Carta encontrada en una botella que flotaba a la deriva en una calle inundada

La calle del Turco

Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

No sé quién vaya a leer esta carta. Estaría bien que la leyera alguna de esas personas que se hacen llamar autoridades, alguien que pueda tomar decisiones, alguien que tenga voluntad por hacer las cosas y no sólo por velar por sus intereses, o peor todavía, por los intereses de su partido, o de alguien dentro de su partido, o alguien con poder dentro de su partido, o de alguien que ya no tiene partido ni poder.

La temporada de lluvias de este año nos agarró en el peor momento: flotamos en el limbo del cambio de administraciones. Los titulares andan de licencia y los interinos no tienen poder ni facultades ni tiempo ni ganas de hacer algo. El gobierno en sus tres órdenes y en dos de sus poderes —Ejecutivo y Legislativo— flota a la deriva mientras ellas y ellos, los “virtuales”, las “electas”, se preparan para tomar posesión de sus nuevos cargos. 

No sé quién vaya a leer esta carta, repito, pero estaría bien que cayera en manos de alguien que tenga voluntad de hacer una reforma o propuesta o decreto o cualquier cosa que impida que una autoridad pida licencia para ausentarse de su cargo para competir por otro puesto. Las y los funcionarios de alto nivel, las y los legisladores, tienen todo el tiempo la atención puesta en las siguientes elecciones y, cuando ganan, tienen toda la atención puesta en tomar posesión. Debería estar prohibido por la ley que las y los funcionarios compitan por otro cargo sin antes concluir por completo el que tenían. 

Mientras ellas y ellos atienden sus asuntos de suma importancia, la ciudad se sigue desmoronando. O, en esta temporada, disolviendo como café soluble en agua. Ojalá esta carta cayera en manos de alguien que tenga la voluntad de poner orden en el desorden inmobiliario. Alguien que deje de pensar en el negocio y en las prebendas. Alguien que de verdad quiera ocuparse de los temas urgentes para la ciudad, no en quedar bien con la iniciativa privada autorizando licencias de construcción sin ton ni son sólo porque es el año de Hidalgo. (¿Todavía se dice así? O, dicho de otro modo, ¿queda alguien que sepa a qué nos referimos las personas de cierta edad cuando decimos “es que es el año de Hidalgo”?)

Escribo esta carta y me acuerdo de las calles tan deplorables que tiene la ciudad. Y no hablo sólo de calles de la periferia: el estado de las vialidades es un asco lo mismo en el centro que en las colonias populares o en las de alta plusvalía. Las que no están llenas de baches, están saturadas de bolas de asfalto por los mediocres trabajos de bacheo. O estaban: Zul de la Cueva, a quien siempre vamos a recordar, decía que las cuadrillas rellenaban los hoyos con Nescafé, porque lo que echan se diluye con la primera lluvia.

Pero no son sólo las calles: lo anotaba aquí mismo hace unos días: también son las banquetas, los camellones, los pasos a desnivel. La ciudad acusa un deterioro negligente y un abandono criminal. Ojalá esta carta llegue a los ojos de alguien que de verdad quiera trabajar y tomar decisiones, porque los eslóganes de campaña dicen mucho, pero arreglan nada.

Mientras las y los gobernantes, virtuales y con licencia, navegan de barquito como tinaco en avenida, las lluvias siguen causando estragos: los árboles siguen cayendo, las calles siguen inundadas, las casas siguen con afectaciones y, lo más lamentable, las personas siguen muriendo: hasta el último reporte que vi, en este temporal ya han perdido la vida cuatro personas. Otras han sufrido daños en su patrimonio. No puede ser posible que todos, todos, todos los años se inunden los mismos puntos y las “autoridades” sigan sin querer hacer nada. Seguramente dirán que no hay presupuesto, pero ojalá esta carta llegara a los ojos de alguien que les diga que quizá podrían ahorrarse el dinero que dispendian en autopromoción y en videos y en campañas publicitarias y mejor poner ese dinero a solucionar problemas. Una persona gobernante debería dejar que su trabajo hablara por ella, y no las agencias de publicidad pagadas por el erario.

Me gustaría que esta carta llegara a manos de alguien que sí quiera trabajar por mejorar el problema del agua, no nomás grabar videos que no soportan la crítica por mínima que sea o, peor todavía, que no tienen sustento en la realidad. Alguien que de verdad quiera trabajar para que el agua llegue a la mayor parte de las personas y que llegue limpia, no como agua de tamarindo. Alguien que quiera trabajar en mejorar la captación de agua de lluvia, alguien que quiera invertir en recuperar las zonas las zonas de recarga, alguien que deje de echarle la culpa a terceros.

También estaría bien que la leyera alguien que de verdad quiera trabajar en la reforestación de la ciudad, en la conservación de La Primavera, en el resguardo de la barranca de Huentitán, en el cuidado del Nixticuil. Alguien que de verdad piense en el medio ambiente, alguien que no sólo sepa leer discursos que van en sentido contrario de sus hechos.

En fin, que estaría bien que esta carta llegara a las manos de alguien que no esté preparando su siguiente elección, o preparando su siguiente toma de protesta, o cubriendo un interinato. Alguien que sí quiera ser autoridad, es decir, alguien que ejerce el mando, y no sólo un remedo de influencer con la chequera abierta porque es del erario…

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La calle del Turco
La calle del Turco
Édgar Velasco Reprobó el curso propedéutico de Patafísica y eso lo ha llevado a trabajar como reportero, editor y colaborador freelance en diferentes medios. Actualmente es coeditor de la revista Magis. Es autor de los libros Fe de erratas (Paraíso Perdido, 2018), Ciudad y otros relatos (PP, 2014) y de la plaquette Eutanasia (PP, 2013). «La calle del Turco» se ha publicado en los diarios Público-Milenio y El Diario NTR Guadalajara.

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