¿Por qué las mal llamadas “terapias de conversión” podrían equivaler a tortura?

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La orientación sexual y la identidad de género no son enfermedades que se pueden curar, por lo tanto, no requieren de terapia; estas prácticas que buscan anular la personalidad mediante el dolor físico o mental han sido equiparables a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Por: Luz Mariana Rangel. – X:@LuzGrimaldy

—Si no les digo esto ahora, no sé qué va a pasar después conmigo— lloró Alex Lara cuando hablaba con su mamá y su papá y les confesó que no era heterosexual. Salió del clóset mientras estaba en una fiesta en la Ciudad de México en la que llamó por teléfono a su familia cristiana que vive en Veracruz.

En 2017, Alex llegó de Acayucan, municipio veracruzano, a la capital del país para estudiar en la Escuela Nacional de Arte Teatral. En esa época tuvo una crisis porque ya no quería ocultar quién era: una de las 5 millones de personas que en México se identifican como parte de la diversidad sexual, según la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) 2021.

Al principio hubo rechazo de su papá, pero después Alex aceptó sus condiciones. Para que siguiera contando con el apoyo de su familia para pagar sus estudios, debía asistir a sesiones con un pastor de la Iglesia Emanuel una vez a la semana.

Apenas era mayor de edad y no le quedó otra opción para poder continuar con su Licenciatura en Actuación. Durante cuatro meses, cada miércoles después de la escuela, a las ocho de la noche, entraba a la oficina del pastor, en la cual había una fotografía de él con su esposa y sus dos hijas.

“Como para que quedara claro que él era exgay y que tú también podías dejar de serlo”,  cuenta Alex en entrevista.

Según la ENDISEG 2021, 9.8% de las veces que madres o padres se enteraron de que sus hijas, hijos e hijes formaban parte de la diversidad sexual, les obligaron a asistir a sesiones de psicología, medicina, religión o con otras autoridades o instituciones.

Prácticas como estas están dirigidas a un grupo de población en razón de su orientación sexual e identidad de género, con el objetivo de revertirlas, y las infancias y juventudes son especialmente vulnerables. Por ejemplo, Alex, quien se identifica como persona no binarie y utiliza el pronombre elle.

La identidad de género es la autopercepción que una persona tiene de sí misma. En el caso de las personas no binaries, no corresponde con el binarismo hombre-masculino mujer-femenino y les no binaries no se sienten integral, permanente o exclusivamente como hombres o mujeres.De acuerdo con la Secretaría de Gobernación (Segob), la identidad de género se trata de la forma individual de vivir el género, la cual podría o no corresponder con el sexo u orientación sexual, es decir, la atracción por otra persona.

Fotografía: Instagram Alex Lara.

No son terapias, son ECOSIG

El término “terapia” proviene del griego y se refiere a “curación”. No obstante, las llamadas “terapias de conversión” son todo lo contrario, pues sin sustento científico parten de que la orientación sexual y la identidad de género son enfermedades.

Por eso es preferible llamarles Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (ECOSIG), porque al usar la palabra “terapia” se les valida como tal cuando no lo son. Además, el término es inexacto, ya que estas prácticas no pertenecen a la medicina o la psicología, es decir, no son terapéuticas, según la guía Nada que curar.

Se trata sólo de “esfuerzos” que intentan modificar algo que la ciencia ha demostrado que no se puede cambiar mediante supuestos enfoques psicológicos, médicos y religiosos. Incluso quienes proveen este tipo de prácticas suelen combinar diversos métodos.

“Esta persona decía que era un profesional de la psicología, hacía una mezcla con las creencias cristianas para llevarnos al ‘camino correcto’. Todo partía de que dios era quien te podía cambiar, porque era quien, en mi caso, me había hecho hombre”, menciona Alex.

Ofrecer cualquier intervención prometiendo “curar” algo que no es una enfermedad es antiético y también lo es cobrar por ello. La familia de Alex pagaba 500 pesos por sesión y había más personas de quienes el pastor recibía dinero.

“Para mi madre y mi padre no era ni siquiera una ‘terapia de conversión’, no le llamaban así. Era acercarme a dios, reencontrar mi camino tras cometer pecados por los cuales podía irme al infierno”, comenta Alex.

La economía está presente incluso cuando no hay una cuota establecida. “Este es el caso, por ejemplo, de los acuerdos oficiosos entre familias y líderes religiosos, en que las primeros ofrecen algún tipo de contribución al grupo, iglesia o institución sin establecer un vínculo directo o explícito con la “terapia de conversión” ofrecida”, menciona el informe Práctica de las llamadas “terapias de conversión”.

También lee: ¿Cárcel para quien aconseje a infancias sobre identidad de género? Falso lo que dijo Teresa Castell sobre iniciativa contra ‘terapias de conversión’

Entre la tortura y los tratos crueles, inhumanos o degradantes

En 2020, el experto independiente de las Naciones Unidas sobre orientación sexual e identidad de género, Víctor Madrigal-Borloz, presentó su último informe ante el Consejo de Derechos Humanos titulado Práctica de las llamadas “terapias de conversión”.

Según un artículo de la ONU, estas prácticas son “inherentemente discriminatorias, crueles, inhumanas y degradantes y que, según el grado de dolor físico o mental infligido a la víctima, pueden equivaler a formas de tortura”.

Los artículos 24 y 25 de la Ley General para Prevenir, Investigar y Sancionar la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantesestablecen que comete el delito de tortura la persona servidora pública o particular que:

  • Cause dolor o sufrimiento físico o psíquico a una persona
  • Cometa una conducta que sea tendente o capaz de disminuir o anular la personalidad de la víctima o su capacidad física o psicológica, aunque no le cause dolor o sufrimiento
  • Realice procedimientos médicos o científicos en una persona sin su consentimiento o sin el consentimiento de quien legalmente pudiera otorgarlo

Este listado coincide con lo que vivieron tanto Alex Lara, Iván Tagle y Kenya Cuevas al ser víctimas y sobrevivientes de los ECOSIG.

En el primer caso, Alex vivió sufrimiento psíquico en las sesiones con el pastor, pues él le cuestionaba sobre el inicio de su vida sexual con hombres hasta provocarle el llanto. Recuerda que una de las veces en que más se sintió humillade tuvo que escribir 15 páginas en donde narraba sus experiencias sexuales; después, todo era comunicado a su mamá y a su papá.

En contra del derecho al libre desarrollo de la personalidad, Iván estuvo días confinado en un retiro y, para que lo liberaran, tuvo que pedir perdón por ser gay. A pesar de supuestamente estar “curado”, debía mantener reuniones constantes con un consejero para evitar “recaídas”.

“El psiquiatra lo que hacía era ponerme unos chuponcitos en el cerebro y pues yo nada más sentía esos pequeños choques de electricidad que se generaban, según para rectificar mis neuronas”, dice en entrevista Kenya Cuevas, activista transfeminista y fundadora de la asociación civil Casa de las Muñecas Tiresias.

Entre los ECOSIG están las intervenciones médicas, como circuncisiones, u hormonales, que se practican a fuerza o sin el consentimiento de la persona afectada; la administración forzada de medicamentos; electrochoques; el internamiento o, en contraparte, la negación del acceso a la salud.

“Si vemos algunos escenarios donde las irregularidades por separado son difícilmente consideradas torturas, su cúmulo de todas juntas y, además sostenidas por un tiempo, sí pueden llegar a cumplir con esos elementos”, explica en entrevista Ángel M. Salvador Ferrer, coordinador de Prevención de la Tortura de la organización Documenta.

Otras prácticas que el experto independiente de las Naciones Unidas documentó son esfuerzos cambiar la forma de vestir que reprimen la expresión de género; someter a ver pornografía; el hacinamiento; el aislamiento; despertar con baldes de agua fría u orina; esposar a personas o encadenarlas a objetos como inodoros; la privación de comida por varios días o el consumo obligado de alimentos o agua insalubres; remedios como la aplicación de ciertas sustancias en los órganos sexuales; exorcismos; y amenazas de violación o violaciones.

“Las mujeres son forzadas a tener relaciones sexuales con otros internos hombres por órdenes de sus ‘terapeutas’”, sostiene el informe.

En el caso de los ECOSIG, la tortura ocurre en entornos no convencionales, tales como hospitales, psiquiátricos, clínicas, albergues o consultorios privados. Y, debido a que han ganado popularidad en los grupos conservadores o religiosos, también en iglesias.

“Existen pruebas concluyentes de que las ‘terapias de conversión’, incluidas sus formas más atroces, se dan en todos los rincones del mundo”, se lee en el informe de Madrigal-Borloz.

La tortura a través de los ECOSIG puede llevar a la muerte. La Encuesta Sobre la Salud Mental de las Juventudes LGBTQ+ en México 2024, realizada por la organización The Trevor Project México a más de 10 mil juventudes mexicanas de la diversidad sexual de entre 13 y 24 años, revela que a quienes amenazaron con llevar a una “terapia de conversión” o a quienes sí sometieron a estas prácticas reportaron tasas más altas de intentos de suicidio en el último año (49% y 50%, respectivamente), en comparación con quienes no experimentaron esta situación (27%).

“Creo que es muy importante que ya no se les violente a las infancias y las juventudes porque las generaciones pasadas, las que sí vivimos toda esta tortura, pues en realidad logramos sobrevivir. Sin embargo, también en este caminar de nuestra generación, mucha gente se suicidó”, lamenta Kenya Cuevas.

En la comisión de tortura, el Estado tiene una responsabilidad no sólo por acción, también por omisión al permitir que se cause dolor o sufrimiento físico o psíquico a una persona; disminuir o anular la personalidad de la víctima o su capacidad física o psicológica; o se realicen procedimientos médicos o científicos sin consentimiento.

“Hay que reconocer que el modus operandi de los impartidores de las terapias de conversión era de manera absolutamente clandestina, hacían pasar las ‘terapias de conversión’ por coaching de superación personal o retiros espirituales, y es por esa razón que el Estado desconociera que se realizaran las ‘terapias.’ Por esto, es muy importante que las organizaciones de la sociedad civil hayan logrado visibilizarlas”, refiere en entrevista Temístocles Villanueva, diputado y quien, según Yaaj, fue clave para prohibir los ECOSIG en la Ciudad de México.

Fotografía: Instagram Kenya Cuevas.

Entran en vigor reformas que prohíben ECOSIG

Desde 2020, Víctor Madrigal-Borloz realizó un llamado a colaborar para la prohibición mundial de las terapias de conversión.

En el continente americano únicamente Canadá, Brasil y Ecuador tienen prohibiciones nacionales, de acuerdo con el registro de la red internacional Global Equality Caucus. Recientemente esto se hizo realidad en el Congreso de la Unión tras un cabildeo de casi seis años.

“Todos los países deberían seguir el ejemplo de México”, declaró en un comunicado al respecto Luisa Cabal, directora Regional de ONUSIDA para América Latina y el Caribe.

Tras la publicación en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el 7 de junio de 2024,  entraron en vigor las reformas al Código Penal Federal y a la Ley General de Salud que prohíben las mal llamadas “terapias de conversión” o ECOSIG. Basta la presentación de una denuncia para que las autoridades comiencen a investigar.

“Ha sido una lucha en muchos años, donde muchas sobrevivientes tuvimos que justo alzar nuestras voces para denunciar lo que estaba sucediendo y eso ayudó a que en 2018 pudiéramos presentar al mismo tiempo una iniciativa de ley a nivel federal y una a nivel local en la Ciudad de México”, resume en entrevista Iván Tagle, director general de Yaaj México, una organización encargada de promover, proteger y garantizar los derechos humanos de las poblaciones de la diversidad sexual.

La reforma adiciona un artículo 209 Quintus al Código Penal Federal y un artículo 465 Ter a la Ley General de Salud para establecer de dos a seis años de prisión y multa a quien realice, obligue o financie cualquier tipo de práctica que obstaculice, restrinja, impida, menoscabe, anule o suprima la orientación sexual, identidad o expresión de género de una persona.

La sanción prevista aumentará al doble si las conductas tipificadas se realizan en contra de personas menores de 18 años, adultas mayores o con alguna discapacidad. Asimismo, si hay subordinación de la persona víctima; si quien comete el delito contra la orientación sexual o la identidad de género de las personas se vale de la función pública o cuando exista violencia física, psicológica o moral.

“Esta iniciativa nunca la vimos con miras a castigar a nadie, porque sabemos que hay un problema de justicia en nuestro país. Más bien, lo que buscábamos era que, a partir del reconocimiento de que es un delito, tener todas las herramientas necesarias para decirle al gobierno: ‘no es una cacería de brujas, sino un banderazo de salida para buscar de manera articulada que nunca más ninguna persona vuelva a vivir algo así’”, aclara Tagle.En 2020 la Ciudad de México fue la primera entidad federativa en prohibir los ECOSIG. Según un monitoreo, al año 2023, son 18 de 32 estados del país los que han legislado para prohibir este tipo de tortura; y 12 han presentado iniciativas en sus congresos locales a diferencia de Durango y Chiapas, donde esto no ha ocurrido.

Fuente: Elaboración propia con datos de Yaaj México.

“Cuando comenzamos a construir el tipo penal para que se sancionaran en la Ciudad de México las terapias de conversión, nuestra iniciativa original las introducía en el capítulo del Código Penal que se refiere a tortura”, recuerda el diputado local Temístocles Villanueva.

Aunque finalmente el Congreso de la Ciudad de México decidió tipificar a las terapias de conversión como delitos contra el libre desarrollo de la personalidad e identidad sexual, con base en el Código Penal para el Distrito Federal, el legislador reconoció en su discurso ante el Pleno en septiembre de 2018 que presentó el dictamen que los ECOSIG son tratos crueles, inhumanos y degradantes.

“Afortunadamente ya contamos el día de hoy con un marco legal a nivel local y nacional que sanciona las terapias de conversión. Pero hay que decir que las propias ‘terapias de conversión’ incluían acciones que ya eran consideradas un delito”, añade Villanueva.

Kenya Cuevas, de Casa de las Muñecas Tiresias, y Ángel M. Salvador Ferrer, de Documenta, coinciden en que la prohibición no es suficiente.

“El hecho de que exista una prohibición legal no significa que se plasme en un cambio en la operación de estos lugares. No es la culminación de ningún proceso, pero sí abre posibilidades de cambio”, sostiene Salvador.

Para la activista es necesaria una política pública que abarque desde la investigación, ya que  los ECOSIG se realizan de manera clandestina y, por lo tanto, apenas están documentados.

“Se necesita hacer protocolos, capacitaciones, sensibilización, crear políticas públicas, porque no nada más basta la ley, sino más bien cómo se va a implementar para la prevención del delito y la no repetición”, indica Cuevas.

Fotografía: Instagram Iván Tagle.

Del #NadaQueCurar a #TerapiasAQuienLasQuiera

La orientación sexual y la identidad de género no son enfermedades, por lo tanto no hay #NadaQueCurar, como dice el hashtag impulsado en redes por la organización Yaaj, en contra de los ECOSIG.

 

Pese a que estas prácticas que buscan anular la personalidad mediante el dolor físico o mental han sido equiparables a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, agrupaciones conservadoras como Red Familia y el Frente Nacional por la Familia promueven en redes el hashtag #TerapiasAQuienLasQuiera.

En entrevista, Erika Barrera, directora de Servicios Digitales de Atención en Crisis de Trevor Project México y psicoterapeuta, reclama que existe un discurso de odio detrás de este hashtag, pues en realidad no avala la libertad de las personas, sino que hay una coerción.

“Las personas de la diversidad sexual no llegan a terapia porque quieran modificar su orientación o su identidad, llegan porque quieren contar con más herramientas que les ayuden justamente a afrontar la LGBTfobia que viven”, explica Barrera.

La guía Nada que curar señala que es importante informar a las familias, ya que son el primer filtro para que la persona de la diversidad sexual no llegue a un ECOSIG. Si las madres y padres están conscientes de los tratos crueles, inhumanos o degradantes que implican estas prácticas y sus consecuencias, no permitirán que sus hijas, hijos e hijes lleguen a recibirlas.

Si bien son las familias las que muchas veces llevan a las personas de la diversidad sexual a un ECOSIG, desconocen lo que realmente son, advierte Iván Tagle.

“Yo creo que más que por una cuestión de querer infringir un daño a sus familiares, lo que motiva a esto es una cultura discriminatoria”, considera Ángel M. Salvador Ferrer.

Sin descuidar a las instituciones religiosas, la psicoterapeuta Erika Barrera insiste en prestar atención a las prácticas de los profesionales de la salud mental.

“A veces incluso las ECOSIG están escondidas a través de profesionales de la salud mental que efectivamente tienen una cédula, que efectivamente tienen un título, pero que, sin embargo, están atentando contra la profesión porque una práctica implica un esfuerzo para corregir la orientación sexual y la identidad de género de una persona evidentemente sale del marco de la ética. Lo que debemos buscar cualquier profesional de la salud mental son justamente espacios de validación y de aceptación”, concluye.

En su informe, el experto independiente de las Naciones Unidas sobre orientación sexual e identidad de género, Víctor Madrigal-Borloz, expresa que se sintió “especialmente impresionado por la resiliencia de las personas” sobrevivientes de los ECOSIG. Ejemplo de ello son Alex Lara, Iván Tagle y Kenya Cuevas, quienes continúan su lucha desde el activismo.

“Soy una mujer trans que está realizada, contenta con su identidad, contenta con su orientación de género, con su expresión, y creo que he logrado ser feliz como yo me he querido expresar a lo largo de todos estos años”, acepta Kenya.

En el caso de Alex Lara, ni elle ni su familia sabían cuándo iba a ser el final de las sesiones de la iglesia pero el acuerdo con su mamá y su papá fue aceptar lo que sucediera. Al no ver ningún avance, un día después de cuatro meses, el pastor le dijo que parecía que no tenía ningún problema que tratar.

Como al final de cada sesión, el pastor llamaba a su madre para contarle, le pidió que se lo dijera él mismo para que le creyeran. Su mamá aceptó a Alex pero con su papá la relación comenzó a ser muy difícil.

“Tenía siempre presente esa esperanza de decir —esto va a terminar y esto va a resultar favorecedor para mí—. Recuerdo que cuando el pastor me dijo —no hay algo que esté ahorita causándote problemas en tu vida— pensé —gané—. Cuando él me dijo eso, yo dije: —lo logré, sobreviví a esto—”, relata el joven de 28 años de edad.Consulta: Senadores prohíben las terapias de conversión sexual; se castigará hasta con 12 años de cárcel a quien las realice

Esta investigación fue realizada en el marco del proyecto “Periodistas contra la Tortura” con el acompañamiento de la organización Documenta. El contenido de este reportaje es responsabilidad de sus autores y no necesariamente refleja el punto de vista de Documenta. Para mayor información contactar a: comunicacion@documenta.org.mx

Aquí puedes acceder a la pieza original. 

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Somos un proyecto de periodismo documental y de investigación cuyo epicentro se encuentra en Guadalajara, Jalisco.

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