#Reportaje
Arena y grava son el nuevo “oro”. Sin embargo, la forma en la que se extraen de los cuerpos de agua provoca una degradación ambiental alimentando, principalmente, a la industria de la construcción y a la voracidad de un sistema de concesiones. Esta es la historia del río Verde. Pero, su conflicto, es el de todos los cauces.
Por: Melina Gil Meza
Fotografía: Alejandro Velazco
Apenas quedan puñados de piedras, flanqueando a las aguas empeñadas en resistir. Los sabinos secos tantean suelo al cual aferrarse, al cual asirse: en Los Morones, un paraje del río Verde en el occidente mexicano, les despojaron hasta la oportunidad de enraizar. “Ya se acabaron todo (…). Se hicieron ricos, con montañas de arena”, cuenta Juan*, pescador, abreviando los años de extracción de materiales del río que, entre razones de mercado e indolencia institucional, arriesgan la vida en el cauce y el agua que se dirige al área metropolitana de Guadalajara (AMG).
Lucro y olvido
El río Verde nace al sur del estado de Zacatecas, entra a la entidad de Aguascalientes y, posteriormente, ingresa a Jalisco, por el municipio de Villa Hidalgo. Un kilómetro arriba de la presa Ajojúcar, en la ciudad de Teocaltiche, inicia su denominación oficial. Se encuentra entre los 23 ríos más explotados de México, de un total de 1,023 cuerpos de agua de los que se obtiene material pétreo (arena, grava). Este es el recurso natural que, según la ONU, se ha convertido en el segundo más importante del mundo debido a sus múltiples aplicaciones — y la misma organización ha advertido cómo su sobreexplotación conduce a riesgos ecológicos —.
En total, para obtener materiales del río Verde existen 39 permisos o concesiones otorgadas, de acuerdo con el Registro Público de Derechos de Agua (REPDA) e información de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) obtenida vía transparencia. Pertenecen a 22 particulares, los cuales se han hecho de los títulos entre los años 2002 y 2022. Todas las autorizaciones se encuentran en seis municipios del estado de Jalisco: 17 se ubican en Teocaltiche, 12 en Cañadas de Obregón, cinco en Yahualica de González Gallo, tres en Jalostotitlán, una en Mexticacán y una más en Cuquío.
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