidades básicas. Mientras tanto, un médico cuenta con mayor oportunidad de desentenderse de las personas a las que atiende.
De ahí viene la diferencia en el tipo de relación y en la película se retrata claramente, pues son los enfermeros quienes externan más su emoción por el avance de la medicina.
El caso de la obra consiste en que los pacientes que llevan inmóviles durante aproximadamente 30 años, comienzan a despertar. Esto gracias a la insistencia del doctor Sayer, quien opta por administrar un medicamento conocido como L-Dopa iniciando con Leonard, uno de los enfermos.
Esta es una sustancia que ha sido utilizada sobre todo en los tratamientos para el párkinson, se trata de un aminoácido que es precursor de la dopamina, un neurotransmisor que suele ser asociado con emociones tales como la felicidad o el placer y es conocida por su papel en trastornos como la depresión. Por otro lado, también se encarga de la regulación de funciones motoras, por eso su relevancia en esta situación. No obstante, las repercusiones y características de dicha sustancia aún carecían de estudios para aquella época, por lo que las pruebas de Sayer sobre Leonard eran inciertas y los resultados podrían ser una inmensidad de posibilidades.
Entonces nos adentramos en uno de los grandes dilemas que nos deja el avance científico.
Un debate bioético
Es necesaria la experimentación para poder obtener avances que puedan ser beneficiosos para la sociedad, esto implica que puede haber errores, necesarios para desarrollar nuevos conocimientos ¿pero hasta dónde? ¿Qué pasa cuando estos fallos implican un riesgo para las personas? Especialmente en la medicina donde, como ya se dijo, hay vidas humanas directamente involucradas.
Esa es otra razón por la cual el doctor recibe tan poco respaldo de sus compañeros, pues entienden que al no conocer los riesgos del medicamento a largo plazo, experimentar con ello pone en juego la integridad de los pacientes. Sin embargo, también es una realidad que el no arriesgarse conlleva que la situación se mantenga igual, sin repercusiones ni negativas ni positivas.
Comúnmente, las innovaciones que pueden ser de ayuda para todo un sector implican poner en peligro a algunos otros ¿y qué o quién determina las vidas que valen para ser sacrificadas? Además, considerando que la muerte no es la única ni la más grave posibilidad, que se está trabajando con el delicado y esencial órgano que es el cerebro ¿qué si en lugar de mejorar, las condiciones hubieran empeorado? Pero en ese caso, ¿convenía más no hacer nada?
Tal vez podríamos señalar la precipitación con la que se dieron los hechos, ya que la emoción por los resultados de Leonard provocó que se asumiera que se había encontrado una solución y se le administrara la sustancia al resto de pacientes sin conocer las consecuencias a largo plazo. Se lograron avances a nivel científico, pero a costa de las emociones y la integridad de la gente.
Tuvieron la oportunidad de volver a la vida, a recuperar su voluntad y autonomía. Mas esto fue algo momentáneo y se les devolvió la esperanza tan rápido como se les arrebató. Por un momento, tuvieron la ilusión de poder volver a empezar, pero se rompió debido a la falta de información, regresando al mismo punto del que pensaron habían salido; si tal escenario es mejor o peor que el anterior al medicamento ya queda en la opinión personal.
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Despertares está disponible en Amazon Prime y también doblada al español en el siguiente enlace.