Por Andrea Prado, integrante de @stradefemministe y @MurigJalisco
Fotografías por Alessandro Mura, Ludovico Chieffallo y Rosella D’Introno
Susana tenía 36 años cuando tres jóvenes la asesinaron. Primero la violaron, uno después del otro y luego, la asfixiaron con una bolsa negra de plástico. Para hacer creer que se trataba de un ajuste de cuentas entre grupos del narcotráfico, para que la policía interpretara que ella había robado algo a los delincuentes, con serrucho le mutilaron la mano. Dejaron su cuerpo tirado en la calle, semi desnudo y su rostro estaba aún cubierto por la bolsa negra.
Al principio nadie supo que se trataba de Susana porque, como iba con unas amigas, había dejado su cartera con las identificaciones en su casa. Ese día, Susana fue sólo una más de las 12 mujeres que a diario son asesinadas en México. La noche del 6 de enero de 2011 mataron a sangre fría a la mujer que creó la consigna “Ni una menos, ni una asesinada más” en Ciudad Juárez, Chihuahua, México. La consigna que adoptó el colectivo feminista que, actualmente, cuenta con más visibilidad en Italia: Non una di meno. ¿Y?
Como parte de las iniciativas artísticas y performativas que un grupo de maestrantes en estudios de género de la Universidad de Bologna en Italia querían hacer, entre las que estaban personas de diferentes países y regiones italianas, nos acercamos a este colectivo para pedir ayuda en la difusión de nuestras actividades en el marco del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres. Pasó lo que pensamos no nos pasaría en un espacio como éste.
El feminismo blanco nunca nos había cacheteado la cara. Lo hizo en Bolonia, la ciudad que, al menos en el imaginario de muchos, pasó a ser el emblema de la izquierda italiana. Por eso es que en la también llamada città rossa (ciudad roja) una se encuentra con personas que portan camisas del Che Guevara como si de un crucifijo se tratara, con otros más que creen que el Movimiento Zapatista se trató de unos “indios” con trajes coloridos, encapuchados y con armas que viven en un lugar cercano a Tijuana; al menos en este caso y por fortuna, no los sacan de México. Muchos más, desearían haber vivido la revolución cubana, y adoran el “comunismo/socialismo” de Venezuela desde la comodidad de sus apartamentos con calefacción.
Y no faltan las europeas que portando sus rastras con harto un orgullo, creen que el feminismo consiste en hacer asambleas de vez en vez, y que apoyar desde sus cómodos asientos los “problemas” (algunos problemas felices) de quienes asisten a estos espacios es suficiente; no se preocupan por meter el cuerpo para el acompañamiento, la acción y la verdadera inclusión o, como ellas mismas lo dirían, para la “interseccionalidad”, un concepto que en realidad utilizan como si éste se tratara sólo de cubrir la cuota de personal no europeo en sus filas y no como la herramienta analítica que reconoce las desigualdades sistemáticas y estructurales que golpean a alguien dependiendo de su género, etnia, clase social, raza y como Rosi Bradotti lo diría, dependiendo de su cartografía, es decir, de su espacio geográfico y circunstancias temporales específicas que los/las/les atraviesan. Desigualdades y violencias sistemáticas que también atraviesan a las feministas de este colectivo boloñés, de manera diversa, sí, pero de las que no están exentas.
No obstante, la cuota de interseccionalidad creyeron haberla cubierto el pasado martes 5 de marzo, cuando @stradefemministe, una parte del grupo de estudiantes en estudios de género de la Universidad de Bolonia fuimos a hablar con ellas con para pedirles apoyo en la difusión del proyecto artístico y perfomartivo que queríamos hacer durante la manifestación del 8 de marzo en la ciudad, el cual hicimos a pesar de la negativa. Pese a haber sido Ignoradas por días, tratadas con un paternalismo condescendiente y con la huella de la irónica superioridad por parte de algunas de sus integrantes, asistimos a su asamblea. Hablamos. Habló una de las integrantes. Italiana y con una habilidad magnífica para escribir discursos de forma clara y sencilla, explicó el propósito de nuestra presencia en ese espacio, el propósito de nuestro proyecto, inspirado en la obra de la artista mexicana Elsa Oviedo quien en 2020 re-significó los colores de la propia bandera para crear un nuevo símbolo en el que la lucha feminista se viera representada. -“No creo que los colores “nacionalistas” se puedan re-signficar, y al escuchar eso del blanco por la paz, que ellas mencionan, me dan ganas de aventarme de cara del puente de Stalingrado. Para mí, no, no pueden estar”- dijo con aire de superioridad y desprecio una de las presentes, no sin antes barrernos con la mirada mientras implantaba el “no, no pueden estar” en la mente de las presentes.
Como ya dije, primero habló la italiana, pero ellas querían la cuota de interseccionalidad, entonces: habló la “mexicanita”, la víctima, la que según creyeron utilizó como cobija su bandera al cruzar el Atlántico (espero no hayan creído que lo hizo en barco); habló la que después de estudiar por casi 6 años el italiano, certificándose para conjugar correctamente el subjuntivo, tuvo que pensar en los errores gramaticales para que pareciera que quien les estaba explicando el proyecto era un guacamole parlanchín. A ella sí la escucharon, a su compatriota italiana no. Dijeron lo mismo pero la segunda encarnaba la construcción del buen salvaje que ya se les quedó en el imaginario. Escucharon a la víctima y no a la sobreviviente de su colonialismo. ¿Y la marcha? Tuvo la presencia del proyecto, salimos igual y a la mañana siguiente hablaron de él en el periódico más importante del país.
Pero la manifestación en Bolonia no es un espacio seguro para hablar de las violencias que nos atraviesan a todas/todes, no se puede canalizar la rabia a través de la protesta social mientras hay cientos de hombres a nuestro alrededor que, dentro del contingente, beben cerveza mientras hablan de su última cita de Tinder con la amiga a quien “acompañan”; no se puede sentir una segura mientras sabe que el exnovio, aquel que la ghosteó, le hizo gasligthing, el que le dijo que era muy intensa, que se moderara, no se pierde ninguna marcha y probablemente se lo encontrará al doblar la esquina portando un cartel en mano, con una frase que vio en instagram y que con ello el muy ingenio, piensa que ya la armó y que es más feminista que Simone de Beauvoir, a quien seguro ni conoce. No se pueden crear cantos colectivos y luchas feministas mientras la canción que protagoniza el espacio sonoro son melodías como las de Ricchi e poveri (algo así como si en una marcha feminista en México escucháramos de repente a Julión Álvarez o a Peso Pluma en el fondo, protagonizando el horizonte sonoro o, ¿como ver a un blanco con rastras?…). No fue un espacio para sentirse abrazada, arropada, apapachada por las otras mujeres, provenientes de todas las cartografías posibles, a quienes también les da rabia el hecho de tener al patriarcado gritándonos en la cara todos los días.
Éstas últimas mujeres sí estuvieron en la marcha, estoy segura. Y vi cómo sí trataron de hablar y lo hicieron con el mismo acento que tiene el “feminismo” blanco de ese colectivo que ha “monopolizado” el movimiento “legítimo” de las mujeres. Ese mismo colectivo, hizo que las voces y las manifestaciones de la diversidad no tuvieran el protagonismo que merecen, el que necesitan, el que se les debe y más en una Italia en la que por ejemplo, el gobierno acaba de aumentar el impuesto de los “productos femeninos” de la menstruación, como si mes con mes las mujeres que aquí viven tuvieran que tener pagar una especie de compensación económica por no dar a la nación, los 3 o 4 hijos que ésta les demanda.
En una Italia en la que la ultraderecha gobierna, repiten las violencias que creen estar combatiendo. “Ni una menos, ni una asesinada más” suena bien para el performance feminista rebelde, de resistencia; pero el imaginario eurocentrico y colonial, debe tener presente que esta frase nació en otra cartografía, en un sur que, aunque prefieran ignorarlo, también habita sus calles, y no precisamente traída por los migrantes que razializan, sino por sus machos blancos y condescendientes quienes también nos golpean psicológicamente con la manipulación de su “razón masculina” y la beatud laica de las mujeres “civilizadas”, como lo diría una amiga de lucha.
Susana Chávez, la mujer a la quien le deben (y le debemos) este este verso político no sólo fue una asesinada más de un exterminio sistemático que hay que resaltar, y que también viven las mujeres en Europa. Susana Chávez es eso y es también una activista, una poeta y una mujer que apapachó, alentó, acompañó y luchó por otras, ella creó espacios seguros y entendió que si se monopoliza el movimiento, se muere, por eso la consigna “non una di meno” nos debe representar a tod3s, a ellas y a nosotras.
PD: el parecido con otros espacios, es mera y total coincidencia.