La Santa Muerte tiene fama de ser la mano derecha infernal de los pandilleros mexicanos. De hecho, algunos son creyentes y piden su protección. Otros devotos defienden que no son delincuentes, sino que tienen sus propias razones para buscar a esta santa rechazada por el Vaticano. Entre estas razones, por ejemplo, está el hecho de que está ahí para todos. Por eso, a veces atrae a personalidades extraordinarias y, también, por eso un día de diciembre pasado, llamó la atención del autor de esta serie.
Durante casi un año, Vaclav Lang documentó a los devotos de la Santa Muerte en sus misas en una sencilla capilla del barrio de Doctores. Se convenció de que no había razón para condenarlos. Recibió una acogida extraordinariamente cálida y se encontró con gente muy común y corriente de Ciudad de México, personas con trabajos sólidos y antecedentes familiares: hombres y mujeres mexicanos decentes y amables de todas las edades. Sólo que el destino los había llevado, a menudo trágicamente, de religiones establecidas a esta figura en forma de Parca. Así, se ponen en sus manos y, dos veces al mes, acuden a rendirle homenaje. En ese abril, la capilla celebró su 22.º aniversario.
Por Vaclav Lang / @VaclavLang (X) / @Vac_Lag15 (IG)
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