Adaptar a Pedro Páramo

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El Ojo y la Nube

Por Adrián González Camargo / @adriangonzalezcamargo (IG)

Pedro Páramo probablemente sea una de las obras que ayudó a remoldar una idea de identidad nacional en nuestro país y que, sin demeritar la herencia e importancia actual de la obra, contribuyó en comprender los verdaderos alcances de esta durante su relectura y revalorización de los años 70 y 80. Un relato que tenía evidentemente una gran resonancia de la revolución mexicana, pero sobre todo de la guerra cristera, misma guerra que repercutió en la vida de su autor jalisciense, Juan Rulfo, cuyo padre murió asesinado. 

Muchas obras tótem de la literatura han ayudado a que su sociedad reencuentre un rumbo identitario o que lo solidifique. El Quijote de Cervantes, como sugiere Carlos Fuentes, ayuda a recobrar la identidad perdida de España tras la pérdida de su hegemonía imperial. Tom Sawyer de Mark Twain, encarna a una naciente sociedad estadounidense que pelea por su propia libertad entre estados esclavistas y no esclavistas. El Fausto de Goethe, se considera un reflejo del “Geist” o espíritu alemán: la búsqueda incansable de conocimiento, la ambición y la capacidad de cuestionar las normas son rasgos que la sociedad alemana de inicios del siglo XIX valoraba y reconocía en su propia identidad cultural. 

Dicho lo anterior, cabe hacerse una pregunta para comprender cuál es la necesidad de un relato, ahora en forma cinematográfica, como Pedro Páramo en la sociedad mexicana actual. O dicho de otro modo, ¿de qué forma los relatos que encarnaban personajes totémicos son o no válidos aún en una sociedad que parece haber erigido y fundado ya todas sus instituciones? O que parece incluso comenzar a desmantelarlas.

Tanto El llano en llamas como Pedro Páramo son obras que contienen una gran resonancia de dos momentos bélicos de México, los últimos en los que la sociedad mexicana se agravó a sí misma a tal magnitud, antes de la infame guerra contra el narcotráfico que desató Felipe Calderón en el año 2006. Los momentos actuales viven todavía, tal vez con mayor crudeza, esa misma guerra. Si bien ya no es del estado contra el narcotráfico, entre carteles existen muchas y tal vez peores consecuencias que las de la guerra cristera. Entonces… ¿qué vigencia o no tiene la historia de un pueblo que se volvió fantasma y la historia de un terrateniente?

Durante los años 50, cuando Juan Rulfo escribe Pedro Páramo, la sociedad mexicana apenas se encuentra en la modernización del siglo XX. Al momento de su publicación, han pasado 10 años del fin de la 2a guerra mundial, comienza la guerra fría y la industrialización en el país. La gente deja el campo. No hay autopistas. El tren es lento. El PRI se consolida. 

¿Será acaso que Pedro Páramo hoy día tiene como función ofrecer una visión del fin del mundo, aun cuando parezca una película neocostumbrista? Lo cierto es que Pedro Páramo recobra la idea de mostrar un microcosmos que se olvida del resto del país y que se acerca al regreso a las raíces, pero que recurre a rehabitar el pasado, del cual se siente nostalgia constante. Pedro Páramo recobra la idea de la ausencia del padre, que es también la ausencia del estado; no así de la guerra o en momentos la felicidad de vivir en el abandono de la nación.

Los muertos que han fallecido jóvenes o a una edad no esperada (como el padre de Juan Rulfo) y que tienen nostalgia por no haber concluido su “misión”, se lamentarán junto aquellas personas que tuvieron que servir al cacique, cuya tenencia de la tierra no se alcanza a vislumbrar en la nueva adaptación como lo hace Rulfo en su novela:

“¿Ve aquella loma que parece vejiga de puercos? Pues detrasito de ella está la Media Luna. Ahora voltié para allá. ¿Ve la ceja de aquel cerro? Véala. Y ahora voltié para este otro rumbo. ¿Ve la otra ceja que casi no se ve de lo lejos que está? Bueno, pues eso es la Media Luna de punta a cabo. ”

En Pedro Páramo (el nuevo… ¿también en la novela?) pedirle respuesta a los muertos es el equivalente a mantener abiertas las heridas de la orfandad y de la ruptura, de la soledad obligada. El quejido de los muertos en realidad es el lamento de no haber sido conscientes, de una población que se acostumbró al mínimo de responsabilidad, que por abandono y sufrimiento se fue acostumbrando a vivir bajo las órdenes de un cacique. Porque en Comala, pareciera que nadie se quiso hacer cargo de sí mismo. 

Por ello, cabe de nuevo preguntarse… ¿por qué en el 2024, debería ser vigente una nueva versión de Pedro Páramo? ¿Por añoranza a ese México, ya tan lejano? ¿Porque Netflix cree que nos hará sentir más mexicanos y con esto nos identificaremos con la marca y sentiremos que “nos escucha”? ¿O porque simplemente tuvieron el dinero para cumplir un capricho?

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