250 cocodrilos y un mar de gente

Crónicas / Periféricos

Por Alejandra Valenciano*

Los cocodrilos habitan el planeta desde hace 250 millones de años. Sobrevivieron a las  glaciaciones, al meteorito que extinguió a los dinosaurios y a la caza masiva de los años 90. Pero no se sabe si sobrevivirán a la voracidad de las empresas turísticas e inmobiliarias que durante los últimos cien años han urbanizado el 90 por ciento de su hábitat en la Bahía de Banderas, en la costa del pacífico mexicano entre los estados de Nayarit y Jalisco.

En México existen tres tipos de cocodrilos: el de pantano (Crocodylus moreletii), el de río o americano (Crocodylus acutus) y el caimán (Caiman crocodilus). Aquí hablaremos del cocodrilo americano cuyo hábitat es el agua salobre que inunda los manglares: ecosistemas pantanosos que solo existen en las costas. Los manglares purifican el agua de los ríos antes de que desemboquen en el mar, protegen a las ciudades contra huracanes y tsunamis y absorben enormes cantidades de dióxido de carbono, el contaminante del aire responsable del calentamiento global. Los manglares reciben este nombre por el árbol que los habita, el mangle. Hay diferentes especies, comúnmente se les llama mangle rojo, mangle blanco y mangle prieto. Una de sus particularidades es que sus raíces crecen al revés, en lugar de enterrarse en la tierra, como hacen el resto de los árboles, las suyas emergen a la superficie y el entramado de estas raíces se convierte en guarderías de camarones, cangrejos, peces y crías de cocodrilo. 

En 1900 —antes de que el turismo dictara el destino de la Bahía de Banderas— existían 2 mil 500 hectáreas de manglares. Hoy solo quedan 250. Los manglares se han convertido en campos de golf, hoteles que imitan palacios, centros comerciales, torres de diminutos departamentos con vista al mar y fraccionamientos que se inundan en cada temporal de lluvias.

Foto: Alejandra Valenciano.

Con solo el 10 por ciento de su hábitat disponible para nadar, cazar, descansar y reproducirse, los cocodrilos se han convertido en el villano favorito de la bahía. Protagonizan teorías de conspiración en redes sociales que aseguran que estos reptiles han sido introducidos en la zona para acabar con los turistas, o que hay sobrepoblación y es necesario exterminarlos. La realidad es que hay poco más de 250 cocodrilos. 250 cocodrilos en una región donde viven 500 mil personas y vacacionan al menos 5 millones de turistas cada año.

A pesar de estos datos, algunas personas insisten en que los cocodrilos no pertenecen a este territorio e incitan a acabar con ellos.  Por ejemplo, en octubre de 2018 un cocodrilo juvenil fue asesinado y colgado de un árbol en Puerto Vallarta. Como si de un ajuste de cuentas de la mafia se tratara, en su cuerpo colocaron una pequeña cartulina que advertía que seguirían matando a esos asquerosos animales si el gobierno no los controlaba. Firmaba “el pueblo que está harto”. Desde entonces no se han tenido más noticias del vengador de cocodrilos.

¿En verdad hay razones para temer a los cocodrilos? ¿Son las grandes bestias que nos han pintado las películas hollywoodenses? Por supuesto son grandes depredadores, pero en realidad los humanos no están dentro de su dieta. Ellos prefieren comer insectos, crustáceos, peces, reptiles y aves, incluso restos de pollo frito, pero no humanos, según reveló el artículo Hábitos alimenticios de Crocodylus acutus en estuarios del oeste de México, recientemente publicado por investigadores del Tecnológico de México en Bahía de Banderas. Para analizar la dieta de los cocodrilos, los investigadores capturaron cocodrilos de diversas edades y tamaños para realizarles lavados gástricos. También diseccionaron los estómagos de algunos cocodrilos que fueron asesinados por arma de fuego y atropellamientos. En ninguno de los cocodrilos estudiados se encontraron restos humanos.

He pasado los últimos años hablando con estudiosos y amantes de los cocodrilos tratando de entender de dónde viene esa tirria desenfrenada hacia la especie. Todos coinciden en que si bien los cocodrilos no son ovejas que puedan acariciarse, el miedo alrededor de ellos es desproporcionado. Casi todos estos expertos están agrupados en SOS Cocodrilo, una organización no gubernamental con presencia en diferentes estados del país dedicada a estudiar a la especie con el fin de preservarla y lograr una coexistencia armónica con los humanos. 

SOS Cocodrilo hace investigación y divulgación científica, organiza congresos, elabora mapas de riesgos, analiza mordidas y capacita a periodistas y comunicadores para transformar el discurso mediático alrededor del cocodrilo, pues gran parte de este odio y miedo desproporcionado a esta especie viene de noticias amarillistas. 

Como parte de este esfuerzo, SOS Cocodrilo insiste en utilizar el término interacciones negativas en lugar de ataques pues su análisis indica que los incidentes registrados en Bahía de Banderas están más relacionados con la imprudencia humana (como nadar en estado de ebriedad, ignorar las indicaciones de Protección Civil, intentar alimentarlos, o hasta ingresar de noche a áreas de cocodrilos para tener sexo) que con la agresividad del animal.  

Armando Andrade —biólogo de esta ONG y uno de los cocodrileros más mordaces de la región— me contó que, por ejemplo, de 2018 a 2022 se registraron 5 interacciones negativas. Éstas corresponden a turistas que ingresaron al mar pese a la señalética y banderas que indicaban la presencia de cocodrilos. Además, con base en las heridas y puntos de presión, han encontrado que se trata de mordidas defensivas:

“Se metieron en la noche, en estado de ebriedad, ignorando las indicaciones de la autoridad y al estar nadando los patearon y la mordida fue más bien una advertencia que un ataque porque los cocodrilos siguieron su curso”.

Se habla mucho del peligro que los cocodrilos representan para los humanos, pero poco de cómo la actividad humana afecta a esta especie. Además de la pérdida de hábitat de manglar, la contaminación también preocupa a quienes buscan proteger a los cocodrilos que ven con tristeza cómo éstos han comenzado a hacer nidos con basura en lugar de los materiales naturales que usaron tradicionalmente.

A pesar de las evidencias, el discurso que muestra a los cocodrilos como seres desalmados que buscan acabar con la humanidad y las ciudades costeras, es lo que la industria turística e inmobiliaria necesita para terminar de expulsarlos de este hábitat. Pero ellos, resisten. 

Foto: Alejandra Valenciano.

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Por Alejandra Valenciano (Guadalajara, 1989) es periodista y maestra en ciencias por la Universidad de Guadalajara. Nació y creció en Guadalajara, pero su mamá se pregunta si la hizo en el mar porque siempre quiere volver a él. Escribe noticias desde el año 2010. Actualmente dirige Otra Marea, un portal de noticias ambientales para recordar que las ciudades costeras existen más allá del consumo turístico.

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Esta crónica se elaboró durante el taller Crónicas Periféricas impartido por Vanesa Robles en junio y julio del 2023.

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