La gordofobia, la pérdida de identidad, la discriminación hacia cuerpos grandes son solo algunos de los temas que aborda la obra de teatro “Scuti, la gata que perdió su nombre”, la obra está dirigida por la dramaturga Karina Casillas, quien desde su propia historia aborda estas problemáticas adaptadas a una narrativa con títeres para llegar principalmente a las infancias.
Por Leslie Zepeda / @lesszep2
¿A qué edad te diste cuenta de que el cuerpo que habitabas no era el ‘correcto’? probablemente haya sido en los primeros años de vida, en la escuela o en aquel primer espacio fuera del círculo familiar. La discriminación no es un tema excento para las infancias, por el contrario suele ser una etapa donde se aprenden y repiten discursos de odio. Precisamente este tema aborda la obra de teatro “Scuti, la gata que perdió su nombre”.
Similar a una fábula, esta obra es protagonizada por animales e indudablemente deja una moraleja o mensaje a reflexionar: La discriminación a personas con cuerpos grandes, la gordofobia y la violencia estética que viven las la experimentan desde que son pequeñxs. Lo interesante es que este complejo mensaje es contado mediante títeres, con una escenografía sencilla, con lenguaje sencillo, pero sobre todo divertido.
Es la actriz y el actor en escena, Alejandra Gonzalez e Israel Fernandez, quienes logran transmitir con diferentes modulaciones de la voz, su lenguaje corporal y expresiones la sensibilidad de este tema. A su vez, el trabajo de Nataly Godoy en la iluminación aporta a la ambientalización de cada escena.
La historia se vive a través de Scuti, una gata naranja, grande, con bastante pelo y que siempre porta un distintivo gorro morado. Todo en su vida es bueno, tiene muchos hermanos gatunos y una mamá que la hacen sentir amada; nadie de ellos menciona algo referente sobre su tamaño. Todo cambia cuando llega su primer día de escuela: todos los espacios en ésta son demasiados pequeños para ella y los estudiantes se burlan de ella. Ahí es cuando se da cuenta de que no cabe en este mundo.
Karina Casillas, dramaturga y directora de escena de esta obra de teatro es la responsable de llevar a las, les y los niños esta historia. Desde su opinión es precisamente la infancia la etapa idónea para hablar de este tema, que puedan darse cuenta que no son lxs únicxs en habitar un cuerpo gordo:
“Para mí es importante que las infancias encuentren un lugar seguro donde identificarse y saber que no están solas, yo fui una niña gorda y me di cuenta que con el tiempo perdía mi identidad intentando encajar. Me parece que los primeros años son muy importantes desde la compañía, también pienso que es una edad muy noble para ser empáticos con los y las otras y poder encontrar otras cosas que los unan e identifiquen”.
Así, la historia de Scuti está pensada en ser presentada a niñxs, en su lenguaje, su mundo, sin embargo esto no quiere decir que sea una obra de teatro exclusiva ellxs, sino que su misma directora, Karina Casillas reconoce que no hay una edad determinada para reflexionar y compartir este tema. Además, la dramaturga expresa como esta historia atraviesa su propia historia y cómo desde ahí la construyó:
“Justo me escribí esta obra como un regalo, como un bálsamo Esta historia es muy especial para mí, es la primera obra que escribo para niños y es muy lindo que sea para la niña que algún día habitó en mí, y que ahora se siente más acompañada y respeta pero que fue gracias a un camino de ternura, amistad y comprensión.
Esta obra que nos presenta la dramaturga, Karina Casillas hace una referencia a la ternura que acompaña el desarrollo de la narración. Y es que en ésta se hace una afirmación importante: “Todos merecemos ternura”, es decir, por qué el tamaño del cuerpo de cada una, uno y une determina si merece recibir cariño, cuidado y afecto.
Para los personajes de esta historia la ternura puede encontrarse en “un lengüetazo de mi perro, como escuchar una canción, como un abrazo”. Estas ideas conectan con su definición:
“Una emoción compleja que involucra sentimientos de cariño, comprensión, delicadeza y afecto hacia otra persona. A menudo se asocia con la suavidad, la calidez y la vulnerabilidad, y puede manifestarse de diversas formas, como abrazos, palabras cariñosas, gestos de ternura o expresiones faciales amables”.
“Scuti, la gata que perdió su nombre” es un trabajo artístico que sin importar la edad adaptado para infancias, sin embargo no hay edad exacta para cuestionar sobre las violencias que hacemos o nos han hecho por el cuerpo que habitamos.
Esta obra de teatro inició presentaciones desde el domingo 11 de agosto y cerrará hasta el 1 de septiembre en el Foro Multicultural, El Embarcadero. El costo de los boletos es de 130 pesos para adultxs y de 100 pesos para niñxs.