Secreto a voces
Por Rafael Alfaro Izarraraz
La historia es una historia masculinizada, construida por mujeres y hombres, pero en la que se destaca la actividad de los varones, debido a que la cronología de la misma apunta a sucesos en donde la fuerza, vinculada al hombre, se impone como referencia de un mundo de guerras y guerreros. El otro factor es el lenguaje cuyas palabras dan contenido a una narrativa masculinizada, del que se ha expulsado a “Ella” e impuesto al “Yo”. El tercer punto es la ciencia, debido a que las mujeres y hombres que ingresan al mundo académico aprenden a investigar con tecnologías académicas que tienen como herencia al creacionismo, el positivismo y al evolucionismo, claramente identificados con una narrativa apolítica que han fomentado los estudios acríticos sobre nuestro pasado y el presente (Ma. Ángeles Querol).
Cabe la aclaración de inmediato y necesaria. La religión en México está vinculada a la conquista y la imposición de la religión católica. En ese contexto, la virgen de Guadalupe, en el caso de México y el general con influencia en todo el continente americano debido a las migraciones, no somos una excepción. En el contexto de la conquista y la imposición religiosa de carácter masculino, en esta parte del continente hemos vivido el margen que la religión como poder le ha concedido a las mujeres que es el de la divinización, como la Guadalupana, pero siempre y en todo momento al margen de la creación del mundo. Sin embargo, lo anterior, ha generado condiciones históricas para que, de alguna manera, se creara una sensibilidad entre la población hacia lo femenino.
Si la figura de “Dios” fuese una imagen femenina, una “Diosa”, no me queda la menor duda de que occidente y el mundo actual no sería el mismo. La potencia que significa desde el punto de vista social e histórico la existencia de las religiones, cuya figura es en general una figura masculina, es de tal magnitud que el mundo no sería el mismo. Y no sería el mismo porque a pesar de la normalización de las figuras masculinas y femeninas, cada vez mayor, no son lo mismo. Por supuesto que entiendo que las diferencias biológicas no dan como resultado una sociedad distinta en lo fundamental, pero traducidas a los antecedentes que conforman el origen de mujeres y hombres, sí marcaría diferencias sustanciales, sin entrar a temas como las clases y las revoluciones que es otro tema.
Y si “Dios” es una figura masculina pues eso tiene que ver con los forjadores de las creencias religiosas tanto en oriente como en occidente. La biblia (antigua) es una obra escrita siglos antes de la era cristiana, es obra del paleolítico, en el que ya se había superado en Asia y Europa, en algunas regiones, la caza y la recolección, ya existía la agricultura y la ganadería, pero también la guerra y el ataque por apropiarse de los bienes ajenos. El lenguaje, la escritura, la vida colectiva en aldeas, las primeras ciudades, el transporte por tierra, ríos y mares (sobre todo el mediterráneo y de la India). Los hombres que controlaban lo que hoy se conoce como conocimiento pre científico crearon, como resulta lógico, un Dios masculino como demiurgo del mundo.
¿Cómo hubiese sido ese mundo con una Diosa como epicentro de una narrativa creacionista? De acuerdo a los estudios etnográficos, para que una mujer fuera la creadora del mundo y no un “Dios” habría que destacar que las mujeres han sido colocadas de acuerdo a una visión de la división del trabajo por sexos: tiene como punto de partida la cultura del presente que mira el pasado con sus mismos prejuicios: las mujeres se dedicaban a la alimentación, procreación, cría de los hijos, el cuidado de su salud, las relaciones familiares y con otros grupos. Así las cosas, el mundo no sería un territorio de guerra permanente como ocurre hasta ahora porque el mundo de guerras de apropiación del pasado todavía se refleja en el presente.
Las representaciones que existen sobre la mujer en la historia, a partir de la arqueología, generalmente la mujer es representada en un lugar secundario con respecto al varón. Esto se traduce en que las representaciones que han construido de nuestro pasado se concentran en las actividades que de manera específica se refieren a la actividad masculina, desplazando a las mujeres a un segundo sitio. La caza, la cerámica, el trabajo de la metalurgia, destacan por su una naturaleza que se ha inventado sobre esas actividades como los hechos más importantes de la existencia humana, pero vinculada a los hombres. En tanto, la reproducción biológica, el cuidado de los niños, la alimentación, la educación, se asigna a mujeres (Ma. Ángeles Querol).
De acuerdo a estudios etnológicos, los creadores del mundo religioso masculino tuvieron que superar la existencia de evidencias de que el mundo, en su creación, las mujeres habían ocupado un lugar principal. Existían figuras de diosas mujeres empoderadas como creadoras del mundo mitológico durante la prehistoria. De acuerdo a Cristina Masdival la existencia de la religión monoteísta masculina tiene unos 40 mil años, justo cuando la población que migró de África hacia Asia y Europa y luego hacia todo el planeta, se dispersó difundiendo sus creencias. Pero, las creencias, en el pasado no eran las mismas. Dice Masdival que en siglo IV a.C., antes, no existía un matriarcado, sino la gilania (Gimbutas, la autora de esta hipótesis), forma de vida con participación de mujeres con poblaciones contentas. Por supuesto que existen otras hipótesis.
Con el paso del tiempo, existen evidencias de que esa condición cambió. Las figurillas de mujeres esparcidas por los espacios hacia los que se desplazaron mujeres y hombres, dejan de existir y aparecen esas figuras en los espacios funerarios, eventos que tienen un simbolismo vinculado a la aparición de la propiedad sobre la tierra, pero también a un cambio al interior de los grupos y del poder masculino sobre la tierra y la herencia (Engels). Existía una práctica para legitimar dicha propiedad que era la quema de las viviendas. Los enterramientos parece que tendrían esa función de legitimar la posesión de la tierra, recordemos ya la consolidación de la agricultura y la ganadería, así como la guerra de conquista regional como ocurrió entre las sociedades helénicas.
Entonces, ¿cómo sería un mundo creado por una Diosa? O, ¿cuál sería su influencia en la conformación de la sociedad?
El mundo creado por mujeres no sería un mundo tan marcado por desigualdades desde el nacimiento del mundo y a la vida. Lo masculino y lo femenino, es una creación cultural, no habría exclusión tan marcada como ahora. Las creadoras del mundo lo imaginaría de niños cuidados, alimentados y saludables. No ignoramos el mundo de tiempos pasados y las dificultades que vivieron los grupos liderados por mujeres de nuestro mundo imaginario; la política no sería la continuación de las guerras por otros medios, porque no habrían ocurrido guerras de apropiación con las mismas dimensiones de brutalidad como se aprecian hasta ahora. Las mujeres realizaban una labor vinculada con el tejido social que generaba condiciones propicias para la cohabitación de los grupos sociales, a través de las relaciones entre las propias mujeres. Ellas eran las que se encargaban de normalizar la vida social en los grupos que antecedieron a las civilizaciones; La tierra no sería vista como un recurso, porque la tierra era concebida como la madre Esta sensibilidad se habría impuesto en las relaciones entre los grupos debido a los vínculos emocionales de las mujeres con el nacimiento, la vida y la existencia de la tierra y la naturaleza.
Las primeras ideas que cuestionaron el mundo representado por imágenes y narrativas mítico masculinas, ocurren cuando las mujeres inician la batalla en contra de su exclusión, en 1848, cuando surgen las luchas feministas en Europa asociadas a demandas económicas y políticas, situación que reinicia en la década de los años setenta del siglo pasado, momento en que el feminismo vive su segunda etapa y que de manera definitiva ha cambiado al mundo actual. Empezaron a cuestionar la historia que describía el pasado como algo construido únicamente por hombres, en donde se excluía a las mujeres. Existía una visión generalizada excluyente a partir de la imagen evolucionista del varón erguido que inicia su travesía como un simio encorvado (Paloma González Marcen).
En este momento, el feminismo ha llegado al poder en forma de revoluciones pacíficas. En eso estamos. No es necesario un mundo de “diosas”, porque las mujeres que llegan al poder ahora no lo requieren.